Capítulo 13

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—Despierta dormilona.  —Un reguero de besos por todo mi pelo me despierta y gruño algo amargada. Siempre me enfurruño cuando me despiertan.  —Cariño, es hora de levantarse.  —Me da un azote en el trasero y pego un brinco abriendo los ojos como platos y lo ve vestido únicamente con sus pants de pijama de color gris y su largo pelo alborotado.  —Hoy es el gran día.  —Sonríe ampliamente y me muerdo el labio inferior.

Es cierto.

Hoy es el gran día. Hoy en la noche me reuniré con el señor Benedith y me dirá la oferta para compararme los derechos de Destino y supongo que, si acepto, tendré que formar un contrato y entonces comenzaremos a trabajar en serio en mi libro. Todo esto me llena de emoción y de medio al mismo tiempo. Es una sensación extraña. Como de vértigo. Como un vuelco en el estómago. Steve nota mi nerviosismo y se sienta en el borde de la cama.

—Beth, respira.  —Me pide con ternura y coloca su mano sobre mis muslos y los masajea.  —No tienes por qué estar tan nerviosa. Benedith solo te hará una propuesta y si lo aceptas entonces formaras un contrato que especifica... bueno, todo respecto a la publicación del libro, las ganacias etc...  —Agita sus manos en el aire y de pronto se me ocurre una idea.

—¿Crees que yo pueda pedirle ayuda a tu abogado para que le dé una revisión al contrato? Quiero decir, no tengo idea de esa cosa legales y no me vendría mal un asesoramiento de un abogado.  —Me restriego los dedos tímidamente y el arquea las cejas ante mi sugerencia.  —No es que desconfíe del señor Benedith, es solo que...

—Beth, está en todo tu derecho de buscar asesoría de un abogado antes de firmar este contrato.   —Sonríe ampliamente y yo frunzo el ceño.  —Me encanta que sea tan maliciosa. En esta vida hay que hacerlo y, si. Hoy mismo llamare a mi abogado para que venga aquí y te ayude con las cuestiones legales.  —Se levanta de la cama y me da un apretón en el muslo.  —Por cierto, no le menciones absolutamente nada sobre el abogado a Benedith. No esta noche. Espera a que estén a punto de cerrar el trato y cuando veas que hay algo que no te guste.  —Sale de la habitación con pasos lentos y me dejo caer sobre la cama.

¿Soy paranoica al querer que el abogado der Steve me asesora con lo del contrato? Pues en el fondo pienso que no. Yo jamás firmó un documento sin antes leerlo detenidamente y estar cien por ciento segura de que todo está en orden. Y menos si se trata de un contrato legal tan importante como este. Además, nunca esta demás una asesoría legal en estos casos.

Me levanto de la cama, camino hacia la ventana y descorro las cortinas. Lo primero que hago es mirar al cielo. Que esta algo encapotado con unas cuantas nubes grises que impiden la completa salida del sol. Pongo los ojos en blanco. El clima de esta ciudad es un asco. Miro hacia abajo y contemplo la vida ajetreada de los nuewyorkinos. Hay algunas personas que salen del edificio hablando por teléfono vestidos con sus largos y gruesos abrigos y trazas de café en las manos.

Entonces algo capta mi atención. En una esquina, veo una camioneta Ranger de color negro con los vidrios claramente ahumados. Entrecierro un poco los ojos para poder verlos mejor y me doy cuenta de que nunca lo había visto por aquí cerca. De este salen del coche unos hombres gigantes de al menos dos metros vestidos con trajes negros de tres piezas y lentes oscuros. Joder. Si creí que Peter era un gorila, no sé cómo llamarlos a estos hombres. Ambos son extremadamente fornidos de tés bronceada, muy bronceada y tiene cara de matar a alguien en cualquier momento.

Mierda.

Estos han de ser los nuevos guardaespaldas que Peter mando para custodiarme. Es lo más seguro. Estos hombres tienen cara de asesinos en serie y se me ponen los pelos de punta solo con verlos. Espero que solo se limiten a custodiarme desde lejos. Escucho los pasos de Steve y me giro hacia el justo cuando va entrando a la habitación empapado por la ducha con su toalla alrededor de su cintura. Esta para comérselo, pero no es el momento de pensar en eso. Miro otra vez por la venta y veo que los enormes hombres ya no están.

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