La sorpresa

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-¿Interrumpo algo?- ambos observamos a Frank en el umbral de la puerta y mi respiración se corta.

-Lo siento- observo a Emily salir del lugar intimidada por Frank. Y se que esto no será nada bueno.

-Señor, fue mi culpa, de verdad ella no tiene nada que ver con esto.

-Mucho cuidado Alteza- sale de la habitación y la preocupación me llena. Se que le dirá algo a Emily, lo sé, y es mi culpa. ¿Por qué pensé en besarla en un momento tan crucial?, ¿en qué cabeza cabe?.

Me vuelvo a sentar en mi cama en espera de Emily, o de que transcurra un poco de tiempo para buscarla y saber que le dijo.

-Alteza- escucho la voz de Susan y habro la puerta de inmediato. Aún que este acto a mi madre le parezca repulsivo, a mi no me afecta en lo absoluto.

-Pasa Susan, y recuerda que prefiero que me digas Leo- le recuerdo.

-Lo se joven, pero si alguien me escucha decirle así, seguro casi me dejan sin trabajo- niego variedad de veces- bueno, a lo que venía, ya está limpia la capilla, y la comida igual.

-¿El postre ya?- pregunto nervioso intentando recordar que falta.

-Ya está listo, y quien les atenderá también.

-Perfecto- observo a Susan- muchas gracias Susan.

- No tienes de que agradecer Leo- la abrazo emocionado y le pido el último favor.

-Susan, ¿podrías hacerme un último favor?.

-A tus órdenes Leo.

-Recordarle a Emily de que lea la carta a tiempo, se que lo va a olvidar, y que no se acerque a la capilla, si es posible, que ni siquiera salga a los jardines.

-Así será Leo.

-Gracias de nuevo Susan.

- No hay de que joven Leo, bueno, yo me retiro, feliz cumpleaños y que todo salga bien- asiento mientras la veo salir.

Me tomo una ducha y me visto cómodo para ir a arreglar aquel lugar.

Salgo cauteloso a los jardines y me tiro a correr hacia la capilla. Entró en ella y observo lo limpia que se ve. Sin más por esperar, inició a acomodar la mesa, sillas, velas, y demás decoración. Cuando el interior está listo voy al exterior para hacer un camino con velas y demás, mismas que aprenderé por la noche cuando ella venga.

Vuelvo al castillo por el otro regalo de Emily minutos antes de que sea hora de leer la carta. Tomo el vestido rojo en mis manos, y las sandalias beige con un tacon no tan alto y de correa que Susan me ayudó a escoger. Voy a su cuarto y los pongo ahí junto con una pequeña nota de Feliz cumpleaños. Observo el obsequio y solo puedo imaginar lo bien que se verá en ese vestido. Salgo de ahí antes de que alguien me vea y voy corriendo a mi cuarto.

-Leopoldo- la voz de mi madre me detiene.

-Madre- bajo las escaleras harás llegar a donde ella.

-Has estado desaparecido todo el día, ni siquiera te he visto un segundo y eso que te he estado buscando por todas partes.

-Perdón madre, estaba organizando unos asuntos.

-De acuerdo- me observa emocionada mientras lleva una de sus manos a mi mejilla- no puedo creer que hoy cumplas dieciocho años, y que cada día te parezca más a tu padre.

-Para mi es un honor parecerme a él- inicio a caminar junto con mi madre al salón de pinturas y me detengo en el retrato familiar.

-Se que él está orgulloso de ti Leo, del hombre en el que te estás convirtiendo, un hombre que pronto se hará rey- bajo la mirada mientras ella me observa- un muy buen rey.

Enamorado de una plebeyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora