Peligrosos centimetros

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-Leo- llega a mi, atónita.

-Emily- tomo su mano y le doy un beso en el lomo de esta, sin dejar de observar sus ojos azules.

-¿Qué es todo esto?

-¿Te gusta?.

-Me encanta- me abraza y de i mérito los nervios se intensifican, la envuelto con mis brazos y sólo puedo disfrutar de su dulce aroma. Me abraza mas fyerte mientrss hunde su cabeza en mi cuello, y yo la pego más a mi, como si quisiera impedir que se fuese de mi lado. Una calma me llena y todo problema desaparece, ni siquiera los segundos parecen existir. La suelto poco a poco hasta que puedo ver sus ojos a la perfección, y sólo veo fascinación en estos.

-Te ves preciosa esta noche- susurro.

-Tu igual.

-¿Me veo preciosa?- bromeó.

-Te queda el porte de princesa- nos tiramos a la carcajada y sólo deseo quedarme así, con ella frente a mi, sin saber alguno, sólo nosotros dos, flores árboles, y arbustos a nuestro alrededor. Sin nadie que nos mande, o nos quiera separados. Pero ahí dentro hay una cena que pronto se enfriara y no quiero eso.

-Será mejor que entremos, la cena está lista- abro las grandes puestas para hacerme a un lado y verla entrar.

-Si- ambos observamos el lugar y debo admitir que es más hermoso de lo que me imaginaba, más con la luz del gran candelabro que tanto costó arreglar. El piso esta en su mejor estado, pues hace días pedi que lo limpiaran y cambiaran si era necesario. En el centro coloque una mesa con mantel blanco y rosa, un par de rosas en un jarron, una botella de vino y la presencia de los aperitivos, pero esto no es lo mejor de la noche, no para mi. Podre tener la mejor obra de arte frente mis ojos, pero si Emily está a mi lado, aquella obra de arte, sera algo irrelebante para mi. Sus ojis caen en mi y bajo mi mirada para disimular quebla veía- ¿tu hiciste todo esto?.

-Me costó varias llamadas de atención, pero si- confieso con una gran sonrisa en mi rostro. Y es que en realidad me costó muchas llamadas de atención, pues al estar al tanto de todo lo que sucedía con el lugar, deje de ir a algunas clases de idioma, y llegaba tarde a alguna a otras actividades.

-Lo lamento.

-No fue tu culpa, este es un cumpleaños algo especial para ambos, y tenía que hacerlo resaltar del resto.

-Que unos perros calientes en el pueblo no estarían nada mal, eh.

-Lo pensé, pero con todos esos guardias sería casi imposible.

-Bueno, ya tenemos planes para nuestro siguiente cumpleaños.- la coronación viene a mi mente y se que mi madre ni siquiera me dejara cumplir los 20 años, se perfectamente que dentro de meses querrá la coronación, y el pueblo igual.

-Si... bueno- intento ocultar aquel recuerdo de mi cabeza pero es imposible.

-Lo siento, olvide por completo el tema de la coronación.

-Lo haríamos pero no creo que eso de ser Rey me deje tiempo libre.- musito con tristeza pues mi padre jamás tenía tiempo para su familia, y veo que mi madre tampoco.

-Seras un buen rey- recorro su asiento para luego de que se siente acercar la a la mesa. Voy frente a ella y me siento en mi lugar.

-Ni yo me lo creo, pero lo tomaré como un cumplido- le doy una sonrisa triste mientras sirvo el vino. Saber que estoy por cambiar todo en mi vida es un tema demasiado delicado, se que la vida siempre está llena de cambios, pero no estoy listo para tanta presión, para casi encerrarme en el estudio a leer cartas, peticiones, arreglar acuerdos, hacer otros nuevos, y más que nada, dirigir la vida de miles de personas ahí afuera.

Enamorado de una plebeyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora