Fotografía

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El jet aterriza y de inmediato me pongo de pie para bajar por mis cosas. La desesperación me carcome. No pienso en nada que no sea ella, en la forma tan injusta en la que la destrui, en el dolor y odio con el que me observaba. Decir que me siento una mierda es poco, nunca había destruido a alguien que no lo merecía, mucho menos a alguien a quien amo.

Sin palabra alguna me montó en el auto real y me preparó para tener que dar explicaciones estupidas a la reina. Min plan era volver con ella a mi lado, quedarme con ella allá, ahora no la tengo a ella, y tampoco estoy con ella.

El chófer me observa desconcertado y se que quiere preguntar por ella, por lo que sucedió, y el porwue regrese con las manos vacías, pero no lo hace, solo traga grueso y lame sus labios de ves en cuando.

-Se que la duda te carcome.- musito y el me observa desde el espejo retrovisor.

-No es nada majestad, solo que... con todo respeto, pero lo desconozco.

-¿Disculpe?

-No es por ofender, pero el Leo que se fue de aquí, si, estaba cansado, pero no es el Leo que volvió, no lo reconozco majestad, es como si estuviera apagado, gris, vacío.

Vacío...

-No me pertenezco, y eso todos lo sabemos, ella me tiene.- es lo único que digo y el silencio vuelve.

Llego al palacio y tomo un largo respiro al ver a la reina. El auto se detiene y la puertas se abren, salgo y se acerca a mi.

-¿Que te sucede Leopoldo?, ¿acaso pensaste en los problemas que desatarías?, ¿siquiera pensaste en ti, en tu seguridad?.- me quedo en silencio mientras la observo y pienso en todo el año que le hizo a Emily.- ¡contesta Leopoldo!

-¿Querias un rey no?.- cuestiono mientras mi vista se nubla por las lágrimas.- ahora tienes uno.

Me adentro en el lugar e intento ignorar las miradas que piden respuestas, respuestas que no puedo darles pues ni siquiera yo las tengo.

-Majestad.- Susana llega a mi y hace una reverencia.

-Espero mi ropa acomodada en la habitación, ya sabe el orden del armario, preparé la ducha y luego quiero la cena lista.- ordeno con frialdad mientras voy al estudio.

Me encierro para no ser molestado y me sirvo un vaso de whiski, lo tomo apresurado mientras intento tomarme un respiro. Estar aquí me jode, no estoy con ella, y ella no está aquí, todo me lo recuerda, y creo verla en cada rincón, pero no está, ya no es más que un triste recuerdo, un recuerdo que yo formé.

Me tiró en la gran silla y recargo mi rostro sobre mis manos mientras contento la lagrimas. Ya no puedo llorar más, ni verme vulnerable, esto solo provocará que más personas puedan dañarme, y que yo pueda dañarles. Tal vez es momento de pensar en mi, en lo que quiero y en quién quiero ser, probablemente esto necesitaba, necesitaba dejar a un lado mi parte más humana y ella era esa parte, ahora que se la ha quedado se que no volveré a ser el mismo y probablemente este bien, tal vez ahora pueda ser autoridad y no un simple príncipe.

Salgo de ahí decidido y voy a mi habitación para tomar el baño. Estoy por entrar a mi habitación cuando la reina se interpone en mi camino.

-Necesitamos hablar.

-¿Es sobre la corona?.- niega.- ¿mi puesto o el pueblo está en peligro?

-No es nada que tenga que ver con la corona, el ser rey, el título o...

-Entonces no tenemos dana de que hablar, con permiso majestad.- le pasó por un lado y por fin me adentro en el iluminado cuarto, me siento en el filo del colchón para despejarme de mis prendas y una foto capta mi atención. La tomo con cuidado y no puedo evitar sentir la melancolía en todo mi ser. Observo a Emily sonriente y miles de preguntas se disparan, ¿la que más me daña?, es ¿cuánto tuvo que pasar Emily en este lugar para haber dejado de sonreír de esa forma?, recuerdo la muerte de su madre y recuerdo que aún sonreía con fuerza y brillo, pero ahora, esta apagada,

Vacia...

Guardo la fotografía debajo del colchón y sigo con lo mío. No puedo dejar que ella me afecte más, si deje mi lado humano y sensible con ella fue para venir aquí a ser la autoridad, y si algo bien recuerdo de mi padre, es que el nunca se mostró débil o vulnerable, ahora entiendo porque.

Me introduzco en la ducha e inició a ducharme, cierro mis ojos buscando un punto de paz y entre tanta oscuridad y el sonido del agua, la encuentro a ella, a su melena roja brillando entre la oscuridad, a su risa que poco a poco se hace eco, sus labios toda ella. La prepotencia me llena al recordar que me fue arrebatada a la fuerza, que ahora me odia por buscar protegerla, pero fue estupidez mía, ella estaba siendo dañada desde ante su no em di cuenta, no la protegida de quien debía protegerla en realidad, nada de lo que intento hacer por ella me sale bien y solo la lastimó más, siempre termino hacéis do idioteces.

La furia drena mi sangre, respiro a bocadas de aire, mi pecho sube y baja, mis manos están apretadas y mis dientes rechinan, tiemblo del coraje, del odio a mi mismo. Estoy por golpear algo cuando tocan la puerta.

-¿Qué quieren?

-Leopoldo.- escucho la voz de Susana.

-Majestad- corrijo.

-Majestad.- musita con extrañeza.- vine a traerle unas esencias para su baño.

-Dejelas en la puerta y salga por favor.- espero escuchar sus pasos desvanecerse pero de lo contrario sigo viendo sus pies por medio de la ranura inferior de la puerta.- ¿algo más?

-Leop... majestad, ¿puedo hablar con usted?

Se a que se viene esto, y no, no quiero una Susana ablanda mentes y moldeadora de corazones, se que a nadie le gusta este nuevo príncipe, incluso yo lo odio, pero me siento fuerte y protegido en él, y eso es todo lo que necesito.

-No tengo tiempo Susana, puede hablar del tema con el nuevo consejero, llegará mañana, y si es algo relevante el me lo hará saber, retirese por favor.

Escucho sus suaves pasos y luego la puerta cerrándose.

Me siento sucio al ser así, pero ya no puedo tocar más mi parte vulnerable, pues es una parte que no me pertenece, es una parte que ella tiene, y el tocarle es tocarla a ella.

Salgo de mi ducha y mientras seco mi cabello observo las fechas de la coronación y consigo la boda... Observo el número del palacio donde se encuentra la princesa y sin tambalear lo hago por mi mismo.

Suena el segundo tono cuando de inmediato escuchó una voz desde el otro lado.

-Buenas noches príncipe Leopoldo.

-Buenas noches majestad...

Enamorado de una plebeyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora