-¡Necesito ayuda!- grito en cuanto las puertas del castillo se habren. Tengo a Emily entre mis brazos los cuales flaquean cada vez más por el frío y la debilidad que verla así trae a mi. En cuestión de segundos mantas calientes la cubren pero se que no es suficiente.- Llamen al doctor, la llevaré a mi cuarto.
-Leopoldo- protesta la reyna y ni siquiera me tomo el tiempo e observarla. Voy a mi habitación con varias personas detrás. Entro a la habitación e introduzco a Emily en la cama.
-¿Ya llamaron al doctor?- cuestiono mientras ayudo a encender la calefacción y cierro todas las ventanas y cortinas.
-Si majestad, ya fueron a por él.
-Traigan mantas calientes- es lo único que pido. Me acerco a Emily y reviso su débil pulso y respiración, cosas que me ponen energético y desesperado. Necesito al doctor aquí, porque cada minuto que pasa se vuelve una tortura para ella.
-Ya no tarda Leo, tranquilo- siento la mano temblorosa de Susan en mi espalda y me giro para abrazarla con fuerza. Llevo horas haciéndome El Fuerte frente a todos, pero estoy destrozado completamente.
-Esto es mi culpa, y todo lo que pase después, seguro lo será.
-Leo no te martilles la cabeza- intenta consolarme.
-La perdi Susan, lo perdí todo- susurro entre lágrimas. Susan me separa un poco para observarme confundida.- si, lo hice, de aquí en adelante seré Leopoldo, el futuro esposo de la princesa Scarlett.
Su rostro palidece y observa de reojo a Emily en la cama quien es atendida por el resto del personal.
-Leopoldo- acaricia mi rostro con desconcierto y decepción.
-Ya no hay marcha atrás Susan- salgo de la habitación abrumado y sin poder creer todo lo que sucede. El doctor entra justo cuando yo salgo y lo dejo hacer lo suyo. Voy al pasillo e intento respirar un par de veces mientras la oscuridad del frío ahí afuera me intenta iluminar. Harto de todo me resbaló por la pared hasta caer en el piso. Y me quedo ahí, pensando en la nada, simplemente dejando que todo a mi alrededor me envuelva.
-Principe, Majestad, Leopoldo- salgo de mi trance y observo a Susan frente a mi.- el doctor ya la reviso.
Me paró de inmediato y voy a la habitación.
-¿Está bien?, ¿estará bien?, ¿qué tiene?- es lo primero que digo estando frente al doctor.
-Hipotermia, la joven estaba sufriendo de inicios de hipotermia, su ritmo cardíaco disminuyó en base a la falta de oxígeno, por el entumecimiento del cuerpo, y dificultades para respirar, cuando su cerebro dejó de recibir el oxígeno necesario, por medidas de seguridad mando señales de resguardo y quedo inconsciente.
-¿Estará bien?- es lo único en lo que puedo pensar.
-Si majestad, la joven fue traída aquí justo a tiempo, tendrá que mantenerse resguardada y caliente para evitar repercusiones mayores, en dado caso de cualquier dolor o malestar, aquí tiene la receta de lo que puede tomar- me entrega el papel y lo recibo sin leerlo, sólo la observo a ella.- cuide de ella príncipe, que tu cuerpo esté por congelarse no es para nada sencillo, en fin, sino hay nada más en lo que pueda ayudarle, me retiro.
-Muchas gracias- hace una reverencia y sale de la habitación.- Los quiero a todos fuera, atiendan al resto del personal en el castillo, la señora Susan y yo nos quedaremos a cuidarla.
Observo como cada trabajador sale en fila dejándonos sólo a Emily, a Susan y a mi.
-Leo deberías de descansar, yo cuidaré de ella.
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Enamorado de una plebeya
Novela JuvenilNo siempre las historias de amor son fruto de un accidente, muchas de ellas inician de la forma más incongruente, en lugares comunes, otras en lugares poco conocidos. En rincones del mundo que pocos conocen, dejando así historias que sólo se quedan...