-¿Hay alguien ahí?- la vuelvo a escuchar y todo mi cuerpo se debilita.- mira si esto es una broma te pido de favor que no llames más.
-Emily- es lo único que sale de mi pero ella ya a colgado. Me siento en la orilla de la cama con el teléfono aún en el oído e intento contener los efectos que su voz causa en mi, su extrañada voz. Es como si no la hubiera escuchado desde hace años.
-Te extraño- musito para mis adentros mientras siento las lágrimas formarse en mis ojos.- y siento tanto no haberte cuidado y protegerte más.
Dejo el teléfono en la mesa de noche y dejo mi espalda caer en la cama. Observo el alto techo de la habitación y sólo puedo recordarla a ella. Sus ademanes, su cabello tan único y diferente, sus ojos verdes con una combinación de miel, sus bellas pecas, su sonrisa, sus mejillas teñidas de rojo, sus suaves y delgadas manos, su risa, su olor, todo ella. Siento las lágrimas caer a los costados de mi rostro y no las detengo, la extraño como una persona extraña a su antiguo yo, ese yo que reía y vivía sin saberlo, ese yo que no sabía que más adelante dejaría de existir. Extraño a ese yo que me hacía ver la vida diferente, más linda, menos palida, extraño a ese yo que me hacía reír hasta que el estomago me doliera, a ese yo que recargaba su cabeza en mi hombro y me hacia sentir completo.
Limpio las lágrimas y temeroso por lo que mis impulsos me llevan a hacer me levanto de la cama y de inmediato me dirijo a la ducha para tomar un baño.
Abro la llave del agua y siento el agua fría estampar contra mi piel para después convertirse en agua cálida. Lavo mi cabello y luego mi cuerpo. Termino de ducharme y cuando salgo me observo en el espejo con la toalla en la cintura. Miro mi cabello mojado cayendo a los costados de mi rostro y de inmediato me transportó a aquella noche donde Emily desapareció y tuvimos que ir a buscarla bajo la lluvia. Retroceso conmocionado y decido salir luego de lavarme los dientes.
Observo mi ropa y me doy cuenta que no tengo ropa que no parezca de señor, así que con esfuerzos busco lo más casual, que es unos jeans, una camisa de manga larga y botones, unos zapatos café, y un suéter beige sin botones. Decido dejar mi cabello despeinado y tomando mi celular y dinero, salgo algo temeroso del hotel.
Saco el papel de mis bolsillos e inició a buscar la dirección de donde vive Emily, con el propósito de pedir un taxi. No sé cómo le haré para verla pues valentía no tengo, no frente a ella, no frente a mi debilidad, pero no puedo más con el tormento interior de extrañarla.
Estoy escribiendo la dirección en el buscador cuando el papel se safa de mis manos y sale volando. Voy detrás de él pero queda en medio de la calle siendo pisoteado por autos hasta que lo veo volar de un lado a otro, observo como se va perdiendo y me quedo perplejo.
-Mierda- maldigo a lo bajo y me siento en una banca a pensar en que hacer ahora. Temo por lo que mi cabeza formula, pero es lo más congruente; llamar y pedir hablar con la dueña de la casa para saber el paradero de Emily, porque si lo hace ella me colgará de inmediato. Tengo el teléfono en mis manos y tiemblo al no saber como iniciar a hablar, tiemblo por temor a escucharla nuevamente y no poder ocultarme en cuatro paredes para desahogarme. Finalmente marcó el número y tardó en poner el teléfono en mi oreja, hasta que el llamando... se convierte en un 00:01 dando señal de que la llamada a iniciado.
-¿Con quién habló?- escucho del otro lado y una oleada de alivio pero desilusión me abunda. Una parte de mi quería escucharla, pero la otra parte rogaba que no fuese así.
-Buenas tardes, busco comunicarme con la propietaria de el hogar al que acabo de llamar.
-¿Quien la busca?
-Leopoldo, el príncipe Leopoldo- un silencio atónito se escucha del otro lado hasta que su voz temblorosa vuelve a escucharse.
-¿Leopoldo?- cuestiona en un hilo de voz.
-Asi es, y busco comunicarme con...
-¿Leopoldo?- escucho a otra voz femenina de fondo- nana Rouse ¿dijo Leopoldo?
Mi valentía me abandona y un impulso inmenso por colgar me abunda. Me inicio a desesperar cuando parece llegar mi salvación.
-Cariño no puedes...- responde la mujer a quien creo llaman nana Rouse
-No es algo que les incumbe, a ninguna de las dos, y dame eso Rouse- hace acto de presencia una nueva voz, más firme, y gruesa.- ¿con quién tengo el gusto de hablar?
-Con el príncipe Leopoldo, es un placer.- el silencio vuelve del otro lado y alcanzo a escuchar un tenue "ambas a sus deberes" de parte de la mujer en la línea.
-Alteza, lamento tanto lo sucedido, y disculpe a Rouse y a Emily por tan vulgar comportamiento.
Mi corazón se acelera al escuchar su nombre y el escenario donde ella escucha mi nombre viene a mi mente.
-¿Ella está cerca?- escupo.
-¿Quién, Emily?, no majestad esta en sus deberes de la casa.
-Supuse que estaría en la escuela- miento.
-Mmmmm- balbucea- aún no terminó con su inscripción, pero pronto estará dentro de uno de los mejores instintos .
Me tenso ante la idea de que le puedan hacer más daño a Emily dentro de ese lugar. Necesito asesorarme de que es un buen sitio. Aún que más daño del que se le hizo en el palacio, es casi imposible.
-¿Podría brindarme el nombre del instituto por favor?
-¿Coc.... cómo?
-Necesito el nombre del instituto al que será ingresada- se hace un largo silencio del otro lado y esto no huele nada bien.
-Es el instituto Levow- por fin habla.
-Perfecto, en la semana pasaré para asesorarme que ella está en él y que esta recibiendo una buena educación y trato.
-S...sí- cuelgo antes de dejarla terminar. Una extraña sensación se asienta en mi pecho y por inercia llevo mi mano a este. No sé cómo le haré para ir ahí y enfrentarme a ella sin romperme más, o romperla más...
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Enamorado de una plebeya
Teen FictionNo siempre las historias de amor son fruto de un accidente, muchas de ellas inician de la forma más incongruente, en lugares comunes, otras en lugares poco conocidos. En rincones del mundo que pocos conocen, dejando así historias que sólo se quedan...