Me desperté sobresaltada, y al mirar el reloj en mi mesilla de noche, vi que llegaba muy tarde al instituto. Rápidamente, me duché, me vestí con unos vaqueros y un jersey azul y bajé a desayunar. Estaba tan concentrada en no llegar tarde, que no fue hasta que estuve en el instituto cuando me di cuenta de que ese día era mi decimosexto cumpleaños. Mis amigas me felicitaron y juntas fuimos al aula. Al entrar, choqué con la jefa de las animadoras, Elisabeth, quien me miró con cara de asco y dijo:
-¡Mira por donde vas, Gwendolyn!
-¡Tú deberías hacer lo mismo!-respondí.
-¡¿Cómo te atreves?! ¡Tú no tienes derecho a mirarme a la cara!-replicó.
-¡¿Cómo que no te puedo mirar a la cara?! ¡¿Quién te has creído que eres?! ¡¿Una diva?!-exclamé.
En ese momento, llegó el director, y tras observar nuestras caras de enfado y mis puños apretados, nos hizo un gesto para que le acompañásemos a su despacho. Una vez dentro, nos preguntó:
-¿Qué ha pasado para que estéis a punto de explotar?
Las dos contestamos a la vez:
-¡Es culpa suya!
-Por favor, señoritas, comportaos. Elisabeth, explícalo tú.
-Pues iba yo andando a clase y ella chocó a propósito contra mí-contó ella.
-¡¿Pero cómo que "a propósito"?! ¡Ha sido un accidente!-repliqué enfadada.
-Calmaos, así no se arreglan las cosas-dijo el director-. Gwendolyn, cuenta tu versión.
-Yo iba hacia mi clase y sin querer he chocado contra ella-expliqué-. Ella se ha enfadado y ha dicho que no tenía derecho a mirarla a la cara.
-¡Qué mentirosa!-saltó Elisabeth.
-¡Bueno, ya está bien, en vista de que no sabéis mantener una conversación, será mejor que os quedéis castigadas al finalizar las clases y recapacitéis!-exclamó el director.
Salimos del despacho echando humo y fuimos a clase. Las clases pasaron lentamente, como de costumbre, y cuando acabaron me dirigí al aula de castigo. Allí estaban Elisabeth y dos chicos. Elisabeth estaba hablando con el más alto. Tenía el pelo rubio del color del trigo maduro y los ojos verdes como esmeraldas. Vestía una camiseta roja de marca Quicksilver, unos vaqueros Levi's azul oscuro y unas deportivas marca Adidas Neo azules y verdes. Hice memoria y recordé haberlo visto en el grupito exclusivo de Elisabeth. Se llamaba Jack. Me dirigí hacia el otro chico. Tenía el pelo de color negro azabache y los ojos azules como el hielo. Llevaba una camisa azul cielo de Desigual, unos vaqueros grises y unas deportivas Puma rojas. Empezamos a hablar y descubrí que su nombre era Charlie y que le habían castigado por intentar copiar en un examen. Me confesó que no tenía intención de copiar y que, además, se había preparado muy bien ese examen. Le creí. En ese momento, hubo un apagón y nos quedamos a oscuras. Elisabeth empezó a chillar y Jack le tapó la boca. De repente, se materializó un anciano en la sala. Tenía una enmarañada barba blanca y vestía una andrajosa túnica del mismo color con adornos dorados casi sin brillo. Cuando habló, lo hizo con voz suave pero autoritaria:
-Vosotros sois los cuatro Elegidos. Os he reunido aquí por motivos injustos e injustificados, pues no había otra forma. Nivia y Aqua, sabed que vuestro choque y posterior discusión fueron planificados por mí. Ankaris, tu intento de copia, o lo que tu profesora cree que fue, también había sido pensado por mí. Aunque tú, Feuer, sí tenías motivos para estar castigado, ya que saltarse las clases no está permitido.
Pero no es ese el motivo por el que estoy aquí. Elementium ha caído bajo las fuerzas del Mal lideradas por Cassidy. Os haré entrega de los cuatro pedazos de un medallón y junto con ellos debéis descubrir la manera de llegar a Elementium y salvarlo.
Y, diciendo estas palabras, despareció.
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Los cuatro Elegidos
FantasyCuatro chicos descubren que poseen los poderes de los cuatro elementos principales: tierra, agua, aire y fuego; y que deben usarlos para derrotar a las fuerzas del Mal que controlan el mundo del que provienen. Reservados todos los derechos. Queda ri...