Capítulo VII (2)

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Desirée entreabrió un ojo y notó que Feliciano la miraba como si viera a un monstruo. Se frotó la cara con las manos en un intento poco factible por despavilarse.

Cuando su padre la sacudió un poco, como esperando que volviese de algún letargo profundo, entendió que algo no estaba bien.

—Papi, ¿qué te pasa?

—¿Estás bien?

—Sí —respondió ella, ahora con los ojos grandes como culos de botella—. ¿Por...?

—Nada, no te preocupes.

Feliciano volvió al comedor. Todavía le temblaban las manos y le latía el corazón muy fuerte. Su esposa seguía en la misma postura, medio tumbada sobre la mesa y dominada por un llanto inconsolable. No la había visto tan acongojada desde la muerte de la primera Desirée.

—Mi nenita —repetía.

—Calmate, Desirée está bien, estaba dormida nada más.

—Desirée está muerta, Feli.

—Vení, vení a verla vos misma.

Entonces Desirée se hizo presente. Aún llevaba puesto su camisón de dormir y estaba descalza.

—¿Qué está pasando? —preguntó la niña.

—¿Ves? —dijo Feliciano—. Calmate que está sana.

—¿Quién es esa? —se sorprendió Germaine.

—¿Cómo que quién es? Es tu hija.

La mujer se puso de pie y se limpió las lágrimas de las mejillas solo para que volvieran a mojarse al instante. Miró a Desirée extrañada y puso luego una mirada iracunda a su esposo.

—¿Sos idiota, Feliciano?

Como dijera aquello, volvió a la habitación y se encerró dando un portazo que volteó parte del revoque más antiguo.

Desirée murió una tarde a la edad de ocho años; el día de su octavo cumpleaños, la mente frágil de Germaine mató a la segunda Desirée, a quien nunca concibió como un ser distinto de su hermana.




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Nota del autor: Dada la estructuración de los hechos, entendí que esta escena debía insertarse dentro del capítulo número siete, como final del mismo. Por eso decidí subirlo con el título que lleva.


¡Gracias por leer! :)

Todas las muertes de DesiréeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora