Preludio

Capítulo 11

Tony trataba de callar los gritos que luchaban por salir.

Puso ambas manos en sus labios, pero Rogers las quito inmediatamente.

Una estocada con fuerza lo hizo jadear sonoramente.

Enterró la cabeza en la almohada y mordió lo que tuviera a su alcance.

Ese bendito Alfa estaba jodiendolo con ganas.

Los dientes del soldado se enterraron en su espalda y rasparon la piel, causándole escalofríos por todo el cuerpo.

Sintió dos azotes en los glúteos y luego otra estocada con igual intensidad.

Sin poder evitarlo, se corrió de nuevo.

—¡Carajo! —Apretó la mandíbula ante el orgasmo que estaba experimentado. Steve no detuvo sus penetraciones.

—¿Te gusta? —El Alfa se mantenía duro dentro de él y besaba cada trozo de piel que le ofrecía esa posición.

Tembló de placer entre sus brazos y el maldito lo sabía.

Como un verdadero adicto, Steve lamió su columna por completo, causando estragos en su sistema.

De nuevo tenía una erección.

—Pídemelo. —Susurro el hombre de ojos azules, para después morder su oreja y aspirar con necesidad en su cuello—. Tony, pídeme lo que quieras.

—Follame. —Empujó sus caderas y se auto penetró— ¡Maldicion! ¿Qué esperas?

Las grandes manos del soldado se situaron en su cintura y lo movió a su antojo.

El choque de sus pieles, las respiraciones agitadas, los gruñidos y gemidos era lo único que podía ser escuchado en esas cuatro paredes.

Tony se sentía excitado, deseado e irónicamente querido.

Su mandíbula fue sujetada y unos labios rojos e hinchados se apoderaron de los suyos.

Su lengua fue mordida, sus labios por igual, su boca fue ultrajada de manera maravillosa y su entrada era torturada de la manera más exquisita.

Las penetraciones se tornaron rudas, frenéticas y profundas.

Rogers se tragó todos sus gritos.

—Steve... —Susurro débil; sentía su garganta seca.

—Tony... Eres maravilloso, lo más hermosos en este mundo... —Su pene seguía erecto—, eres sólo mío.

Las estocadas empezaron de nuevo y Tony quedó en blanco.