Capítulo 18: Te deseo junto a mi.

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Esa noche en el hospital, el peor y más grande temor de Justin era perder a la persona que ha movido su mundo como nadie jamás lo había echo. A pesar de sus intentos por quedarse en el hospital a cuidarlo durante la madrugada, su padre no le dejo, pues tenía que descansar de la cansada y traumática noche que vivieron.

Al día siguiente le dieron de alta y regresó a la mansión de los Morgan con una venda en el brazo y un par de muletas. En la entrada estaba la familia y los colegas de trabajo esperándole. Le dieron la bienvenida, pero el Sr. Víctor y Mike tenían mucho que hablar.

— Mike, quiero hablar contigo en mi despacho — le dijo el Señor Víctor.

Se sentaron en un cómodo sillón al calor del fuego en la chimenea.

— Sí señor, se le ofrece algo?

— No, para nada Mike. Quería darte las gracias....lo que hiciste fue sumamente valiente....si bien sé que es tu trabajo, nunca terminare de agradecerte por salvarnos de esos criminales.

— Como usted dice, es mi trabajo, y nunca permitiría que algo les pasara, desde que llegué, su familia que ha acogido muy bien.

Y a mí me ha cogido muy bien, pensó Justin con una sonrisa atrevida.

— Igualmente, gracias, y me gustaría que te quedaras en la ciudad, yo cubriré los gastos de todo lo que necesites.

— No tiene que molestarse señor.

— No es molestia, es mi forma de agradecerte, y ya no se diga más.

— Yo puedo ayudar si quieres — dijo Justin — puedo hacerle compañía a Mike, ya que él me salvó.

— Eso estaría bien por mí — respondió Mike.

Se sonrieron el uno al otro.

Por la tarde Justin y Mike pasaron la mayor parte del tiempo en la habitación, no hablaban mucho, pero la barrera de hostilidad que se había desarrollado entre ambos ya no existía, parecían estar tranquilos el uno con el otro, incluso a gusto, platicaban algunas veces y Justin lo entretenía con sus historias de familia rica cuando era pequeño, pero como siempre, tenían sus momentos se cercanía, esos momentos donde todos sus pensamientos se sumergen en los del otro.

Alrededor de las 5 de la tarde, Justin le llevó una pequeña merienda, una copa de helado de fresa con galletas pulverizadas encima, un baño de chocolate derretido y un jugo.

— Te traje algo para que no tengas el estómago vacío — dijo Justin entrando con la bandeja en su mano.

— Justin no tenías que molestarte.

— Molesta? Molestia es que te den dos balazos por mi culpa.

— No fue tu culpa, no fue la de nadie — dijo con sus brillantes y claros ojos.

La voz de Mike era apasible, tranquila, amistosa, pocas veces se comportaba así con el.

— Tengo una idea — Justin tomó una cucharada de helado  — abre la boca, aquí viene el avión.

— ¿Enserio Justin?

— Qué? Eres demasiado maduro y hombre para una cucharada de avión?

— Justin, por Dios, Madura.

— Vamos!, solo una, por mí — hizo pucheros.

Lo miró provocador y abrió la boca. Se tragó la cucharada. Tomó otra y cuando la alejo de la copa, un poco del baño de chocolate cayó sobre el torso de Mike.

— Lo lamento, que torpe — se paró para buscar desesperadamente una toalla.

— Espera Justin!

El Único al que AmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora