Capítulo 4

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(Por absurdo que parezca)

El castillo había desaparecido por completo, Adrien y el Dragón estaban entre asustados y contentos... mejor dicho, Plagg estaba aterrado y Adrien estaba feliz.

¿Qué va a pasar ahora? ¿Dónde voy a vivir? -dijo Plagg el Dragón atormentado.

No hagas berrinche, Dragón.

Está bien, no hago berrinche. ¡Felicidades Príncipe! ¡Lo lograste! Ya estamos afuera, y ahora sí: BIEN AFUERA y sin posibilidades de volvernos a meter. ¿Por qué?... ¡Porque ya no hay donde meternos!

¿Podrías dejar de quejarte y disfrutar un poco de lo que nos está pasando? Está bien... ¡Ay, qué inusitado! -dijo el Dragón irónico. ¡Wow ! ¡Una pradera verde! Estoy verdaderamente realizado... era todo lo que necesitaba en la vida.

Plagg corrió un poco por la pradera como saltando de flor en flor, el Príncipe lo miraba enojado. Y la Narradora estaba muy divertida porque Plagg se veía verdaderamente ridículo.

¡Mmmmmm! -dijo Plagg oliendo unas flores. ¡Qué hermoso aroma! ¡Tan refrescante! -Se acercó a otro ramillete de flores y volvió a inhalar con fuerza... ¡¡Mmmmmm!! -Pero esta vez sintió que se ahogaba. ¿Qué pasa? - dijo Plagg el Dragón mormado con la nariz tapada.

El Dragón levantó la cabeza y miró a el Príncipe. Del orificio derecho de su nariz salían dos pequeñas piernitas que se movían desesperadas.

¡Sáquenme de aquí! -gritó una vocecita.

El Dragón peló los ojos al oír que la vocecita le retumbaba en la cabeza. ¡Plagg! ¡Tienes a alguien metido en la nariz! ¿Qué hago? -preguntó el Dragón mormado.

¡Tienes que soplar! Animal enorme -gritó la voz exasperada.

Plagg se dispuso a soplar... inhaló con fuerza y peló aún más grandes los ojos.

¡Inhala por la boca por el amor de Dios! -gritó atemorizada la voce-cilla, mientras sus piernas se hundían más en la nariz del Dragón.

Plagg el Dragón inhaló por la boca, aguantó un momento el aire, cerró los ojos y sopló fuertemente... De su nariz salió una enorme llamarada y una pequeña bola de fuego rodó por el suelo hasta chocar contra un árbol... Al extinguirse el fuego sólo quedó acostado sobre sus espaldas... con las piernas al aire, un chamuscado y humeante... ¿Insecto?.

Perdón bicho, no te vi.

¡No soy ningún bicho! -dijo el insecto como enojado.

¡Tampoco soy un insecto! -dijo... el... pequeño... ¿Mariposa chamuscado? Soy el celador del castillo del Dragón del Miedo.

¿Eres el qué?

Soy el celador -repitió el pequeño... celador molesto. Soy la persona destinada por la autoridad para ejercer vigilancia sobre el castillo del Dragón del Miedo.

Yo soy Plagg el Dragón del Miedo. ¿Por qué no había oído hablar de ti antes? - preguntó el Dragón sospechoso e inteligentemente. Plagg, tú no puedes narrarte a ti mismo. ¡Qué lástima chihuahuas, me había salido tan bien! En fin. ¿Por qué no había oído hablar de ti antes? -preguntó el Plagg sospechoso e inteligentemente.

Porque los dragones del miedo no saben casi nada -le dijo el pequeño celador. ¿Podrías dejar de llamarme pequeño celador? Me llamo Nooroo.

La Escritora no pudo evitar soltar una carcajada. ¿Nooroo? Está bien... entonces: le dijo Nooroo.

¿Qué quieres decir exactamente con eso de que los dragones del miedo no sabemos casi nada?

Pues eso -contestó Nooroo el celadorcito. Es bien sabido que los dragones negros del miedo son ignorantes, por eso tienen tanto miedo.

Ahora sí me está diciendo estúpido, ¿verdad?

Y a las pruebas me remito -dijo Nooroo divertido mientras se sacudía la pequeña ropita humeante.

¿Y cuál es tu trabajo, Nooroo?

Eso es exactamente lo que voy a hacer ahora -y diciendo esto, se metió detrás de un arbusto.

El Príncipe Adrien no entendía muy bien lo que estaba pasando, y la escritora tampoco. Plagg estaba sentado con el ceño fruncido, inmerso en sus pensamientos, la Escritora no podría decir qué le estaba pasando por la cabeza en ese momento al Dragón.

¿Será que sí me habrá querido decir estúpido?

El arbusto se movía y una serie de ruidos extraños se escucharon. Después de un momento volvió a salir Nooroo. Esta vez vestía un muy bonito traje color dorado, llevaba un pliego de papel enrollado en una mano; y en la otra, un pequeño banquito de madera, con la parte superior forrada en terciopelo rojo. Caminó al centro de la pradera, donde antes había estado el castillo, subió a su pequeño banquito, se acomodó la ropa, carraspeó la garganta, desenrolló el pliego de papel y comenzó a leer muy formal y muy serio.

Todos presentes en la vida -leyó, a tantos del tantos del tantos. Carraspeó de nuevo la garganta y continuó leyendo. Si el celador Nooroo se encuentra parado en medio de la pradera con su ropa ceremonial de color dorado, si está subido en su banquito de madera con aterciopelado rojo y además, está leyendo este pergamino, será muy importante compro-bar la existencia de un castillo en los alrededores. Nooroo bajó el pergamino y volteó para todas partes echando un vistazo sospechoso... después de un momento continuó leyendo. Si Nooroo sigue leyendo este pergamino es porque no hay castillos en los alrededores, por lo cual, se puede concluir de manera inequívoca que el castillo del miedo ha desaparecido y esto nos indica solamente que Plagg el Dragón del Miedo ha sido vencido. ¡Bravo!

Se oyeron unas fanfarrias. Adrien miraba sobrecogido a Nooroo y el Dragón aplaudía emocionado.
¡Bravo, bravo!

Yo, el celador Nooroo -continuó leyendo Nooroo, certifico dicho acontecimiento. Y con todo el poder que me confiere la ley de la vida, escrita en el gran libro de la vida, en su artículo dos millones treinta y cuatro inciso R -tomó aire, decreto y ordeno que Plagg el negro Dragón del Miedo, que se ha quedado sin casa, pase directamente a ser propiedad ahora, de la persona que lo ha vencido. El Dragón dejó de aplaudir y el Príncipe volvió a abrir la boca enorme. La ley ha hablado.

Enrolló el pergamino, bajó de su banquito, lo cargó y se metió de nuevo atrás del arbusto. El Príncipe y el Dragón lo siguieron.

Un momento. ¿Eso quiere decir que yo soy ahora responsable del Dragón?

Un momento, eso quiere decir... ¿Qué quiere decir eso exactamente? Nooroo no salió del arbusto, sólo se oía su voz.

Eso quiere decir lo que dije -dijo Nooroo. El Príncipe tiene que hacerse cargo ahora del Dragón.

¿Pero por qué?

Porque esa es la ley.

Pero yo no sé ni siquiera qué voy a hacer. ¿Cómo voy a hacerme responsable de este Dragón enorme si ni siquiera sé qué voy a hacer yo de mi vida?

Ése no es mi problema -dijo Nooroo desde el arbusto.

¿Podrías salir de ahí atrás y explicarme por qué?

No.

¡Escritora! -me pidió ayuda el Príncipe.

A mí no me veas, no puedo hacer nada.

Algo podrás hacer, ¿no? Haz que salga del arbusto. De repente Plagg el Dragón del Miedo tuvo una idea. ¿Yo?

Caminó al arbusto.

¿Yo?

¡Sí, tú! ¡Camina al arbusto!

Bueno -caminó al arbusto. ¿Y ahora? -mientras decía esto tomaba aire para quemar el arbusto. ¡¿Yo?! ¿No me estarás confundiendo?

¡Dios mío!... Está bien, olvídalo.

El arbusto desapareció mágicamente, descubriendo así a  Nooroo que estaba sentado en su banquito comiendo unas galletas.

¡Hey! ¿Qué pasa?-dijo Nooroo sorprendido.

¿Por qué me tengo yo que hacer responsable del Dragón?

¡Ay Dios! -suspiró Nooroo. ¿Por qué nadie está nunca conforme con la ley de la vida? Si aprendieran a escucharla y a seguirla, las cosas serían siempre mucho más fáciles. A ver, vamos a ver.

Tomó su banquito y se acercó a él Príncipe.

Ven, siéntate -le dijo Nooroo mientras se sentaba en el banco.

El Príncipe impaciente se sentó en el piso junto a él.

¿Aja?

Veme a buscar la cukarita que dejé atrás de ese árbol -Nooroo señaló el árbol más lejano que había a la vista.

Sí, claro -dijo el Dragón y salió corriendo. Nooroo se quedó sólo con el Príncipe Adrien.

Tú has vencido al Dragón, Príncipe -le dijo Nooroo, pero el Dragón nunca se ha mandado solo, en realidad los negros dragones del miedo no piensan por ellos mismos, se alimentan de ti, hacen lo que tú quieres, has vivido preso en esa pequeña torre tanto tiempo porque tú así lo habías decidido.

¿Yo lo había decidido así? Pero si siempre había deseado salir.

Así es, lo habías deseado, pero no lo habías decidido.

Estaba esperando la señal.

¿Qué señal? ¿Quién te dijo que habría una señal? -la cuestionó Nooroo.

El Príncipe volteó a ver a la Escritora de una manera... non grata.

No busques más culpables porque no los hay -le dijo Nooroo. Te hayan dicho lo que te hayan dicho, la única verdad es que tú optaste por creer lo que te convenía creer. Y la mejor prueba está en que cuando decidiste salir, lo hiciste, te diste a ti misma la señal y dominaste al ¿Pero por qué me tengo que quedar yo ahora con él? No es que no lo quiera, pero...

Ese Dragón del Miedo es tuyo -interrumpió Nooroo, siempre ha sido tuyo. Es un regalo que la vida te dio, pero no has sabido utilizarlo. Habías dejado que te dominara por tanto tiempo, que acabaste por creer que él era quien te esclavizaba y te mantenía atrapado, pero no es así, tú te atrapaste a ti mismo.

¿Yo? ¿Pero por qué hice eso?

Eso ya no te lo puedo contestar, tú tienes que averiguarlo -le dijo dulcemente. Anda tu camino ahora y busca las respuestas. Lleva al Dragón contigo, es tu responsabilidad, es parte de la responsabilidad de ser libre.

Nunca se me va a quitar el miedo entonces.

No, nunca. Pero el miedo puede ser bueno, ya lo entenderás.

Plagg regresó corriendo, estaba agotado y jadeante.

Busqué por todas partes señor celador Nooroo, pero... ¿qué es una cukarita?

Olvídalo Dragón, ya la encontré, gracias, -y diciendo esto tomó su banquito y desapareció en el hueco de un árbol.

¿Qué pasó?

Nada, Plagg, -le dijo el Príncipe, que por primera vez miraba al Dragón con ternura y con cierta familiaridad que le provocaba un cariño inexplicable.

¿Te vas a ir? ¿Me voy a quedar solo? -preguntó el Dragón mientras las comisuras de sus labios se dejaban caer y su mirada se entristecía.

No, no te dejaré solo, nos vamos juntos.

Pero... -la mirada Plagg cambió entre alegre y angustiadísimo.

¿A dónde? ¿Dónde vamos a vivir? ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué va a pasar? El Dragón estaba aterrado.

Adrien lo miró un momento y sonrió. Sabía que no tenía respuestas para las preguntas de Plagg y sentía un poco de miedo por esto, pero de alguna manera confiaba en lo que Nooroo había dicho. (La ley de la vida. Si aprendieran a escucharla y a seguirla, las cosas serían siempre mucho más fáciles.) Tenía que aprender a confiar.

¿Qué vamos a comer? ¿Cómo vamos a salir adelante? No sabemos hacer nada, no tenemos dinero, no tenemos comida, no tenemos trabajo, no tenemos familia, estamos solos...

Plagg continuó y continuó, dando vueltas, llevándose las manos a la cara, gritando, ansioso, angustiado, desesperado...

¿Qué puedo yo decir? Es mi Dragón y algo bueno debe de tener para mí -Adrien sonrió entre contento y asustado.

¿Qué peligros nos esperan? ¿Y si nos asaltan? ¿Y si nos raptan? ¿Y si nos comen? No tenemos casa, no tenemos un techo, estamos rodeados de bosque, el bosque puede ser peligroso...

Llegó la noche y se quedaron dormidos.

Y colorín colorado Miraculous aun no se ha acabado// Adaptación MLBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora