Capítulo 12

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El Príncipe estaba agachado, el pelo le cubría la cara. Había dejado ya de llorar.

Tikki paró de cantar y desapareció.

El Príncipe alzó la cabeza. Su rostro había cambiado por completo, en su mirada se veían una felicidad y una paz que jamás habían brillado ahí antes.

Tengo muchas cosas que hacer, he descubierto por fin por qué me encerré en la torre.

¿De verdad?

¿Y por qué fue?

De nuevo, no me pregunten de dónde salió, pero Nooroo se encontraba otra vez ahí, parado en su banquito. Carraspeó la garganta, extendió otro pergamino y leyó.

Todos presentes en la vida -leyó, a tantos del tantos del tantos. Carraspeó de nuevo la garganta y continuó leyendo. Si el celador Nooroo se encuentra parado con su ropa ceremonial de color dorado, afuera de la Cueva del Pasado, después de haber escuchado la voz extraordinaria del hada Tikki; si está subido en su banquito de madera con aterciopelado rojo y además está
leyendo este pergamino, será muy importante comprobar si el Príncipe Adrien ha salido ya de la Cueva del Pasado. Nooroo bajó el pergamino y volteó a ver a él Príncipe... después de un momento continuó leyendo. Si Nooroo sigue leyendo este pergamino, es porque el Príncipe, en efecto, ha salido ya de la Cueva del Pasado. Si la cara de él Príncipe ha cambiado por completo y en su mirada se ven una felicidad y una paz que jamás habían brillado ahí antes, se puede concluir de manera inequívoca que el Príncipe ha descubierto a él niño que fue, lo ha salvado del pasado y ahora son uno mismo. ¡Bravo! Se oyeron de nuevo unas fanfarrias.

Adrien y Plagg el Dragón lloraban y aplaudían emocionados.

Yo, el celador Nooroo -continuó leyendo Nooroo, certifico dicho
acontecimiento. Y con todo el poder que me confiere la ley de la vida, escrita en el gran libro de la vida, en su artículo cuarenta mil veinticuatro -tomó aire. Decreto y ordeno que el Príncipe nunca olvide esa voz que desde ahora vivirá en su corazón. Y le recomiendo que siga caminando hasta llegar con la mujer  más rica del mundo. La ley ha hablado.

Nooroo lo miró un momento, le sonrió, bajó del banco, lo cargó y volvió a desaparecer.

Bien, pues sigamos el camino entonces. ¿Tienes hambre, Dragón?

No, estoy ensopado y no comeré hasta que haya digerido todo lo que he comido.

¿Tú no tienes hambre, Príncipe?

No, nada de hambre. Estoy emocionado, estoy feliz, nunca me había sentido tan pleno como ahora.

¡Que bueno!, se te nota.

Gracias por no haber terminado el cuento, Escritora.

¿Y no descubrir a dónde vas? Jamás.

Bien, ahora tenemos que buscar a la mujer más rica del mundo.

¿Y te casarás con ella? Suena a un muy buen partido.

No sé que va a pasar, ¿y sabes qué? No saber y comenzar a descubrir puede ser maravilloso.

Comenzaron a caminar adentrándose en el bosque y dejando atrás el pequeño claro donde estaba la Cueva del Pasado y donde Tikki seguramente entonará otra vez, para algún otro valiente, una canción maravillosa que rescate a otro niño del pasado.

Pasó mucho tiempo, caminaron largo rato a la luz de la luna, era ya muy tarde, pero el Príncipe no estaba cansado y por alguna razón, Plagg el Dragón no se había quejado de nada.

No sé que me pasa, pero hoy no siento tanto miedo.

Caminaron un rato más y se sentaron a descansar debajo de un árbol.

Plagg El Dragón se quedó profundamente dormido. El Príncipe había estado en silencio desde que habían comenzado a caminar. La escritora se preguntaba:

¿qué estaría pensando el Príncipe?

El Príncipe estaba absorto en sus pensamientos...

¡¿Qué estaría pensando el Príncipe?!

O el Príncipe estaba verdaderamente concentrado o ignoraba a la  Escritora con elegante desfachatez.

El Dragón roncaba y dormía a pierna suelta.

Y yo digo:

¡¿QUÉ ESTARÍA PENSANDO El PRÍNCIPE?!

¿Perdón? ¿Estabas hablando, Escritora?

Estaba gritando, Príncipe.

Discúlpame, no te oí.

Me di cuenta, ¿en qué estás pensando?

¡Uy! Tantas cosas... Pienso en el tiempo que he perdido asustado, en las veces que no he confiado en mí y en las miles de veces que no confié en la vida. ¿Sabes por qué me encerré en el castillo?

¿Por qué?

Porque tenía miedo a vivir... Te voy a contar la parte de mi historia que no conoces, Escritora. Nunca había pensado que mi infancia fuera terrible, siempre creí que todo lo tenía claro, aún los pocos problemas que había considerado importantes los tenía bajo control... o al menos eso pensaba. Pero cuando me encontré a mí mismo en la Cueva del Pasado, mi niño comenzó a decirme las cosas que él había pensado, me contó todas las cosas por las que había pasado, pero tal y como él las había sentido en su momento. Fue sorprendente darme cuenta de todo lo que había decidido olvidar. Y al recordarlo siento que sé un poco más quién soy y entiendo por qué he hecho todo lo que he hecho hasta ahora.

¿Y eso cómo te hace sentir?

No lo sé, todavía no llego a esa conclusión.

¿No tienes sueño?

No puedo dormir, miles de pensamientos pasan por mi cabeza, estoy feliz, triste, ansioso, miles de emociones transitan mi corazón.

Intenta dormir un poco, Príncipe.

¿Cómo?

La Escritora recordó una poesía que había escrito antes, pero como no pretende usar este cuento para publicar poesía, sólo le dirá unas cuantas estrofas a el Príncipe porque cree que en verdad las necesita.

Pon mucha atención, Adrien.
Ahora que todo nos parece extraño y que no encontramos una solución justo es el momento de no entender nada y dejar al tiempo lento sanador. Enfrenta las cosas después de sufridas porque el sufrimiento también es placer, sufre suficiente, sufre demasiado, pero sólo sufre lo que esté acordado porque cada causa tiene su dolor. Ya que el sufrimiento también es maestro y el diploma esfuerza, coraje y valor.
Y ya por la noche obscuro derroche de preguntas mil no intentes poner tú las soluciones a tantas cuestiones que no tienen fin.
Cierra bien los ojos y en sacro silencio, alza una oración no importa cuál sea, no importa tu raza ni tu religión.
Y en ese silencio de tus pensamientos que ya al fin dejaron de revolotear saldrá inminente la clara respuesta de todas tus dudas que claro sentiste que te iban a ahogar.
Y aquella respuesta, por más que te pese, se llama: esperar.
Ahora lo sabes, sabes la respuesta, ya duérmete en paz.

El Príncipe suspiró.

Gracias, Escritora -tomó su manta de lana y se cubrió con ella, abrazó a su Dragón y se quedó profundamente dormido.

Y colorín colorado Miraculous aun no se ha acabado// Adaptación MLBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora