Capítulo treinta y ocho: Déjalo entrar.

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Gixie.

El día había sido una tortura para él, la voz de Alastor era cada vez más potente en su cabeza, hace muchos años que no experimentaba esa sensación. La presencia de aquella entidad se alzaba sobre él como un mal presagio de lo que ocurriría, ya el demonio no se conformaba con invadir sus sueños y susurrarle al oído que todo saldría mal, ahora también invadía sus pensamientos mientras estaba despierto e iniciaba su monólogo de que solo él podía entender a Gixie... que estaba destinado a estar solo.

Ya te lo he demostrado Gixie, eres un Mathews y tu mayor condena será estar atado a mi sin derecho a tener acceso a eso que llamas "amor".

Cierra la boca —murmuró apretando los dientes—, no soy como mi familia, yo romperé ese ciclo. Tú solo estás jugando con mi mente, es lo que siempre has hecho.

¿Crees que te mentiría Mathews? eres parte de mi, mentirte a ti sería como intentar engañarme a mí mismo y eso es imposible. ¿Quieres pruebas? mira a tu preciada Johnson, después de esa noche donde creíste que estaría contigo "para siempre" ella terminó huyendo cuando le confesaste que la amabas —Alastor soltó una amarga carcajada— ¿es esa la prueba que necesitas Gixie? hombres como tu jamás podrán sentir lo que es amar... tú naciste para poner al mundo de rodillas, no para ponerte de rodillas ante otro humano y jurar "amor eterno".

—Quizás tengas razón Alastor... pero tú estás igual de condenado que yo, siempre estarás encerrado en mi cabeza deseando poder acceder a mi alma pero escúchame: yo JAMÁS voy a dejarte entrar.

Lo harás, tengo mucho tiempo y paciencia... recuerda que tu miedo, tu odio, tu dolor. Todo eso me hace más fuerte y aquí —Alastor olfateó la zona del cuello de Gixie— huelo mucho miedo —volvió a reír para desaparecer de las alucinaciones del mayor dejándolo hecho trizas y temeroso de sí mismo.

Gixie dejó caer un par de lágrimas, el miedo era lo que despertó a Alastor en los sueños de Gixie pero... su dolor ante la indiferencia de Leila por su confesión era lo que había traído de vuelta el poder de aquella entidad. Sintió unos ojos clavados en su espalda y al voltearse vio a Constantine apoyado en la pared mirando al atormentado Gixie que distraído se encontraba demasiada cerca del balcón.

—Tuve el deseo de empujarte... Harvy se encargó de arrancar tus alas así que solo me bastaría un pequeño empujón para hacerte caer y que mueras por el golpe, pero luego recordé que te necesito al igual que todos para ganar esta mierda —gruñó el rubio dándole una calada a su cigarrillo—, incluso eso arruinó el desgraciado de Lucifer.

—Quizás debiste hacerlo.

— ¿Ahora hablas solo? —Se burló del contrario— creo que has perdido la cabeza.

—Sé que quieres matarme.

—Vaya, si que dices cosas obvias.

—No te culpo, incluso yo estoy considerando saltar y romperme el cuello. Quizás si muero ahora evitaré dañar a más personas en el futuro. —Constantine se puso al lado del antiguo profesor y lo golpeó con fuerza en el rostro.

—Eso es por ser un maldito depresivo, el único pesimista aquí soy yo —luego de decir eso cubrió su puño en llamas y golpeó el estómago del contrario— y eso es por mi familia. —su ira era grande pero comenzaba a controlarse, después de tantos años llenos de odio y resentimiento había entendido algo, Gixie no había asesinado a su familia y eso pudo verlo en la actitud protectora que mostraba hacia todos.

—Supongo que me lo merezco.

—Te mereces una jodida espada en el corazón y quizás algún día yo me asegure de que la recibas pero ahora... exijo una explicación... ¿Por qué? ¿Por qué masacrar a una familia entera? ¿¡Por qué las mataste!? —Constantine había imaginado ese momento de muchas maneras cuando estuvo en prisión y en todas las situaciones hacía esas preguntas sobre el cuerpo de un Gixie moribundo, tal vez eso no había sido tan erróneo porque el sujeto frente a él no tenía muchas ganas de continuar viviendo.

Guerreros de Xión: La llave de SalomónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora