Capítulo diecisiete: El Lucifer Redimido.

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Gixie.

Abrazaba a Leila con fuerza, quería transmitirle la seguridad que la chica necesitaba. Estaba rota, había pasado por tanto que perdió la fe en el resto de personas y en sí misma. Estuvieron por largas horas hablando y riendo, tratando de aliviar la tensión que se había creado en el ambiente. Leila de cierta forma le recordaba a él... sola, sin nadie que le pudiese mostrar lo que era sentirse querido, abandonada y constantemente pisoteada por este mundo lleno de injusticias. Gixie había decidido no abandonarla, quedarse con ella hasta el último momento y mostrar su apoyo, ayudarla a que volviese a confiar. El momento de paz que habían alcanzado ambos se terminó cuando un mensajero tocó la puerta, Gixie le abrió y recibió el paquete que este le ofreció. El sujeto desapareció y Gixie leyó la nota de entrega.

—"Un regalo para recordar los viejos tiempos"—leyó la pulcra y ordenada caligrafía—. Espero y no sea una de esas ex psicópatas. —bromeó un poco antes de comenzar a abrir el paquete.

Al abrir la caja, un olor fétido salió de ella y más tarde... Sintió como su alma se desgarraba poco a poco. El mundo pareció venírsele encima, todo se estaba derrumbando lentamente y él estaba debajo de los escombros siendo aplastado, viendo como todo era destruido sin que pudiese hacer nada.

—Mamá... —murmuró mientras sus pupilas se dilataban y su pulso aumentaba, dentro de la caja estaba la cabeza de su madre. Alguien le había hecho un corte bastante simétrico separando la cabeza del cuerpo para depositarla en aquella caja con un lazo de regalo.

Gixie gritó lleno de ira, de dolor, de venganza... ¿Quién hizo esto? ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué enviarle aquél tétrico regalo?, una voz comenzó a sonar con fuerza en su cabeza.

— ¿¡Qué es lo que harás cuando encuentres al responsable!? —Gritaba aquella entidad encerrada en las paredes de su mente— ¡Dímelo Lucifer Redimido! ¿Qué harás?

Gixie golpeaba con ira el suelo una y otra vez mientras dejaba escapar un río de lágrimas, tras cada lágrima el suelo recibía un puñetazo más fuerte que el anterior y de repente todo el piso de la biblioteca se vio congelado.

— ¡LO MATARÉ! —Gritó el mayor en medio de las lágrimas al tiempo en que sus ojos se tornaban de un color escarlata— ¡LOS MATARÉ A TODOS! —volvió a gritar desesperado.

—Eso es Lucifer, entrégate a la venganza... Déjame entrar una vez más... Enseñémosle a este mundo nuestro poder, vengaremos a tu madre... Juntos, como siempre tuvo que ser —continuó hablando aquella voz en su cabeza—, déjame entrar.

Liberó sus alas y una onda de energía siguió de ellas, la gravedad se vio alterada y múltiples libros comenzaron a volar en círculo alrededor de él, los libreros se levantaron por completo impactando con las paredes haciéndose pedazos al mismo tiempo que Gixie seguía gritando. La habitación comenzó a congelarse, sintió como el deseo salvaje de vengarse, destruir y matar invadió su ser.

Se puso de pie, sentía que ya no quedaba nada de él, la habitación estaba hecha un caos y los libros y estantes seguían volando por toda la zona, la cantidad de poder bruto que desprendía era exageradamente alta. Cuando se volteó decidido a salir de la habitación se topó con los ojos azules de Leila que le miraban con especial fascinación, ajenos al miedo que infundía su poder salvaje. La chica se acercó a él manteniendo el contacto visual, Gixie intentó moverse pero no podía... Se encontraba paralizado viendo como la chica se acercaba poco a poco a paso lento en dirección a él.

— ¿¡QUÉ HACES MATHEWS!? ¡DEBES DEJARME ENTRAR! ¡SOY EL ÚNICO QUE PUEDE AYUDARTE! ¡MUÉVETE MATHEWS! ¡DÉJAME ENTRAR! —gritaba molesta aquella entidad en su interior pero Gixie no la escuchaba.

Guerreros de Xión: La llave de SalomónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora