Prologo

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The New York Times no perdió el tiempo e imprimió las historias.

Graham & Miller, el prestigioso bufette, se ve envuelto en un escándalo

Miller acepta cooperar con la fiscalía contra Graham.

Graham, arrestado e interrogado después de que su esposa lo demandara por abusos

La única cosa que no mencionaron, quizá por una única pizca de respeto, era que había perdido la custodia de su pequeña hija, y que tuvo que entregársela a Michael.

Él era inocente de todos los cargos de los que lo acusaron, pero como había golpeado a Michael y su esposa, afirmó que fue violento con ella, el juez decidió poner a su princesa bajo custodia de su amante, padre biológico, por petición de la madre.

Al principio, Terrence pensó que sería por un par de semanas, un mes como mucho, pero según fueron amontonándose los cargos, el caso quedó atascado en los tribunales, y fueron pasando los meses.

Para empeorarlo todo, Michael y su esposa comenzaron a llevar a su hija a los lugares que sabían que frecuentaba: su sitio favorito en Central Park, la parte que le gustaba del puente de Brooklyn, los restaurantes que prefería...

Y entre comparecencias en el juzgado, los seguía al parque, reprimiendo el impulso de gritarles por dejar que su niña se acercara demasiado a la calzada y las ganas de tomarla en brazos y huir del estado e incluso regresar a Londres.

En vez de eso, el joven abogado presentó cada una de las causas abiertas, luchando contra múltiples demandas a la vez mientras buscaba cualquier vacío legal en temas de custodias, documentándose con todos los casos en los que los padres no biológicos conservaban sus derechos.

Con el tiempo, y gracias a la intervención de su padre, comenzó a salir a la luz la verdad sobre los planes de su esposa y Michael, y el mismo día en que ella confesó que había mentido cuando dijo que la había golpeado, ganó la custodia de su hija.

Faltaban tres días para que cumpliera cuatro años, así que organizó una fiesta invitando a algunos amigos del vecindario con sus padres. —El tema de la fiesta era los bosques, por supuesto, y los adornos, paraguas y botas de lluvia.

Michael, que seguía alegando su inocencia con respecto al fraude, se encariñó con la niña a lo largo de los meses. —Le preguntó si podría verla los fines de semana cuando se la devolvieran, pero Terrence no se molestó en responderle. —Ya la había visto suficiente.

El día de la fiesta de cumpleaños, cuando faltaban dos horas para que comenzara, Terrence lo llamó para asegurarse de que la llevaría a tiempo. —En lugar de hablar con él, Michael hizo que la niña le repitiera cada palabra.

—Pronto estaremos ahí —le dijo ella con voz risueña—. ¿Puedes dejarnos disfrutar de estas últimas horas a solas? También es mi hija.

—Hasta luego, princesa.

—¡Adiós, papá! —la niña colgó y Terrence se puso a reorganizar los adornos por enésima vez, antes de recibir a los primeros invitados y acompañarlos al salón.

Pasó media hora.—Una hora..—Dos.

Llamó a Michael, irritado de que estuviera poniendo en práctica aquel truco, como si aquello fuera la mitad de difícil para él, pero no le respondió.

Molesto, marcó el número de la policía, que se presentó ante su puerta poco después.

—¿Es usted Terrence Graham ? —preguntaron.

—Sí, soy yo el que los ha llamado.

Les mostró la orden judicial que llevaba en el bolsillo y les explicó lo que estaba pasando. Lo que Michael estaba haciendo era técnicamente un secuestro, pero le interrumpieron.

No habían ido por su llamada...—Sino para informarle algo.

Cuando le explicaron lo que había ocurrido, que a menos de una milla de su casa un camión había chocado contra el auto de Michael, palideció. 

Tras reponerse de la primera impresión, Terrence les preguntó a qué hospital habían trasladado a su hija. —Cuál era el camino más corto, pero uno de los policías suspiró y miró hacia otro lado, como si no quisieran explicar nada más.

No tenían que hacerlo...Sus miradas lo decían todo.

**********************

El funeral de su hija tuvo lugar un día húmedo y gris, lo que supuso otro golpe más. Permaneció allí sentado mientras las pocas personas que la conocían soltaban sus discursos. —Sus pequeños amigos todavía no comprendían lo que significaba realmente la muerte.

—Espero que estés de vuelta la semana que viene, para que no te pierdas mi fiesta de cumpleaños —dijo la vecina de al lado, una niña de cuatro años llamada Daisy.

Terrence miró el pequeño ataúd mientras lo bajaban. Una parte de él quería unirse a ella y que le enterraran con vida. —Así al menos no tendría que seguir sintiendo.

—Lamento la pérdida —le decían uno a uno antes de alejarse. —Cuando la gente estaba dispersándose, vio que la madre de su hija entraba en el cementerio.

Iba escoltada por dos guardias de la prisión. —El joven abogado, vio cómo caía de rodillas y empezaba a llorar cuando llegó junto a la tumba abierta.

—No me permitieron llegar a tiempo al entierro de mi hija —maldijo a los guardias.—No estuve presente... ¿Cómo pudieron ser tan crueles?

—Los permisos para salir de la prisión tienen un horario establecido, señora —dijo uno de ellos sin inflexión en la voz—. No podíamos salir antes.

Ella movió la cabeza mientras lloraba, golpeando el suelo con las manos. —Se levantó como si necesitara tomar distancia con la culpa y se dirigió hacia el estrado, leyendo las notas que la gente había dejado..—Perdió de nuevo el control y Terrence se acercó a ella.

—Terry ... —le tendió los brazos—. ¿Se ha ido de verdad?

—Sí, se ha ido. —No quiso consolarla—. Y todo es culpa tuya. Tu maldita culpa.

—¿Crees que no lo sé? —sollozó—. ¿Crees que no lo siento?

—Eres tú la que debería estar ahí abajo en este momento. Deberías ser tú.

—Terry...

—No tenías que haberla alejado de mí y lo sabes.

—Sí, lo sé... Pero...

—¿Querías demostrar que podías hacerlo?, ¿Que podías hacerme daño porque has jodido tu vida y querías arrastrarme contigo?

—Podemos superarlo... Todavía podemos encontrar la manera de limpiar tu nombre en esta ciudad. —Eres el mejor abogado que conozco... —Sé que puedes arreglarlo y, de paso, ayudarme a mí. ¿Podrías perdonarme?

—Haré todo lo que esté en mis manos para asegurarme de que te pudras en la cárcel. Me aseguraré también de que no salgas nunca y de que ni siquiera te concedan la libertad condicional.

—No es eso lo que quieres, Terry...

—Y si alguna vez consigo cometer asesinato, Michael y tú serán mis primeras víctimas.

El guardia le miró de reojo.

—No digas eso, Terry...

—Mi nombre no seguirá siendo Terrence Graham, a partir de ahora usaré Terruce Granchester.

—¿Te marchas? ¿Y me dejas aquí?

—Ahora mismo deberías estar bajo tierra... —Vio que el director de la funeraria apilaba las sillas, llevando a cabo lo que era una rutina para él—. Deberías ser tú...

Uno de los guardias se puso a hablar con el personal del cementerio para saber si tenían que marcharse ya. —Al darse cuenta de que su tiempo allí se acababa, su “esposa" se aferró a él.

--Terry

--Terruce,--la corrigió

--Es evidente que todavía me amas, por eso me confías eso. —Podemos reconstruir lo que teníamos, podemos empezar de nuevo tú y yo... Podremos hacerlo si quieres...

Le tomó las manos para liberarse de ella mientras uno de los guardias se acercaba más.

—Sabes que la cárcel no es sitio para mí —aseguró entre sollozos—. Me van a transferir a otro lugar permanente la semana que viene... Sálvame, Terruce, sálvame...

No dijo nada.

—Si pudiera hacer retroceder el tiempo, te juro... Te juro que lo haría. ¿Es que crees que no quería a mi hija?

—Tú lo has dicho, "querías" —.ahora es pasado.

Suspiró...—Por favor, no me dejes...

—No lo haré. —Dio un paso atrás para que los guardias pudieran llevarla a la patrulla, te escribiré.

—¿De verdad? —En sus ojos brilló la esperanza mientras se alejaba—De acuerdo, esperaré tus cartas... Espero que todo se arregle.

La lluvia arreció, la llovizna se convirtió en un aguacero, pero él permaneció allí de pie, incapaz de alejarse de su hija. Releía la pequeña lápida llorando mientras recordaba su rostro.

D. G.

La niña de los ojos de su papá
desde el principio hasta el final.
Se fue demasiado pronto,
pero jamás será olvidada...

Se quedó mirando las palabras durante horas, donde solo había colocado las iniciales de su pequeña. Dejó que la lluvia le empapara hasta los huesos. Solo se marchó cuando le avisaron de que iban a cerrar el cementerio.

Perdido y con el corazón destrozado, pasó los siguientes meses envuelto en una vertiginosa neblina. —A pesar de que su esposa estaba tras las rejas, el periódico siguió soltando mentiras como si fueran hechos, calumniándole, pero ni siquiera se molestó en demandarlos.

No tenía energía para nada, los abogados de su padre se presentaron en su casa para convencerle de rendir su declaración en persona, no lo hizo, en su lugar presentó testimonio por escrito a través de ellos, sabiendo que, con el tiempo, todo se arreglaría solo. —Ni siquiera le importó que aquella mujer hubiera contratado su propio equipo de profesionales para impedir que consiguiera el divorcio. —Ya no le importaba nada.

El bufete se arruinó ante sus propios ojos, y subastaron hasta los lavabos. Ante la comunidad legal, su caída se convirtió en una advertencia, una señal de qué podía ocurrir cuando el estatus y la codicia tomaban el mando.

Se emborrachaba todos los días, con la intención de que el alcohol adormeciera su dolor. —Y cada vez que despertaba después de haber bebido hasta perder el conocimiento, volvía a emborracharse. —Solo cuando tomaba un poco de café se ponía en funcionamiento su mente.

Sus padres lo buscaron innumerables veces y se rehusó a hablar con ellos, no quería escuchar de sus labios:

"Te lo dijimos Terry, te advertimos que esa mujer no era buena para ti y no nos escuchaste".

Le resultaba demasiado doloroso visitar el cementerio, casi tan doloroso como entrar en la habitación de su hija. —Así que, contrató personal para que metieran en caja todas sus cosas, pidiéndoles que dejaran a un lado la imagen de la D y la G; soportaba su vista porque era algo que había elegido ella.

Guardó duelo durante meses por la vida que jamás tendría, intentando darle sentido a todo. —En el fondo, era consciente  que no podía quedarse allí, pero tampoco quería marcharse siendo el mismo hombre. —Aunque sabía que nunca superaría lo que le había ocurrido a su pequeña, necesitaba encontrar la manera de enfrentarse a ello. —Una forma de integrarse nuevamente en el mundo real.

Un día se detuvo en un quiosco y sus ojos captaron un artículo sobre el nuevo abogado estrella de la ciudad: Daniel Leagan. —Vestido con uno de los trajes de marca que Michael habría elogiado, se había convertido en la comidilla de la ciudad y, por lo que pudo leer, era un tipo arrogante, solo un poco más de lo que él lo fue.

—Oh, ha tomado el último... —dijo una mujer mientras se detenía a su lado.

—¿Lo quiere?

—Bueno... —Se sonrojó—. En realidad el periódico no me interesa. Solo quiero la entrevista a Daniel Leagan para poder enseñarles a mis amigas cómo es mi hombre ideal.

—¿Pero ha leído las tonterías que dice en esas páginas? —Arqueó una ceja—. Es idiota.

—Eso lo hace todavía más adorable, ¿no cree?

—Le preguntaron qué hace cuando no dicen nada positivo de él. —No podía creer lo crédula que parecía aquella mujer—. ¿Quiere saber lo que dijo?

—Claro. —Cruzó los brazos—. ¿Qué hace cuando lo critican?

—Mira su cuenta bancaria —replicó —. Y entonces dice, y citó:

"No creo que alguien deba ser querido para tener éxito".

—Lo dice de verdad. --Prácticamente se derritió sobre la acera. —Seguro que sabe coger genial...

Terrence le entregó el diario y se alejó. —Aquella mención al sexo le recordó cuánto tiempo había pasado desde la última vez que se acostó con alguien...Entonces se dio cuenta que, necesitaba desesperadamente tener un poco de sexo ...—Se inscribió en una web de ligues online y poco a poco se deshizo del hombre que era. —Compró un traje de marca para cada día de la semana. —Dejó de consumir tanto alcohol para dejar sitio a su nuevo apetito, y en lugar de golpear las paredes con el puño para deshacerse del estrés, invirtió en habanos.

Aun así, las mujeres que conocía online eran normales, y ninguna de ellas parecía estar interesada en el sexo. —Solo querían hablar de idioteces, dejándole siempre inquieto al final de la noche, a solas para ahogar sus penas en alcohol; obligándole a volver a comenzar el experimento.

Como la mujer que estaba sentada en el borde de la cama, hablando como una cotorra. —Era unos años mayor que él, creía que era maestra, y no era capaz de permanecer en silencio.

Hablaba de su vida en la universidad, de un chico que amó, llamado Mark, un tipo que nunca le correspondió. Antes de que pudiera empezar a describir el lugar del campus donde se conocieron, Terrence se dio cuenta de que no podía seguir soportando aquella mierda.

—Mark y yo habríamos tenido una relación perfecta —dijo—. Incluso hubo una vez que...

—¿Vamos a tener sexo o no? —la interrumpió.

—¿Qué? —Se llevó las manos al pecho—. ¿Qué has dicho?

—Te he preguntado si vamos a tener sexo. —Marcó cada sílaba—. No he reservado esta habitación para quedarme aquí sentado, oyéndote hablar durante toda la noche.

Le miró boquiabierta...—Creía que... —tartamudeó—. Creía que te gustaba.

—Me gustas lo suficiente para echarte un polvo. Eso es todo.

¿Sus ojos se hicieron más grandes y dio un paso atrás...—Durante el tiempo que hemos estado saliendo solo querías acostarte conmigo?

Maldiciendo entre dientes, añadió las preguntas retóricas a la lista de cosas que no iba a aguantar más.

—Creía que habías salido conmigo todas esas veces porque...

—Quedé contigo todas esas veces para que pudiéramos conocernos un poco mejor. Para estar seguro de que no eras una psicópata asesina, y para que supieras que yo tampoco lo soy. —Hizo una mueca al pensar en todo el tiempo que había perdido—. El objetivo era que nos encontráramos cómodos para tener sexo, y luego cada uno marcharse por su lado.

—¿Solo iba a ser una vez?

—¿Es que tienes problemas de audición?

Parecía completamente sorprendida, y él no estaba de humor para explicárselo con más claridad.

Le miró a los ojos antes de que pudiera añadir una palabra más.

—Entonces... —dijo, todavía en estado de shock—, ¿es mentira lo que pone tu perfil?

—No. —Todo lo que está en mi perfil es verdad. Sacó el celular..—Expongo por qué me inscribí, y he sido bastante paciente al pasar más tiempo contigo. Pareces una buena persona, pero después de esta noche, tengamos sexo o no, no pienso volver a salir contigo. Así que dime, ¿qué vamos a hacer?

Se quedó mirándole una vez más, ahora con la boca abierta, mientras él echaba un vistazo a su perfil de ligues.

En efecto, se había olvidado de cambiar la configuración predeterminada cuando se inscribió en la web y en la pestaña "Lo que estoy buscando", todavía estaba lleno de idioteces: —Largas conversaciones, conexión con alguien que me entienda de verdad y encontrar el amor verdadero

—¡Ja! Se burló, borró con rapidez el texto y levantó la vista, dándose cuenta de que su ligue seguía en la habitación.

—Si continúas aquí más tiempo —dijo —, voy a pensar que quieres tener sexo esta noche. Si no es así, ahí tienes la puerta, que es lo suficiente grande y espaciosa para que te marches de una vez.

Su resoplido fue lo último que escuchó antes de que la puerta se cerrara con tanta fuerza que hizo temblar el espejo de la pared.

Sin inmutarse, Terrence pensó en lo qué quería que apareciera en esa pestaña.

Durante los últimos meses había ido de decepción en decepción, perdiendo tiempo y dinero en mujeres que no buscaban lo mismo que él.

Ahora todo tenía sentido. —A partir de ese momento ya no habría más cenas innecesarias ni conversaciones eternas. —Ya no tendría que soportar aquellas tonterías.

No necesitaba otra relación, esos días habían terminado para siempre, y jamás pasaría más de una semana hablando por teléfono con la misma mujer.

Mientras el sol se ponía al otro lado de la ventana de la habitación de aquel hotel, se le ocurrió la frase perfecta:

Una cita, sin repeticiones.

Luego la resaltó y la puso en negrita.

Mientras la miraba, pensó que quedaba muy pobre, que alguien podía pensar que no se lo tomaba en serio. Así que debajo añadió algo que dejaba todo muy claro:

Solo sexo. —Nada más. —Nada menos.



Continuará...

Hola, hola mis bellas chicas, Dios las bendiga.  Antes que nada quiero agradecer a quienes leerán por primera vez, esta historia, y a quienes ya la leyeron, hago de vuestro conocimiento,  que le di una edita antes de ser narrada,  por lo tanto es posible que leerán cosas nuevas, las cuales espero sea de vuestro agrado  ☺.

Por aquí les dejo el link en donde pueden seguir noche a noche, las narraciones.

Y Llegaste TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora