Capitulo XI

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Narrado Por Candy

Tenía un aspecto terrible. —Absolutamente terrible.

Hoy era el ensayo final, con vestuario, de El lago de los cisnes, y no parecía preparada para ello en absoluto. Tenía los ojos hinchados y rojos de tanto llorar por Terry, los labios secos y agrietados y la piel tan pálida que incluso el señor Marty se acercó a interesado por mí.

—¿Va a interpretar al cisne blanco o a un fantasma blanco?

Por más que trataba de sonreír a pesar de mi dolor, lloraba cada vez que me quedaba sola. —Todas las noches buscaba consuelo en helados y chocolate y no era capaz de dormir.

Todavía no lograba asimilar que Terry me hubiera echado de su departamento con aquella crueldad. —En un momento me sostenía contra su pecho mientras me besaba y al siguiente, me decía que ya habíamos tenido suficiente sexo y no quería seguir conmigo, que prefería estar con otra mujer.

Lo que era peor, cuando al lunes siguiente regresamos al trabajo, me trató de una forma todavía más grosera. —Me asignó un caso que me llevaría meses ordenarlo y me hizo problema delante de todo el mundo por llegar con diez segundos de retraso. —Luego incluso tuvo la audacia de quejarse de que sonriera mientras le llevaba el café.

Menos mal que había escupido en él...

—¿Estás llorando otra vez? —La ayudante de maquillaje me levantó la barbilla—. ¿Es que no sabes lo caro que es este maquillaje?

—Lo siento. —Intenté contener las lágrimas.

—No he visto los nombres de tus padres en la lista de invitados. ¿Vendrán al segundo pase, el sábado?

—No.

—Entonces, será que quieren ver todo el programa sin descansos, ¿no?

—Mis padres... – bufé . —Cuando les hablé de la cantidad de ensayos que tenemos que hacer, me dijeron que lo verían en el estreno. —Solo les vale la perfección..—Por desgracia, me siento identificada...

La joven se rio y siguió con su charla intrascendente, haciendo que contara en silencio los segundos hasta que terminó.

Cuando me aplicó la última nube de polvo en la cara, me dio la vuelta para que me mirara en el espejo, al otro lado de la habitación.

—Wow... —susurré—. En serio, Wow...

No parecía que hubiera estado llorando. —Aunque tenía los párpados cubiertos de sombra de ojos oscura y me había dibujado una lágrima falsa debajo del ojo derecho, parecía como si fuera la mujer más feliz del mundo.

—¿Señorita White? —preguntó el señor Marty, acercándose a mí—. ¿Puedo robarle un minuto?

—Sí, señor. —Lo seguí por las puertas que había detrás del escenario hasta el exterior.

—Tome asiento en el banco, señorita White. —Sacó un cigarrillo del bolsillo y lo encendió.

El humo dibujaba espirales en el aire entre nosotros mientras me miraba de arriba abajo. —Por alguna extraña razón, parecía incluso más molesto que de costumbre, como si estuviera a punto de gritarme.

—Señor Marty... —musité por lo bajo—. ¿He hecho algo mal?

—No. —Negó con la cabeza—. La he traído aquí porque quiero que sepa que en el ensayo de ayer me pareció que estaba más gorda. —Demasiado gorda.

—¿Qué?

—A pesar de ello, ha bailado muy bien la parte del cisne negro, con el grado justo de ira y tristeza, aunque no puedo decir lo mismo del cisne blanco. —Tosió—. Parecía que su mente estaba en otra parte. —Como si le costara parecer feliz durante cinco minutos y, para colmo, ha engordado.

Y Llegaste TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora