Capítulo 29

206 25 4
                                    

Sintió. De repente, sintió. Fue como si hubiese un terremoto que hubiera sacudido la tierra y su cuerpo, haciéndolo despertar. Movió sus dedos de las manos, luego los de los pies. Un poco el brazo derecho, otro poco el brazo izquierdo. La cabeza. La giró de un lado a otro. Sentía, podía moverse, pero sin embargo se sentía aletargada. Sentía, pero en parte le dolía. No mucho, pero dolía, y, por algún motivo, sabía que hacía mucho que dolía.

Abrió los ojos.

Una intensa luz la cegó por un instante, pero se recuperó y se sentó en la cama, que era donde, sin saber, había pasado mucho rato. Todo le costaba horrores y su cabeza chillaba cada vez que hacía el mínimo movimiento. A pesar de eso, recorrió la estanca con los ojos y se sorprendió al ver a Kate dormida a su lado. Estaba en su casa, en su propia habitación, lo que la sorprendió aún más.

Al instante, recordó todo. El lobo, la sangre, el miedo, el juego, las armas, Mike. Ansiedad pura recorrió su cuerpo y la llevó a pegar un manotazo a su hermana y sacudirla, para que se despertara. Ella despertó de a poco y en su rostro, pálido y cansado, Anna pudo disfrutar de un espectáculo de expresiones. Primero susto, luego confusión, sorpresa y por último, felicidad. Se ganó un abrazo de esos que se ganan el nombre “de oso”

-Despertaste, ¿te duele algo?

-Absolutamente todo, pero es soportable. Kate…

-Sí, ya sé que te estarás preguntando un montón de cosas y…

-En realidad, sólo quiero un vaso de agua, pero allá tú. – Murmuró, rascándose el cuello levemente. Esa pequeña acción envió choques eléctricos por toda su espalda.

-¡Ya mismo! – Exclamó su hermana, levantándose y comenzando a caminar. Anna la tomó del brazo y la detuvo, riéndose en silencio.

-Era broma. – Su hermana la miró con desprecio, pero luego suavizó su expresión. – Ahora que dejas de mirarme con pena y vuelves a ser la misma hermana pesada de antes, cuéntame las cosas con calma.

-Primero comerás algo, luego la historia.

Kate se aseguró de que su hermanita comiera un gran plato de espaguetis y un vaso de jugo color azul, de esos que toman los deportistas para recuperar vitaminas. Sólo entonces comenzó a contarle todo. Ella había pasado vaya uno a saber cuántos días sin comer y drogada, con una sustancia que – dicen – la utilizaban los hombres del lobo y nadie más. No había dejado grandes daños, salvo por aquel dolor y una ligera… tontera en el cerebro, que atontaría un poco sus acciones, pero luego se iría, o eso esperaban. Sólo debía preocuparse por comer y beber para recuperar lo que había perdido y cuidarse la herida en la cabeza, que aún dolía y no estaba curada. Respecto a agujero que tenía en pleno pecho, ya no debía preocuparse por él. Los cirujanos habían logrado quitar el fastidioso pedazo de metal que tenía incrustado allí y la habían sacado de peligro, sin mucho esfuerzo, para suerte de Anna y para susto de muerte de su hermana.

-¿Qué hay de Mike? – Preguntó, interrumpiendo el aburrido relato con detalles médicos que su hermana estaba dándole.

-Ahora te preocupas por él, y pensar que antes tú…

-Kate. – La cortó, desesperada por oír algo, lo que fuera del muchacho.

-Luego de que tú te desvanecieras, él se quedó a tu lado. Lo encontramos llorando, respirando levemente y en un estado peor que el tuyo. Claramente El Lobo se encargó de él… La casa donde estaba era un maldito laberinto, que definitivamente cumplió su objetivo principal. Unos policías estaban cerca de ustedes y él gritó, lo que les permitió encontrarlos. Nos pidió que te ayudáramos primero y entre Frank y un médico te sacaron de allí. Entonces fue como si nada más le interesara, se dejó caer y se desmayó.

>> Según me dijeron, tenía muchas heridas internas y cortes y moretones. No quiero ni puedo imaginar todo lo que esos hombres le hicieron. También había droga, pero no tanta como en ti. Estaba tan delgado Anna…

-Termina ya. – Rogó esta, queriendo acabar con la triste descripción que se había obligado a escuchar. Su hermana la miró con ojos serios, pero tranquilos.

-Más allá de eso, no había muchas complicaciones con él y los doctores lo estabilizaron rápidamente, sus heridas están prácticamente curadas y no hay nada de lo que preocuparse.

Su pecho dolía, pero no era por la droga, era porque no había respirado en todo el rato. Él estaba bien y, aunque le había costado aceptar que él no era el malo de la película, ahora lo tenía muy en claro y lo único que le importaba era que él estaba bien. Había sido secuestrada, drogada, maltratada y le habían disparado, casi matándola, pero ella estaba bien. Y Michael también.

Sonrió y su hermana la ayudó a recostarse en la cama, a pesar de ser lo contrario de lo que ella quería, le hizo caso y se tumbó. El calor de las sábanas tentó a sus ojos a cerrarse, pero esta vez, en un sueño inofensivo, pero reparador. Su hermana acarició su cabello y sonrió, por primera vez en días, y besó su frente.

-Duerme, hermanita, te esperaré para cenar. – Murmuró. Annabeth se durmió, en un sueño tan profundo que podría haberse confundido con la muerte, pero que sin embargo, le permitía sentir y, más importante, soñar. 

El lado oscuro de mis esperanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora