La habitación estaba oscura, puesto que la noche estaba llegando. Un suave aroma a carne al horno llegaba desde la cocina y se oía el programa de televisión que Kate veía siempre al cocinar. Alguien tocó la puerta y ella, aún traumada por los asuntos de los días anteriores, tomó su arma y fue a abrir. Mike, todavía muy delgado y un tanto maltratado, descansaba en el umbral. No se alarmó al ver la pistola, ya no le interesaba.
-Mike, ¿Estás mejor?
-Sí, aún me duele todo, pero ya puedo caminar sin llorar.
Hubo un largo silencio, ni siquiera llegaba ruido de la calle, que parecía haber hecho una pausa a la vida normal. Kate suspiró, pues adivinaba lo que Mike quería y, honestamente, no tenía energía para rechazarlo, ni tampoco quería. Tal vez su hermana lograría convencerlo.
-Está arriba, no…
-¿Se ha despertado? – La interrumpió. Kate no pudo evitar sonreír.
- Tranquilo. Ya despertó, comió, hablamos y volvió a dormir.
-¿Preguntó… por mí? – Inquirió, algo tímido.
-Sí, lo hizo. Estaba bastante preocupada.
-Ya veo… yo… - Dio un paso hacia atrás, dispuesto a retirarse.
-¡¿Kate?! – El grito pudo oírse desde el fondo. – Realmente me gustaría saber cuánto falta para la cena. Me aburro mucho.
-Hay alguien que quiere verte, Annita, ya te envío la ayuda para tu aburrimiento. – Gritó en respuesta. Clavó la mirada en el joven que tenía delante y sonrió, inocentemente. Mismo gesto que su hermana. – Arriba a la derecha. No que no lo supieras, claro…
Se corrió a un lado para dejarlo pasar. Él, a paso dudoso, se introdujo en la casa y espió a un lado y al otro.
-Mike… sólo asegúrate de… cuidarla.
Asintió y siguió camino. Un par de pasos más allá, justo antes de comenzar la escalera, se topó con el animalito blanco y negro que recodaba con claridad.
-Oreo. – Murmuró. – Estás más gordo y más negro.
Metió la mano en su jaulita y lo acarició. Siguió su camino poco después, subiendo los escalones. El mismo pasillo, los mismos cuadros en las paredes, la misma puerta. Pero, ahora, estaba totalmente abierta.
-Agh, estúpidas hermanas y sus invitados misteriosos, van a matarme de hambre. – Refunfuñó Anna, desde la habitación.
-Cuidado, o podría oírte. – Comentó, entrando despacio y dejándose ver.
Ella se quedó sin habla; algo parecido le pasó a él. La muchacha estaba acostada en su cama, totalmente relajada, con los brazos detrás de la cabeza y el pelo revuelto. Michael, por su parte, estaba parado y tenso. Anna intentó incorporarse, pero un quejido escapó de sus labios.
-Tranquila, con cuidado. – Se acercó, dudoso todavía, y la ayudó a sentarse. Ella comenzó a jugar con sus manos sobre su regazo, mientras observaba a Mike debatir si debía sentarse o no. Decidió palpar un lugar a su lado, invitándolo a acompañarla, mostrándose más relajada de lo que él esperaba encontrarla.
-Te ves mejor que… antes. – Dijo. Él asintió, pensando en que por fin, todo se había acabado. Casi. – Estoy medio atontada por la droga, o eso dicen, pero yo me siento normal. Es una advertencia, por si digo alguna estupidez o algo por el estilo, cosa que es muy probable teniendo en cuenta que…
-Sólo estás más charlatana. – Susurró él, riendo. Su risa no era la misma, estaba más apagada, más seca.
-¿Por qué has venido? – Preguntó, al notar, además, su postura encorvada y su expresión. Mike la miró a los ojos y supo que ella sabía y que darle vueltas sería estúpido.
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El lado oscuro de mis esperanzas
Hayran KurguLa gente dice que el amor es complicado y probablemente tengan razón. Infidelidades, triángulos amorosos, amores no correspondidos y corazones rotos son tan sólo unos ejemplos de los problemas que puede traer darle al corazón rienda suelta. Pero ¿y...