Capítulo 8

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Mike despertó y recordó la charla que habían tenido antes de dormirse. Miró a Anna, aún dormida, y se preguntó cómo se le habría ocurrido lo de la apuesta. Él no era un chico que saliera con chicas más que para pasar el rato y, sin embargo, sintió que perder la apuesta no significaría ninguna molestia para él.

Quitó la mirada de la muchacha y sus pensamientos empezaron a vagar. Se perdió en ellos y cuando volvió a ser consciente de dónde estaba, ya había pasado casi una hora.

Se giró para ver a Annabeth y notó que estaba despierta. Ella no pareció inmutarse sino que simplemente dejó los ojos pegados al blanco techo mientras jugaba con sus manos. Vio como pestañaba varias veces y luego se frotaba los párpados, antes de volver a la posición inicial.

-Anna, ¿estás bien?

La chica volteó el rostro y esbozó una pequeña sonrisa. Asintió levemente y luego se levantó. Obligó a Mike a levantarse y juntos fueron escaleras abajo para preparar algo de comer.

Mike ni siquiera se preocupó en pensar en su trabajo, simplemente se limitó a disfrutar la compañía de Anna. La mayoría del tiempo la pasaba solo o con su hermano; era grato contar con alguien además de Vic.

Pasó casi todo el día intentando animarla, sabía que algo le pasaba pero ella no le diría qué. De alguna manera, ella se sentía feliz a su lado. Acababa de conocerlo pero confiaba en él; interiormente se reprochaba esto a cada segundo.

-Oye, ¿por qué no hacemos algo? – sugirió, luego de haber pasado dos horas sentados en el sofá jugando a las cartas.

-Gran idea, ¿por qué no vamos a…? – El teléfono interrumpió a Mike y ella, disculpándose, corrió a atender. Habló unos minutos antes de volver a aparecer en la sala y sentarse frente a él

-Vendrá mi hermana a casa así que no iremos a ningún lado. Si quieres quedarte, podemos seguir… jugando… a las cartas…

El muchacho comenzó´ a reír, consciente de que Anna se estaba aburriendo tanto como él. Hizo un movimiento rápido con la mano y tiró todas las cartas al piso, desparramándolas por todas partes.

-Me quedaré, pero  mejor veamos una película. – Anna asintió y prendió el televisor.

Cuando Kate llego, los encontró a ambos con el rostro oculto en las manos y gritándose entre sí “apaga el televisor”. Se acercó lentamente, procurando no hacer ruido, y apagó la pantalla, donde segundos antes estaban dando “Actividad paranormal”.

-Ya, miedosos, pueden abrir los ojos.

Anna descubrió su rostro y fue directo a abrazar a su hermana. Le preguntó cómo estaba todo en la nueva casa y hablaron un par de minutos antes de recordar que Mike estaba en la misma habitación que ellas.

Kate se alejó de su hermana y fue a saludar al muchacho, que las miraba unos metros más allá. Tenía los ojos fijos en Kate cuando esta lo saludó amigablemente y, al alejarse, no pudo evitar que su boca se abriera un poco. Sonrió como pudo y se retiró unos momentos para poder ir a fumar un cigarro.

Una vez fuera de la casa, caminó hasta su auto, tomó el sobre de papel y sacó la foto que había dentro. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por reprimir todas las maldiciones que se le venían a la mente y querían salir por su boca. Lanzó todo al auto y quiso que la tierra se lo tragara.

Sintió que alguien le tocaba el hombro y, al darse vuelta, vio a Anna, dirigiéndole una mirada extrañada. Él puso todo su esfuerzo por dedicarle una corta sonrisa y ella pareció un poco más tranquila.

-¿No que salías para fumar? – Él se encogió de hombros.

-No tengo más, tendré que comprar otro paquete. – Anna rodeó los ojos y como toda respuesta sacó la suya y se la tendió, luego de tomar uno ella misma.

-Te lo debo de todos modos.

Se apoyaron en el auto de Mike e intercambiaron pocas palabras. El chico estaba un poco tenso y lo que menos quería hacer era hablar y Anna supo comprenderlo.

Unos minutos después, volvieron a entrar a la casa. Kate decidió quedarse a cenar con ellos y pidieron pizza, algo que ambas hermanas amaban comer. Mike quería irse pero ya le había dicho a Anna que se quedaría, y realmente quería pasar más tiempo con ella.

De modo que Mike tuvo que pasar dos horas compartiendo una conversación con Anna y su hermana; tuvo que aguantar dos horas sentado frente a la mujer que tenía que matar.

El lado oscuro de mis esperanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora