Capítulo 23

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Habían pasado horas y ella seguía sentada en el mismo lugar. Su hermana había enviado a Jaime y Dem a sus casas, asegurando que nadie corría riesgo, por lo que ahora Annabeth estaba sola, afrontando una espera interminable. Sintió el ruido de la puerta al abrirse y, de un salto, se encontró de pie.

-¿Qué se supone que haga, Kate? ¿Seguir esperando?

-Anna, sé paciente. No podemos hacer nada si no sabemos dónde está.

-Vale. –Ella sabía que tenía razón, pero mientras más tiempo pasara, más ansiosa se sentía.

Después de todo, quién sabía qué demonios podía estar pasándole a Mike en manos de ese desquiciado. Kate le había contado todo lo que sabía del tal Lobo y eso no había logrado calmarla en absoluto. Mike había tenido motivos para todo lo que había hecho en su vida pero… ella aún no podía creer que había estado junto a un posible asesino que se le había acercado con el único objetivo de matar a su hermana, y luego a ella misma. ¿Cuántas cosas es necesario que una persona haga para odiarla en todo el sentido posible de la palabra?

Annabeth no lo sabía, pero estaba segura que Mike había pasado la línea mucho tiempo atrás y que contaba con más motivos de los necesarios para odiarlo. Era más fácil para ella, sabiendo que lo había amado y que él la había traicionado. Del odio al amor hay un solo paso, ¿verdad? Pues a Annabeth le había pasado exactamente lo mismo, pero al revés.  

-¿Qué sucede, hermanita? – Inquirió Kate, después de haber presenciado el intenso debate que se realizaba en la cabeza de su hermana menor. Ella la miró confundida. – Llevas 15 minutos con la mirada perdida en el vacío y mordiendo tu labio, ¿qué te sucede?

-No sé por qué quiero encontrarlo. – Confesó, en un intento de liberar la presión que se ejercía en su cráneo. Tanto pensar le daba migrañas. – Lo odio.

-Lo amabas, ¿por qué el cambio repentino de sentimientos? – Annabeth la miró, incrédula, provocando una risotada en su hermana.

-Quiso matarte, literalmente quiso asesinarte, Kate. ¡Quién sabe cuántas personas habrían muerto de no ser por Frank y sus planes!

-Annabeth…

-No me vengas con tus “Annebeth, Annita” porque no cambiaré de opinión. ¡Él incluso se planteó matarme a mí! Yo… No sé qué pensar, mejor me voy a casa, Kate

Tomó el bolso donde tenía sus cosas, todas hechas un bollo y desordenadas. A grandes zancadas, se fue alejando en dirección a la puerta por donde su hermana había entrado. Al cruzarla, se topó con muchos hombres vestidos con pantalones negros y camisas de colores claros, trabajando; todos agentes que habían pasado su vida entera persiguiendo a uno de los narcotraficantes más grandes y peligrosos, un criminal que ahora intentaba matarla por culpa del queridísimo Mike.

Ignoró los gritos de su hermana e ingresó al auto, donde un policía la esperaba para escoltarla hasta su casa. Al parecer ahora debía ser vigilada las 24 horas del día para que nadie intentara matarla cuando estuviera distraída. Por fin llegó, luego de media hora de viaje, y lanzó su bolso al suelo. Había extrañado su hogar y ahora se sentía mucho mejor estar allí, sabiendo que Kate pronto podría volver.

Se dejó caer en el sofá, soltando un suspiro. Contempló todo a su alrededor, todo estaba intacto. Se puso a pensar en todo lo que había pasado en los anteriores meses, con Mike rondando por su mente clandestinamente. No quería pensar en él, pero, irónicamente, era lo único en lo que podía enfocarse. Se preguntó por qué el Lobo querría hacerle algo, después de todo se suponía que la querría a ella, Mike sólo lo había desobedecido una vez, pero aún podía matarla si Nicholas se lo pedía. Seguramente, él sólo quería que ella fuera a buscarlo y así la obtendría a ella. Pero eso no pasaría, ella lo odiaba y no había manera en el mundo de que ella cambiara de opinión. ¿O sí?

Lanzó una carcajada ante sus dudas y se levantó para tomar un poco de jugo. Aprovechó para estirar las piernas, después de largas horas inmóvil en una silla, y recorrer su casa que hacía tanto no veía. Todo estaba igual, incluso la jaula donde ahora volvía a encontrarse Oreo. Se acercó al pequeño y lo contempló mientras lo alimentaba.

-Parece que no soy la única a la que Mike decepcionó, ¿o sí, pequeño?

Su teléfono comenzó a sonar por lo que corrió hasta su campera, que yacía tirada en el sofá, y buscó el ruidoso aparato. El nombre de Kate figuraba en la pantalla y, después de poner sus ojos en blanco, atendió.

-Annabeth, ¿por qué te escapas? –Preguntó su hermana a través de la línea. Anna simplemente caminó hasta la cocina y se sirvió el jugo en un vaso.

-No me escapo, sólo me aseguro de alejarme de aquello que no quiero escuchar. –Dio un largo trago mientras escuchaba a su hermana suspirar.

-Hay algo que aún no me has dado tiempo de contarte.

-Adelante. – Pidió, sin ánimos.

-Yo… Mike… Mike nunca quiso matarte realmente…

-Como tampoco quiso matarte a ti, ¿cierto?

-Cállate y escucha. – Chilló del otro lado del teléfono. – Le envió una carta a Frank pidiéndole disculpas y creo que deberías leerla. La dejé en tu buzón hace unos días. Léela y piensa bien.

Dicho esto, cortó la llamada, obligando a Anna a calmar su curiosidad e ir en busca de la dichosa carta. Cuando la tomó entre sus manos, pudo leer el nombre de Frank escrito con la inconfundible letra de Mike. La sostuvo, dudosa de si debía abrirla o quedarse con la curiosidad. No quería cambiar sus sentimientos, el odio que sentía, las ganas de tomar su cuello y despedazarlo, la ayudaban a mantenerse en pie en estos momentos y temía encontrar en la carta motivos para que esos sentimientos se apagaran, dejándola débil. Pero se lo debía a su hermana y, en parte, se lo debía al muchacho. De vuelta en la cocina, se apoyó en la mesada y sacó del sobre el arrugado papel escrito. Lo alisó un poco con sus dedos, tomándolo con delicadeza, y comenzó su lectura.

Frank.

Sólo tengo un momento para decir esto y si no lo hago, me llevaré las palabras tres metros bajo tierra, conmigo. Quiero disculparme por no haber podido ayudarte con el lobo pero todo este tema me superó. Necesitaba decirte esto, tal vez puedas mostrárselo a Anna, me estarías haciendo un favor. Yo nunca deseé que todo esto pasara, no quise involucrarme pero no pude evitarlo y cuando vi que no había vuelta atrás, me asusté e intenté mantener todo bajo de la raya.

Kate no estaba entre mis planes, intenté salvarla, supuse que tú podrías hacer algo al respecto, espero ser tan buen tirador como creía. Respecto a Annabeth, la única manera de ayudarla era alejarla de mí, y lo hice cuanto pude, lastimándome a mí tanto como a ella, pero valió la pena si al fin del día está a salvo. Necesito que la cuides, porque dudo poder hacerlo yo, y sé que todo esto es mi culpa pero quise evitarlo hasta donde pude. Creo que siempre supe cómo terminaría esto, dile a Anna que le debo un año entero de helado gratis.

Si pudiera volver el tiempo atrás, si pudiera cambiar mis decisiones, lo haría, por ella. Lamento haber defraudado a la única persona que supo ver en mí algo más que un criminal drogadicto.

Espero que algún día logres atraparlo y me ayudes a liberar todo el rencor que le tengo. Admito que la culpa fue mía, tal vez incluso fui yo quien me convirtió a mí mismo en un monstruo. Yo también me odiaría.

Mike  

Anna desvió la mirada en cuanto leyó la última frase, escrita con letra temblorosa. Se sentía vacía. Incluso llegó a desear que alguna lágrima traviesa se escapara de sus ojos, pero no, no había nada. ¿Qué se suponía que debía pensar? ¿Qué significaban esas palabras de Mike?

El lado oscuro de mis esperanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora