Capítulo 20

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Giró en su lugar para poder contemplar el lugar a donde las había llevado su amigo. Nunca había estado en un aeropuerto antes y su gran tamaño casi la dejaba sin aire. Recogió la maleta que estaba apoyada en el suelo, a su lado. Miró a sus amigos, aún sin entender por qué ambos habían aceptado acompañarla, pero se alegraba de no estar sola en ese preciso instante.

Ante el llamado, se subieron a avión. Todo eso era nuevo para Annabeth, quién nunca había salido de su ciudad. Estaba ansiosa, pero el motivo detrás de ello no la alegraba.

Se recostó en una butaca y cerró los ojos. Las leves vibraciones la estaban relajando bastante y podía escuchar cómo Jaime y Dem hablaban tranquilamente y soltaban alguna que otra risita. Pero sus pensamientos conectaron a Jaime con Mike, y no pudo evitar preguntarse qué estaría haciendo el muchacho en ese momento. Tal vez sabría que ella se estaba yendo y continuaría haciendo… cualquiera que fuera lo que hacía. Una pequeña parte de ella, deseó que él la recordara, pero ocultó ese anhelo e intentó olvidarlo. Abrió los ojos y los posó en un punto fijo y se quedó pensando, extrañando e imaginando.

El vuelo salió y sintió una leve presión en el estómago. Enfocó su vista en el aburrido paisaje que le otorgaba el pasillo, al otro lado del cual un hombre gordo roncaba a más no poder. Se fue quedando dormida de a poco. Luchó por mantenerse despierta un rato más, escuchando la conversación de sus amigos, pero los ronquidos la fueron durmiendo. Por fin, sin darse cuenta, dedicó un último pensamiento a Mike antes de caer dormida.

Aunque ella no lo supiera, él también se había quedado dormido pensando en ella, pero en circunstancias muy distintas. Rodeado de matones, había pasado las últimas tres horas siendo golpeado con cualquier objeto que a uno se le pase por la mente.

Lo había ido a buscar demasiado pronto, a pesar de que nunca podría hacerse la idea, había intentado metérsela en la cabeza y acostumbrarse a lo que venía. Pero era imposible. Cuando llegaron por él, no se resistió, no hizo nada. No podrían encontrar a Annabeth y eso era todo lo que le importaba, así que se dejó llevar.

Lo encerraron vaya uno a saber dónde. Era un lugar frío y algunos rayitos de luz entraban por unas ventanas altas, pero no sabía dónde se encontraba. Su principal pregunta fue cómo estaría la muchacha o si sus amigos se encontrarían bien. Horas y horas plagadas de miedo y nada que él pudiera hacer para cambiarlo. Mas, a pesar de eso se sentía liberado, en parte. Sabía que ese día llegaría tarde o temprano y el hecho de estar viviéndolo en el presente quitaba toda la ansiedad que había sentido durante tanto tiempo.

Se recostó en la pared, tomándose el costado donde probablemente tuviera una costilla rota, y luego se sentó. Apoyó su cabeza en el muro y se quedó viendo las pequeñas partículas que se reflejaban en la luz. Sabía que vendrían días peores así que procuró no concentrarse en nada importante. Si podía aguantar este el dolor, podría aguantar cualquier otro.

Dio libre albedrío a sus pensamientos, que no dejaban de llegar, y se enfocó en respirar hondo para así apaciguar el dolor. Una imagen vieja de Anna se coló en su mente y una sonrisa de lado se le escapó. Si estaba a salvo, todo valía la pena.

Un profundo cansancio lo invadió de repente. Dio un último vistazo antes de quedarse dormido con aquella sonrisa metida en su cabeza. todo lo demás, le resultaba totalmente efímero.

El lado oscuro de mis esperanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora