-Bueno, hermano, ya tenemos las cervezas y los chicos nos están esperando. ¿Nos vamos? – preguntó Vic mientras entraba a la casa, luego de haber guardado las botellas en el coche. Mike le lanzó una breve mirada desde la cocina, donde intentaba hacerse algo para comer.
-¿Sabes? Creo que yo paso, me quedaré aquí esta noche.
Vic lo observo unos momentos y entonces tomó uno de los almohadones que estaba cerca de él, en el sofá, y se lo lanzó. Luego del golpe, su hermano se revolvió para tomarlo y evitar que cayera sobre su intento de lasaña. Se volteó, con una mirada que decía “¿Qué demonios te pasa?” y tiró el almohadón de vuelta. Vic lo esquivó fácilmente y lo miró con enojo.
-¿Qué te pasa, Mike? Con suerte puedo verte en la semana y los sábados te quedas encerrado. Ahora, si no me lo piensas decir, te golpearé hasta que decidas contarme.
Mike se frotó el rostro con una mano y la dejó apoyada en su boca. Respiró hondo varias veces antes de siquiera dignarse a volver a mirar a su hermano. Se quitó la mano de la boca y la abrió, pensando qué podría decir, pero volvió a cerrarla cuando las palabras no salieron.
-Es por la chica, ¿cierto? No la mencionas hace tiempo. ¿Qué pasó? ¿Te enamoraste, Mike? – Los ojos de su hermano se abrieron como platos ante esa idea. Se apresuró a negar con la cabeza.
-“Enamorado” es una palabra muy grande. La extraño, Vic. Me acostumbré a tenerla cerca.
-¿Por qué te alejaste entonces? – Mike se dio la vuelta y miró por la ventana, ubicada justo sobre el horno. Apoyó sus manos sobre la mesada de la cocina y dejó escapar un suspiro. – Ni se te ocurra volver a lanzarme otra de esas miradas. Cuéntame, Mike.
-Me alejé porque no me quedaba otra opción. – Sintió los penetrantes ojos oscuros de su hermano clavados en la espalda. Después de una corta pausa, continuó. – El Lobo me pidió que la matara para acabar con el negocio que tenía con Kate. Y porque creía que era una distracción.
-¿Lograste convencerlo de no hacerlo? – Mike asintió levemente, aferrándose aún más a la mesada.
-Le propuse un trato. Él… aceptó tenerme a mí en lugar de a ella. – Vic palideció, asustado por esas palabras.
-¿A qué demonios te refieres?
-Ya no hay deuda que pueda pagar. Soy su sicario permanente. Siempre lo seré.
Vic se acercó y lo obligó a mirarlo a la cara. Vio que, a duras penas, conseguía evitar que alguna lágrima se le escapara de sus ojos cansados. Lo rodeó con los brazos y lo apretó, intentando consolarlo. “Trabajar” para el Lobo era como la peor de las torturas para su hermano y él lo sabía mejor que nadie.
-Tuve que alejar a Annabeth porque no podré mantenerla lejos de él mucho tiempo. Siempre la verá como un muro entre yo y lo que quiere que haga. No puedo cambiarlo y no la arriesgaré.
Para Vic estaba todo claro. Apretó un poco más el abrazo y se quedó allí, esperando que su hermano dejara de llorar. ¿Quién diría que Mike lloraría? Es más, ¿quién diría que tuviera siquiera lagrimales? Pero Nicholas había logrado quebrantar sus fuerzas y destrozarle el alma, encerrando los pedazos rotos en una cajita compacta y dolorosa que, a partir de ahora, guardaría eternamente. Y, ¿qué es un hombre sin su alma? No es hombre, eso de seguro.
Cuando por fin Mike, o mejor dicho ambos, se tranquilizaron, decidieron dejar la lasaña en casa y salir a distraerse un rato con sus amigos. Tenía que haber una forma de olvidar toda la mierda que sentían.
Anna y Dem habían salido con el novio de esta última. Dem había insistido muchísimo y Annabeth había acabado por aceptarlo, a duras penas. No la pasó tan mal pero un par de horas más tarde decidió dejarlos por su cuenta para que hicieran lo que quisieran hacer.
Anna empezó a caminar por las oscuras y tranquilas calles. A esa hora, no había mucha gente afuera. Ya hacía frío y era un pequeño placer para la muchacha tener un momento para ella sola y poder caminar, sintiendo la fría brisa rosarle la piel.
Acabó en un bar, donde no había mucha gente, y se pidió algo para tomar. A veces, por la noche, algunos momentos que había pasado con su hermana volvían a su mente y hacía su mayor esfuerzo por disfrutarlos, sin dejar que la deprimieran. No era una tarea fácil poder recordarla y mantener lejos las lágrimas pero si lo lograba, le generaba gran satisfacción.
-¿Te importa si me uno? – un joven le preguntó. Ella giró su cabeza para mirarlo y sonrió mientras asentía. – Genial. ¿Puedo preguntar por qué estás sola sin molestarte?
-Disfruto de la soledad en pequeñas cantidades, pero ya que llegaste, puedo aceptar tu compañía. ¿Tú que haces aquí solo?
-Vine con unos amigos pero ya se fueron, no saben disfrutar de un sábado a la noche – respondió, quitándole importancia con un gesto de la mano. Pidió una bebida y volvió a mirar a Annabeth con curiosidad. – Cuéntame de ti, ¿qué haces?
Aprovecharon a charlar antes de que el bar se llenara de repente por toda la gente que salía después de medianoche. Salieron del lugar, una hora más tarde, y se agradecieron mutuamente por la cálida compañía. Se sonrieron antes de despedirse.
-Oye, ¿te molesta que pregunte tu nombre? No lo he descubierto a lo largo de la noche… - murmuró el chico.
-Me llamo Annabeth, pero puedes decirme Anna. ¿Qué hay de ti?
Él palideció un poco ante su respuesta. Ana frunció el ceño, sin entender el porqué. Lo miró unos segundos y abrió la boca para hablar, pero él la interrumpió, levantando su mano para frenarla.
-Es broma, ¿cierto? – preguntó con una expresión de sorpresa. – Me llamo Jaime.
Holaaaaa! Lamento haber tardado tanto con estos últimos capítulos, tuve unos problemitas y bueno ahora empecé las clases y se me complica aún más, pero me las arreglaré para seguir subiendo. Perdón! Intento hacer lo mejor de mí para actualizar tan pronto como puedo.
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El lado oscuro de mis esperanzas
Fiksi PenggemarLa gente dice que el amor es complicado y probablemente tengan razón. Infidelidades, triángulos amorosos, amores no correspondidos y corazones rotos son tan sólo unos ejemplos de los problemas que puede traer darle al corazón rienda suelta. Pero ¿y...