Día en la playa

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Era mitad de Febrero, aún verano no acababa, pensé que sería buena idea ir a la playa con Elizabeth. En un momento inesperado se lo pregunté.

-Elizabeth...

-¿Qué ocurre?

-Si yo te invitara a la playa... ¿irías conmigo?

-¡No!

-¿Enserio...?- Elizabeth había rechazado mi invitación, me sentía mal.

-Mmm... que tonto eres, por supuesto que iría contigo a cualquier parte- me estaba jugando una broma.

-Entonces, ¿vamos mañana temprano?

-Está bien, pero si llevamos cosas para comer, habrá que prepararlas ahora mismo...- partió a la cocina.

A la mañana siguiente partimos muy temprano, para esperar el microbús que nos llevaría. El trayecto a la playa era muy largo, alrededor de una hora y media. Pero eso no me quitó el entusiasmo por ir.

Al llegar la playa se veía muy linda. Mientras Elizabeth se iba a cambiar, yo ordenaba el lugar donde podríamos la sombrilla y nuestras cosas.

Elizabeth lucía un hermoso traje de baño, me quedé boquiabierto cuando la vi, traté de disimular, pero no podía evitar mirarla. Su cara estaba roja, creo que por vergüenza, pero quién sabe. Se sentó a mi lado.

-¿Qué haces?, ¿por qué me miras?

-Pues... no lo sé, simplemente me gusta mirarte- agachó su cabeza mirando al piso. Luego de unos minutos dijo.

-¿Qué tal si vamos a echarnos un chapuzón?

-¿Y quién cuidará las cosas?

-No sé, aunque no creo que les pase nada- nos dirigimos a la orilla de la playa, cada vez nos íbamos introduciendo más y más en el agua, hasta que nos llegó un poco más arriba de la cintura.

Jugábamos en el agua, me encantaba ver a Elizabeth, su sonrisa me mantenía despierto, pero al mismo tiempo sus ojos me hipnotizaban y los confundía con el agua clara del mar.

De un momento a otro una gran ola nos golpeó, Elizabeth quedó aferrada a mí, temblando y diciendo que no sabía nadar, tenía miedo de ahogarse. Le dije que le enseñaría a nadar. Poco a poco le fui dando instrucciones para que fuera aprendiendo, sujetaba sus manos para que pataleara en el agua y para ayudarla a flotar. Todo iba bien, pero lo inesperado tenía que pasar. Elizabeth se encontraba tratando de nadar, y en un momento, una ola nos golpeó, más grande que la anterior. Y fue tan fuerte el golpe de la ola, que al chocar contra Elizabeth quedó inconsciente, el mar se llevaba su cuerpo. Sentí que mi corazón se me iba a salir y tenía en mi mente el mayor miedo, que la mujer que amo haya muerto. Nadé rápidamente hasta ella, la sujeté y la llevé a la costa. Mucha gente había presenciado lo ocurrido. Ya en la arena, la moví para que despertara, pero no lo hacía, había gente alrededor, pero no me importaba, sólo quería que ella despertara. Una persona dijo que había que darle respiración de boca a boca para que reaccionara, sin titubear lo hice e hice presión en su pecho para que respirara, así como lo hacen en la tele cuando alguien se está muriendo. Al fin despertó, no recordaba lo que había pasado, la abracé fuertemente y sin darme cuenta lágrimas caían de mis ojos, de felicidad, Elizabeth aún vivía para mí.

Al poco tiempo la gente se fue dispersando y llevé en brazos a Elizabeth hasta bajo la sombrilla, ella tenía una rara expresión en su cara y no me decía nada. Sabía que tal vez había sido lo ocurrido.

Transcurrió el día y era de tarde. Comimos lo que habíamos traído. En esos momentos al fin habló.

-Tuve miedo de morir...

-Yo también tuve miedo, de que murieras y de perderte para siempre.

- Recuerda la promesa, no te dejaré solo, aunque ya no me vieras, yo seguiría estando contigo...

-Eso no es lo que me preocupa, me preocupas tú...- sonrió y miró al cielo.

Ya habíamos terminado de comer.

-Elizabeth... hay algo que he querido preguntarte desde hace mucho tiempo...

-¿Qué es?

-Ya deberías sospecharlo.

-No, para nada- me senté frente a ella y tomé su mano.

-Elizabeth Jhons, hoy he visto como casi mueres frente a mí, prometo cuidarte siempre, pero tienes que responderme ¿quieres ser mi novia?- guardó silencio y miró hacia el otro lado, como si estuviera meditando algo fuera de este mundo, luego volvió su cabeza a mirarme.

-Leo... si quiero ser tu novia...- entonces no supe que decir, sólo había pensado en qué hacer si me rechazaba, pero no había pensado en hacer si me decía que sí, había esperado tanto por eso y no sabía que decir. Solo atiné a abrazarla por un largo tiempo. La verdad no sé si habrá sido la mejor decisión. Ahora si podría disfrutarla más.

La joven del listón azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora