Sin darme cuenta me había dormido, al despertar, Elizabeth se había dormido a mi lado, eran las dos y media de la mañana. Ella temblaba, la noche era helada, levanté las frazadas y nos tapé a ambos. Besé su frente y volví a dormir abrazado a ella.
Al amanecer, Elizabeth ya estaba levantada, en la cocina haciendo el desayuno.
Me vestí y fui al comedor, el desayuno ya estaba listo y Elizabeth ya se sentaba en la mesa a comer.
Ya era hora de ir a trabajar. Iba en la motocicleta y en un parpadeo vi en mi mente la imagen de Elizabeth, lloraba desesperadamente y gritaba que fuera en su ayuda. Fui despertado de esa imagen repentinamente por la bocina de un auto, casi me atropellan. Aun estando en el trabajo, fui en la motocicleta a la casa. Estaba a una esquina de llegar cuando vi que un sujeto salía de la casa corriendo, lo observé mientras llegaba hasta que se perdió a lo lejos. Entré rápidamente a la casa y me llevé un gran susto.
Elizabeth estaba tirada en el piso desmayada, con una escoba en la mano. Corrí a su lado, la moví para que despertara. Abrió sus ojos y dijo unas palabras en tono muy bajito, me tuve que acercar a su cara para escucharla, el color de su piel era muy pálido, apenas balbuceaba las palabras que intentaba decirme.
-Leo... él fue malo... me ofreció casarme con él, yo... no quería, me quería llevar a la fuerza, intentó abusar de mí, pero no pudo, tomé la escoba y luego se escuchó el sonido de la motocicleta... salió huyendo...- mientras escuchaba mis ojos se llenaban de lágrimas, de rabia, y mi mente de malos pensamientos, me enloquecía la sola idea de imaginarme a ese hijo de puta encima de Elizabeth... corrí a la puerta, salí y tomé la motocicleta, creo que Elizabeth me decía otra cosa, pero no oí bien, me ensordecía la locura.
Busqué por todas partes a Randy, cuando lo encontré lo golpeé hasta que me cansé, quería matarlo, su cara se había deformado por los golpes. Unos policías que pasaban por el lugar nos detuvieron. Pasé esa noche en la comisaría, hasta que mi padre llegó y parece que pagó una fianza, y me dejaron libre. Perdí mi trabajo por haberme salido de los horarios y no devolver la motocicleta a tiempo, no di, explicaciones, creí que eran innecesarias las excusas personales.
Esa noche que no pude estar con Elizabeth le dio una fiebre y mi padre la llevó a un hospital cercano, eso duró días, un trauma difícil de superar, supongo.
Cuando salí de la comisaría, fui a mi casa a tomar un veloz baño, preparé cosas para ir a acompañar a Elizabeth en el hospital. No me separé de ella los seis días que estuvo allí.
Al salir del hospital aún no se mejoraba por completo.
En casa se comportaba de forma muy extraña. No hablaba, casi no salí de su habitación, la cual mantenía a oscuras, sólo salía cuando hacía la comida o iba al baño. Ahora rara vez la veía, papá sólo decía "ya se le pasará, el doctor dijo que con el tiempo y la ayuda de sus más cercanos se le pasaría, debió ser duro para ella...", o cosas por el estilo.
Yo todo el tiempo pasaba preocupado, no buscaba otro trabajo para estar en casa y vigilar a Elizabeth, no estuve cuando más lo necesitó. Cuando le decía algo no me hacía caso, era como si no existiera para ella. Y me sentía mal por no saber cómo ayudarle.
Randy ya no vivía en la ciudad, fue llevado a otro lugar y con arresto domiciliario.
Me empecé a dar cuenta que Elizabeth estaba cada vez más delgada y débil, ya casi no comía y por consecuencia se mareaba seguido. Eso estaba mal.
Un día decidí llevarle la cena a su habitación, estaba a punto de toca la puerta cuando escuché un grito que provenía de dentro de la habitación, dejé en el piso la bandeja con la comida.
-¡¿Elizabeth, qué ocurre?!
-¡Nada, no entres!- pero no hice caso y forcé la puerta hasta que la abrí. Elizabeth estaba de espaldas, había sangre en el piso y un cuchillo.
-Elizabeth... ¿qué has hecho?- me fui acercando a ella lentamente.
-¡No te acerques más!- la oía llorar, mi mente decía que me detuviera, mi corazón paralizado y mi cuerpo seguía caminando solo.
Cuando llegué a sus espaldas, y como ella era más baja de yo, pude ver que de una de sus manos chorreaba sangre. La sujeté de la otra mano y la llevé corriendo al baño. Lavé sus manos, porque ambas se habían llenado se sangre, las mías también. Fui de inmediato a buscar los implementos de emergencia.
Estábamos en el comedor, yo curaba su herida y Elizabeth callaba, miraba al suelo.
-¿Por qué lo has hecho, quieres que me dé un infarto...?
-No...
-Entonces...
-Sólo estaba cortando algo y el cuchillo se resbaló y me cortó...
-¿Estás segura?
-Sí, ¿por qué habría de mentirte?- parecía nerviosa, no pregunté nada más, se hubiera alterado más.
La llevé a su habitación y prendí las luces, hice que se acostara en su cama y durmiera un poco, había olvidado por completo la cena que había dejado en el suelo, la calenté en el microondas y la llevé a la pieza. Ella no dormía aún, accedió a comer, cuando terminó me dijo.
-Leo, por favor no te vallas, al menos hasta que yo me duerma...
-Puedes estar tranquila, estoy aquí para protegerte, ahora duerme, que lo necesitas- acaricié su cabeza, se apoyó en el almohadón y se quedó dormida, no quería irme, se veía como un ángel durmiendo. Yo estaba sentado en una silla, el cansancio y los sustos de ese día me ganaron y me dormí.
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La joven del listón azul
RomanceEl protagonista de esta historia es un joven solitario que por casualidad conoce al amor de su vida, quien cambiará su vida totalmente, incluso desde antes de lo que él recordaba. A lo largo de la historia se presentan situaciones cómicas y hasta a...