Universitaria francesa

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Una mañana desperté ahogado por algo o alguien. Abrí mis ojos, alguien me estaba besando, aparté a la persona rápidamente de mi lado, estaba confundido, ahora distinguía con claridad, era una chica, ¿pero quién?

-¡Buenos días mi Leoncito!

-¿Quién eres?, ¿qué haces aquí?

-¿Eh?, ¿Qué no me reconoces?, ¡qué malo eres Leoncito!

-¡No!, y quiero saber qué estás haciendo aquí.

-Soy Liliana, tu excompañera de curso, ¿ahora recuerdas?- ahora si recordaba, pero no recordaba haber tenido una buena relación amistosa con ella, creo que hicimos un par de trabajos juntos, pero casi ni hablábamos, no sé qué hacía allí.

-Sí, pero ¿qué quieres?

-He recorrido grandes distancias desde Francia hasta aquí, para casarme contigo.

-¿Qué?, ¡estás loca…!- y fui en busca de mi padre que estaba en la cocina.

-¡Papá!, ¿tú dejaste entrar a Liliana?

-Sí, me convenció para que la dejara verte, dijo algo sobre casarse y Francia…

-Es una locura, y lo peor de todo es que Elizabeth está por llegar…- justo alguien tocó la puerta, era Elizabeth, de la nada apareció Liliana y abrió la puerta.

-¡Buenas...!, ¿vecina?

-Hummm… Buenos días, ¿puedo preguntar quién eres?

-Me presento, soy Liliana Martínez, prometida de Leonardo Cortés, ¿se te ofrece algo linda?

-Pues… nada, felicitaciones por su boda, ya me tengo que ir, tengo cosas importantes que haces… un gusto conocerla…, adiós- y se fue corriendo, fui tras ella, pero no la alcancé.

Sin comer nada fui a trabajar, tenía la esperanza de que cuando volviera, Liliana ya no estuviera, quería ir con Elizabeth, pero cómo le explicaría todo eso, o peor, si ella lo entendería.

Al volver a casa ella seguía allí. Estaba enfadado, entré en mi habitación y me tiré sobre la cama. Alguien tocó a la puerta de mi habitación, pero no contesté. Y abrió la puerta.

-¿Se puede?

-Ahora me vas a decir a lo que has venido.

-La muchacha de la mañana era tu novia, ¿cierto?

-No, pero…-agaché la cabeza, no quería decirla a Liliana lo que sentía por Elizabeth.

-Pero la amas verdad…

-Sí, ¿cómo lo supiste?- se sentó a mi lado.

-Se te notaba en la cara, además nunca en el colegio miraste a alguien de esa forma… así era como quería que me miraras a mí.

-Entonces…

-Sí… siempre me gustaste Leo, pero hasta ahora no había tenido el valor para confesártelo… te veía siendo amable con todos, divertido, feliz…

-Tal vez, si me lo hubieses dicho antes, te hubiera visto con otros ojos, pero ahora amo a Elizabeth.

-Lo sé…, pero hay algo que no me queda claro, si la amas tanto, ¿por qué no están juntos?

-Es algo complicado de explicar, pero es que ella no quiere que cambie nuestra amistad y cercanía…

-¡Es una tonta!, ¿por qué habría de dejarte disponible para cualquiera…?

-No lo sé, yo eso me pregunto…

-Bueno, ahora me voy.

-¿Tan rápido?

-Sí, solo estaba de pasada, estoy en una gira de estudios de la Universidad en la que estoy en Francia, y pasé por aquí, no podía evitar pensar en que tú no sabías lo que yo sentía por ti- la acompañé hasta la puerta, salió y me dijo.

-Pero aún hay posibilidades de ser tu esposa, así que volveré lo más pronto posible para ver si aún estás disponible- y se fue sonriendo, yo la quedé mirando con una cara de “¿Qué fue lo que acaba de pasar?”. Volví a mi cuarto y me dormí.

Me desperté a media noche, un pensamiento me aquejaba, había olvidado por completo explicar a Elizabeth lo sucedido.

La joven del listón azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora