BARRIO PRIVADO

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Ese maldito momento en el que te paralizas, en el que no tienes ni la menor idea de que hacer o cómo reaccionar. Los impulsos en estas situaciones podrían terminar muy mal y no era momento para dudar.

Pero mierda solo tengo dieciocho años. ¿Cómo voy a saber lo que es correcto o no en esta situación?. No me considero una mujer indecisa pero tengo mis momentos como cualquiera. Y este no era el lugar para darme el beneficio de la duda.

Empecé analizar mentalmente el mapa del barrio que tengo grabado. Once años viviendo ahí tenía que servir de algo.

Las opciones no eran muchas. Tenía para trepar las rejas, pasar por debajo haciendo un hueco o arriesgarme y pasar caminando entre la masa de las criaturas. Lo cual no estoy lo suficientemente loca como para elegir la tercera opción, a si que solo me quedaron la de saltar o hacer el hueco.

Caminamos rodeando el lateral derecho del barrio buscando alguna columna para poder trepar la reja. Por que eran muy altas y no había mucho lugar como para escalar, tendríamos que hacer mucha fuerza para poder pasar.

— Omar —me agaché para estar a su altura— Vas a subir primero ¿si? —él solo dijo "si" con la cabeza. Le di un beso en su frente y ayudé a que trepe. No es tonto, sabe como.

De chicos amábamos subir a los árboles hasta la copa y mirar a todos desde allá arriba. Sé que puede.

Cuando llegó el momento de que tenía que aferrarse demasiado a la columna e impulsarse para subir a ella, me puse debajo de él por si se resbalaba y tendría que agarrarlo. Pero no pasó nada de eso. Llegó arriba de la columna y de ahí saltó. Hizo un ruido demasiado estruendoso. Mi corazón empezó a bombear demasiada sangre para mi gusto y mis ojos miraban a todos lados para ver si algo o alguien venía, pero nada vino.

Era mi turno de subir, pero coloco mal mi pie y este se resbala con el fierro.

— ¡SEL! —grita mi hermano y solo con la mirada supo que hizo mal gritar que cualquier cosa podía pasar ahora. Y si pasó. Las pisadas se hicieron sonoras y los gruñidos me erizaron la piel del miedo. Me comencé a desesperar porque seguía colgada de la reja. Vi como esas cosas venían corriendo en mi dirección

— ¡¡Alejate de la reja!! —le grito y lo hace de inmediato. No sé de dónde saqué esa fuerza pero lo logré, llegué arriba.

Las criaturas se amontonaban a mis pies y estiran sus brazos escamosos con sangre. Me detuve a mirar su desesperación sabiendo que ahí no podían alcanzarme. Sé que pensaran que estoy loca y que tengo que correr. Pero me intrigó el hecho de ¿Por qué son ciegos si antes veían? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cuándo comenzó? Y ¿Cómo los llamaríamos?.

Salí de mi trance y salté al otro lado. Agarré a mi hermano de la mano para volver a tomar camino a casa. Seguimos el mismo plan de cuando salimos del instituto.

Ya solo faltaba una cuadra para poder llegar a nuestro destino, caminamos a paso apresurado cuando solo faltaban metros.

— Mamá... —susurré muy pegada a la puerta— Mamá... —miré a mi hermano y él tocó con su puño lo más suave que pudo. Pero no hubo respuesta.

Tratamos de entrar por la puerta de atrás que estaba cerrada y las ventanas también. No había forma de entrar.

Marqué el número de mi mamá y no responde ni en el primer tono, ni en el segundo, ni en el tercero y ya me estaba por rendir

— Sel —susurra

— Mamá ¿dónde estás ? —pregunto demasiado preocupada y aliviada porque me atendió.

— Me siento muy mal, hija, estoy en la cama... —habla demasiado despacio como si estuviera cansada y le doliera hablar—. Ahora me levanto y les abro —corta la llamada. Los pasos se escuchan dentro de la casa. Cuando se abre la puerta veo a mi madre ojerosa, blanca, débil y gotas de sudor le caen por su frente.

Entramos lo más rápido que pudimos y fue como si en todo este tiempo no hubiera respirado. Tomé una gran bocanada de aire para aliviar mis pulmones y a mi misma.

Me encargué de mi mamá, en serio se veía muy mal. Ella nunca se resfriaba, nunca se contagió de nada. Es raro que ella esté tan débil de un día para otro.

Mi hermano habló con mi papá y le dijo que está bien, que está viendo la manera de volver y que no nos preocupemos. No le dijimos nada de mamá porque se iba a preocupar y podría tomar decisiones muy drásticas, no estamos para preocuparnos más de la cuenta. Yo podía con ella.

Al paso de los días estaba cada vez peor y había menos comida.

De un día para otro ella empezó a toser demasiado fuerte, tenía muchos vomitos que la despertaban en la madrugada, volaba en fiebre y nada la calmaba. Intenté pastillas, jugos, hasta los remedios caseros que hacen las abuelas intenté. Pero nada causaba efecto en su estado para mejor. Hubo días en los que no se acordaba como se llamaba, las pérdidas de memoria se hacían más frecuentes y en los momentos que perdía control total gritaba, era un paro al corazón escucharla mientras que Omar y yo le tapamos la boca para que se callara.

Ya pasó una semana desde que llegamos y los días son peores. Quedarnos encerrados no es bueno para nadie, te sofocas estar entre cuatro paredes por más grandes que sean. Paseas por la casa y tratar de despejar aquello, pero te es inutil no mantienes tus pensamientos en orden. Es como si tu cabeza estuviera esperando el encierro para explotar de ideas, miedos, sentimientos y amenaza con querer salirse de tu cráneo. Ya no diferencias si lo que te habla es el corazón con la razón de tu cabeza. Hay momentos que te sientes poderosa de ti misma y crees que todo es posible, que eres imparable. Pero siempre hay algo que te golpea para despertar y ver la realidad. Lo mío son los gritos de mi madre.

— Sel... Ven un momento —dejo la toalla húmeda que le ponía a mi madre en su frente, en la mesa de luz y voy con él.

— ¿Qué pasa? —pregunto una vez en el comedor.

— Ya no hay comida —se rasca la nuca— Solo queda un paquete de arroz. —me mira con esos ojos llenos de miedo. Sabía lo que teníamos que hacer, ambos sabíamos que uno de los dos iba a tener que salir y buscar comida. Porque los dos no íbamos a ir. Uno tendría que quedarse a cuidar a mamá.

¿Cómo llegamos a esto? ¿Qué pasó? ¿Como no nos dimos cuenta? Ya no sé qué hacer, hago todo lo que está a mi alcance. Pero aún así no es suficiente. Al no estar mi papá y mi mamá enferma, solo quedaba yo... La mayor. La que tendría que cuidar a su hermano menor, su madre enferma y preocuparme por no saber si en algún momento va a llegar mi padre. Y ahora tengo que salir otra vez a ese infierno de silencio, volver a enfrentar todo.

No había muchas opciones. Ahora ya no las hay.
Solo queda Impulsar e intentar ganar o te quedas a mitad de camino con la ansiedad y la crisis de que el mundo se acaba.

Día 70

Los recuerdos de lo que pasó antes. De las salidas, las risas, las amistades. Creíamos que todo era una locura, el pelearse con alguien era un problema, en ese entonces.

Todo se fue al carajo. Tuve que tapar muchas cosas y no sé, tengo una frase que mi abuelo que siempre decía...

"Nunca hay que volver al pasado, porque ya no se puede cambiar. Pero de vez en cuando hay que mirar por el espejo retrovisor para no cometer los mismo errores"

Es como volverse loca lentamente. Todos tus errores parece que te pegan, o las contestaciones malas, opiniones erróneas. Todo, hasta lo que no creías recordar...

Solo... Espero no volverme loca del todo. 

S.O.S: "El purgatorio" [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora