PESADILLAS

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Sangre, cuerpos, balas, mordidas...

— ¡Seeeelll! —mi hermano me grita desde lejos.

Ya voy... Quédate en donde estas. ¿Omar? —ya no escuchó sus gritos. Y tengo la cara empapada de mis propias lágrimas.

— Ya no está. ¿No te acuerdas?. —Glassman.— Yo, lo maté.

Despierto con la respiración agitada y estoy toda transpirada. Me saco el pelo que tengo pegado en la frente.

Todavía es de noche, las personas con las que iba a compartir la cabaña están dormidas y el homosapiens de al lado también. Estúpido.

La herida de la bala me da fuertes tirones. Y como ya desperté no voy a poder dormir de nuevo y menos sabiendo que voy a tener esas constantes pesadillas.

Me levanto tratando de hacer el menor ruido posible para buscar un poco de ropa. Lo que más me cuesta es el jean por la herida. Una vez lista agarró un par de botas y salgo de ahí.

La luna está en su máximo esplendor al igual que las estrellas. Todo está en calma solo los grillos hacen ruido. Me siento en uno de los bancos que hay en el centro de todo el lugar y me quedo ahí divagando en mi mente tan jodida.

No puedo cerrar los ojos y no ver la sonrisa de mi hermano, escuchar los chistes malos de mi padre y oler las comidas que hacía mi madre. Se me arruga el corazón con solo dejar que mi mente vuele por esos rincones de mi memoria. Juro que se me parte el alma con solo recordar.

Y Jairo, tengo la leve sospecha de que todo lo que entra a mi vida se jode. Iba todo bien y si no fuera por ese hombre yo estaría muerta.

Me desespera no saber dónde se lo habrá llevado Glassman o lo que le estarán haciendo por protegerme. Y tampoco creo que se quede quieto sabiendo que yo lo sé todo. Mañana mismo tengo que hablar con el que está a cargo de este lugar y comentarle todo. Si no pude proteger a mi familia de sangre... Por lo menos voy a proteger a la de corazón.

— ¿No es muy tarde como para que andes a estas horas? —miro para la dirección de donde viene la voz. Ni parece que recién se levanta y está solo con un jean negro y un par de botas.

— No es de tu incumbencia lo que haga o no. —camina hacia el banco donde estoy y con el trayecto se le marcan todo los músculos que tiene perfectamente marcados y con algún que otro tatuaje por ahí.

— Te pregunté bien, no hace falta que me hables así —se sienta a mi lado.

— Ohh mira... ¿Ahora soy yo la mala? Te recuerdo que tu fuiste quien me empujó en el baño —trato de ponerme en otra posición con cuidado para poder mirarlo de frente.

No me contesta solo se me queda mirando. Parece que me está analizando. Y no para de ver mis rulos.

— ¿Acaso se te perdió algo que tanto miras? —sonríe de medio lado y trata de tocar uno de mis rulos, pero le agarro la mano antes de que llegue a tocarlo y se la doblo, hace una mueca de dolor pero sonríe. Estúpido masoquista—. No me toques. —le digo seca y soltando su mano. Me levanto y voy con cuidado a la cabaña de nuevo para poder conciliar el sueño.

***

Me despierto acelerada y agarro la mano que me estaba tocando la cabeza, pero la suelto enseguida cuando veo que es la de mi amiga.

— Perdón —suspiro y me siento despacio.

— Sel... Sé que me dijiste que me vas a contar cuando estés lista y sé también que no creo que fuera fácil estar allá sola. Y sé cómo sos y te guardas todo, ya pasamos por esto muchas veces. Confía en mí y contame. No te voy a juzgar por nada de lo hayas hecho. —me tomó de la mano.

— Abi, no es que no quiera, si no que duele.

— Seguro que sí, pero no le hace bien a nadie guardarse esas cosas. —es mi mejor amiga. Sabe cuando estoy al borde de la autodestrucción.

Comencé por el principio. Donde todo se empezó a pudrir y a joder. Le conté sobre Jairo y todo lo que me ayudó. Como estaba separada de mi familia, como los encontré, cuando los maté, como encontré a mi hermano. Mi casi relación con Jairo, el desastre de hace unos días, como vi a mi hermano morir y cuando lo cargué hasta acá.

En todo el relato se le caían las lágrimas, ahogaba llantos. Tomaba mi mano como si mi vida dependiera de ello. No tengo ni la menor idea cuando tiempo estuve contándole todo, pero se pasaron volando las horas y tengo que admitir que si me alivió un poco, pero también me removió todos los recuerdos.

Y terminé por contarle mi encuentro de anoche con Killean.

Cuando terminé solo me abrazó y me agradeció por haberle contado todo. Le pedí que me llevara con la persona que maneja todo este lugar para contarle todo lo que descubrí y ver qué medidas tomamos con el campamento.

Entramos a una de las cabañas más grandes que hay y entra primero Abi para ver si no están ocupados y hacerles entender que es importante. Se está tardando mucho y tengo poca paciencia.

Abro la puerta y veo a un montón de hombres, seis en total. Me miran como si hubiese hecho algo malo.

— Señorita... Le pedimos que se retire, por favor. Es una reunión privada —se me para enfrente un hombre con la cabeza rapada y con tatuajes en ella. No me dejó intimidar y levantó la cabeza para mirarlo a los ojos.

— Supongo que mi amiga ya les habrá comentado que tengo que decir algo importante y ustedes están dando vueltas al asunto y creyéndose mejores que el resto. Y estoy mucho más que segura que se pusieron a la cabeza de todo esto pensando que van a tener el control pero no señores —el hombre me tomó del brazo con fuerza. Me safo de su agarre y rengueando menos me acerco a la mesa que hay en el medio y me pongo enfrente del que está sentado como si fuese un puto sillón de oro. Miró de reojo a los que le cuidan la espalda y es el estúpido de Killean.

— ¿No te parece un poco atrevido entrar así? —se cruza de brazos. El cabello le llega por encima de las cejas, este es de color miel al igual que sus ojos. Tiene una sonrisa demasiado estúpida en su cara al ver que ya estoy perdiendo todos mis estribos.

— Atrevido son las pelotas flácidas que te cuelgan entre las piernas. Te estoy diciendo que es algo importante y me jodes con el atrevimiento y lo privado —golpeó la mesa. Abi me toma de la mano y me jala. Pero no la dejo y me plantó firme. Sonríe.

— Salgan. Todos. —se levanta— Menos tu Killean —este toma de nuevo su posición y se pone en un rincón del lugar— Te escucho —se sienta en la mesa.

— Antes de llegar acá estuve en otro campamento. En el que lo manejaba un Doctor, que se llamaba Glassman. Este tenía documentos los cuales su contenidos era la creación del virus y los lugares en donde hay otros sitios como este. Había documentos donde firmaban varias potencias mundiales para que se diera a cabo —su cara se ponía como piedra.

— ¿Me estás diciendo que el gobierno sabía de todo esto?

— Eso mismo. Y que no sólo eso. Todos los lugares donde se esconde la gente o lo que queda de ella, es con la intención de reunirlos a todos y después acribillarlos o inyectarnos el virus —veo como se pone nervioso y saca un mapa.

— Quiero que trates de acordarte y marcar los lugares donde están los campamentos. Tenemos que ayudarlos. Y prevenir nosotros también. —se frota el mentón— Kill quiero que te encargues de poner doble vigilancia en los muros y que caminen y cubran toda la zona, ¿entendido?.

— Si señor. —lo miro y me acuerdo lo que quiso hacer anoche. Díganme exagerada o lo que quieran. Pero si en estas situaciones si algo cambia es tu personalidad y tu manera de tratar a las personas. Algunas se vuelven sentimentales y otras... Solo se endurecen.

— Bien —se queda de brazos cruzados esperando algo — ¿Esperas una invitación? Hazlo. Ve —dice seco. Killean hace caso y sale de la cabaña.

— Es solo eso lo que quiera decirle. Para estar alerta más que nada —tiro un mechón de rulos para atrás y tomo camino para salir de ahí.

— Ey, ¿cómo es tu nombre?.

— Selena, ¿El tuyo? —lo miro sobre el hombro y sonríe de lado con cierto encanto.

— Eneas.


S.O.S: "El purgatorio" [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora