GRIS

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Ella pareció entender y no hizo nada. Miré al otro lado donde estaba ESO mirando en nuestra dirección. Comenzó a moverse y movía su cabeza para todos lados buscándonos. Cuanto más se acercaba a la luz pude ver todas sus heridas. Tenía un corte profundo en la garganta, sus brazos estaban rasguñados. Alrededor de su boca había sangre y en su remera también. Sus ojos estaban completamente blancos. Con su presencia ya te daba miedo hacer el mínimo ruido. Las piernas me temblaban con solo pensar en que este puede ser mi último recuerdo viva.. Sabía que con el mínimo ruido que hagamos, ambas pasaríamos a ser carne muerta.

Puse mi atención en ella y le hice una seña con la mano para que se acerque con cuidado. Hizo lo que le dije. Empezó a caminar hacia mi.
Se le veía en los ojos que estaba cargada de miedo y que había llorado por horas. Sus ojitos estaban completamente rojos con sus pestañas mojadas.

Cuando por fin la tenia en mis brazos la alcé y ella se apretó con fuerza a mi cuerpo.

Respire profundo para darme vuelta y meterla en la camioneta. Entró silenciosa e inesperadamente no soltaba mi mano. Mi idea era dejarla ahí y después hacer ruido en otro lado para que la criatura se aleje de nosotras. Pero esta nena cambió mis planes. Me miró con súplica, como si me hablara con la mirada y dijera: por favor, no te vayas, no quiero estar sola.

Me di por vencida y entré a la camioneta Al cerrarla el cobertor calló y tapó todas las ventanas, dejando solo una pequeña separación en donde entraba la luz tenue de la noche.

La niña seguía sin soltar mi mano y estaba temblando.

— Voy agarrar una manta —susurré. Ella me soltó dudosa. Agarré mi mochila y la saqué para poder taparnos. El frió empezó a abrumarnos junto con la helada capa de rocío.

Estábamos una junto a la otra y con las manos agarradas.

— ¿Cómo te llamas? —solté con los ojos cerrados. Tarda unos segundos en contestar.

— Stella —terminó por decir. Su voz era dulce, angelical, y escucharla te daba demasiada ternura. Era una de esas niñas que te hubiera encantado conocer cuando todo estaba bien. Y por unos segundos me la imaginé en un parque corriendo.

Ella no hizo más que quedarse dormida agarrada a mi. La sensación era agradable. Era como estar abrazando a mi hermano.

Mi hermano con todo esto no tuve ni tiempo de pensar en él o en mi mamá. ¿Cómo estarán? ¿Que comieron? ¿Mi mamá habrá mejorado?. Las preguntas invadieron mi cabeza. Estaba preocupada por ellos. Tengo que conseguir lo antes posible la comida que me falta y algún medicamento. Con todo eso invadiendo mi cerebro, me sumí en un sueño muy liviano ya que con cualquier ruido mínimo me despertaba.

***

Abrí los ojos por la corriente de aire que golpeo mi cara. La puerta estaba abierta y la Stella no estaba al lado mio. Mierda.

Salí de la camioneta y no la vi por ningún lado. Solo algo llamó mi atención un rastro de sangre que iba a una de las casas de enfrente. Lo seguí y cada vez que me acercaba se hacía más espesa, mas... Negra.

Entré a la casa con cautela y con pasos silenciosos. Seguí el rastro hasta llegar a una puerta que se suponía que antes era blanca y ahora solo estaba manchada de un color negro y pequeños pedazos de carne.

Mi cuerpo estaba helado al agarrar la manija. Lo que vi apenas la abrí fue un pequeño cuerpo hecho una pelota en la esquina del cuarto. Tenía toda la ropa rasgada, manchada de sangre, el pelo revuelto, ese pelo rubio. Y pude llegar a ver esos ojos blancos que antes eran verdes.

Supe que sintió mi presencia, sabía que yo estaba parada junto a esa puerta, pero solo se digno a "mirarme" o eso creí.

Con el corazón acelerado camine para atrás y tuve que pisar una jodida hoja. ¿Como había una hoja dentro de la casa? No lo sé. Pero hizo un crujido inminente y corrí.. Eso me seguía con desesperación, como si tuviera hambre y no comiera en días.

Tiré cosas para que tropezara, pero no le hice nada.

Corrí a la cocina y el único instinto que tuve fue agarrar un cuchillo grande de la cocina y hacerle frente. Se abalanzó hacia a mi. Cuando la tuve a centímetros le enterré el cuchillo en su abdomen, pero no pasó nada. Con mi otra mano agarraba su antebrazo. No la lastimaba. Un rugido salió de mi garganta ante la desesperación y clavé el cuchillo en uno de sus ojos. Se desplomó ante mí. Su sangre había salpicado en mi ropa y un poco en mi cara.

Todo quedó en silencio.

Tomé lo mas que pude de oxígeno y lo largué con fuerza por la nariz. Miré el cuerpo inerte de la niña y tuve un pinchazo en el pecho.

¿cómo se infectó?

Me agaché y saqué el cuchillo de su ojo. Esto me va a servir bastante. Empecé a curiosear en sus brazos, piernas, pero nada. No encontré rasguño alguno. Se me dio por levantar un poco su remera para ver el abdomen donde dejé varias puñaladas. Y ademas de los cortes, había un gran orificio de color negro, que a su alrededor de tornaba un color violeta, venas violetas y rojas se expanden por todo su cuerpo. ¿Como no lo vi? Ni tampoco dijo nada.

Me puse de pie, tome el cuchillo y salí de esa casa. No me podía quedar un minuto más ahí, dejando de lado que ya salía un olor putrefacto del cuerpo.

Fui corriendo a la camioneta a agarrar mi mochila y alejarme de ese lugar lo antes posible. Con el cuchillo en la mano, intenté calmar mis nervios, el hecho de técnicamente matar a una nena no hacía muy bien a mi mente.

Fui reduciendo la velocidad, hasta parar y calmarme un poco. Llegué atrás de un enorme supermercado. Eso fue un golpe de suerte.

Entré por la puerta de emergencia, siempre tratando de hacer el menos ruido posible. Cuando ya estaba en los corredores mi sonrisa se ensanchó. Empecé por las latas, agarraba como siempre las que iban a durar más tiempo. Saqué el bolso y puse una por una revisando que no estén rotas o algo por el estilo.

Estaba tan concentrada en ver que más llevar de ese pasillo. Hasta que al final de él una lata rodó. Cerré el bolso con fuerza, me lo tiré a mi espalda y agarré el cuchillo. Me fui acercando despacio. Hasta respire más lento.

Ya estaba al final del pasillo. Si sacaba mi cabeza iba a poder ver lo que había del otro lado, al dueño del que hizo rodar esa lata. Lo hice. Respiré profundo y saqué todo mi cuerpo con el cuchillo a lo alto para rasgar una garganta o al ojo de una persona. Pero a mi sorpresa fue todo tan rápido que lo único que encontré del otro lado fue un arma apuntando a mi estómago, una de mis manos la puse atrás de su nuca y la otra con el cuchillo a nada de rasgar su cuello. Tenía en frente unos ojos tan gris, como esos días de lluvia y frió. Pelo ondulado hasta casi llegar a los hombros con estilo rebelde. Ambos estábamos con la respiración agitada y observándonos desde tan cerca la reacción del otro.

Un chico. Una persona viva. 

S.O.S: "El purgatorio" [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora