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De amor o de odio

Lo había visto en la entrada de la escuela, comiendo con sus amigos en la cafetería, riendo bajito en la biblioteca con un chico, dando un paseo por los alrededores, entrando a talleres de robótica, dando una plática sobre nanotecnología, escuchando música de camino a casa, bailando con chicos en una fiesta, haciendo un poco de ejercicio, haciendo bromas, compartiendo música con los demás, entrando al baño y a sus clases, lo había visto besarse con una chica igual de nerd que él en las canchas de básquet y  siempre lo vió feliz, siempre con su sonrisa ladina, haciendo bromas y utilizando su sarcasmo con personas que no eran él.

Estaba claro que Hiro llevó su ruptura de una buena manera, de la mejor de las maneras y Miguel odiaba eso, odiaba ver a Hiro feliz con otra pareja, odiaba ser el único que parecía estar sufriendo, que parecía estar deprimido, frustrado, bajando de peso y de calificación, con insomnio y mal humor. Odiaba no tener a Hiro a su lado porque no podía creer que después de tantas promesas todo se acabara, que todo se fuera tan rápido como el tiempo.

Odiaba ser el único que recordara chistes, lugares, canciones que fueron parte de los dos, comidas, situaciones, juegos, odiaba con todo su corazón ser el único maldito que estaba amargado y no lo podía creer, siempre pensó que de alguna manera Hiro sería el más afectado, se volvería más huraño y apático, tal vez de manera egoísta pensó que él iba a ser el primero en dejar esa relación, el primero en conseguir a alguien más y salir adelante.

No entendía cómo Hiro podía sonreírle a otra cuando esa misma sonrisa le dedicó a él tiempo atrás.

Lo extrañaba, no lo iba a negar, pero también sentía odio, odio que no quería sentir porque no quería ser rencoroso, como a veces lo era Hiro, pero eso sí, siempre lo negaría.

Pero ten presente de acuerdo a la experiencia, que tan sólo se odia lo querido.

Sí, sí, lo odiaba, lo odiaba tanto, a Hiro, a su sonrisa, a sus ojos rasgados, su cabello desastroso, el color de su piel, su humor sin sentido, sus chistes de robótica, su aliento en la mañana, su manía de poner su mano en la frente cuando sabía que estaba mal, su colonia, su aroma natural después de correr, la separación de sus dientes, sus manos largas y delgadas, sus heridas por trabajar con cosas de alto riesgo, el sonido de su voz ronca por la mañana, la costumbre de tararear mientras cocina, su maldito amor por las cosas instantáneas, su amor por los gatos, sus intentos de cantar para él, los gestos que hacía al comer limón, su horrible gusto por los calcetines estampados, el café que preparaba y su brillante mente que podía resolver problemas fácilmente, su don de hacerlo feliz, de hacerlo enojar, realmente lo odiaba porque lo amaba tanto, tanto, tanto que dolía en la última extensión de su sistema nervioso, un dolor que lo llevaba a vomitar, lo dejaba en cama por días y lo tenía sin energías.

Iba a morir, de amor o desnutrición.
De amor o de sueño.
De amor o de anemia.
De amor o de odio.

Iba a morir por Hiro, de eso estaba seguro.