Bebé

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Sabía que no todos los mexicanos eran malos, tan descarados y estúpidos, así como no todos los asiáticos eran iguales, pero había conocido al peor mexicano posible en este planeta, el que era un hipócrita sinvergüenza.

Medio año felizmente con el chico que parecía de sus sueños y el otro año y medio conviviendo con un chico celoso, manipulador y mentiroso. Que por qué vestía de cierta manera, qué por qué hablaba con el camarero de manera coqueta, por qué se le insinuaba a la amiga de su hermano, y luego poniendo excusas como que no contestaba sus llamadas porque no tenía pila, que tenía otras cosas por hacer por la tarde, que le cancelaba a última hora y otras veces ni si quiera le decía que no iba a ir a tal lugar, año y medio sintiéndose enojado y frustrado por las actitudes tan irregulares de Miguel porque un día era como antes y al día siguiente era la rutina.

—Miguel, ya no quiero esta relación — miró sus ojos vidriosos, sus mejillas rojas, su cara era el asceta, triste hasta la médula.
—Espera, sentemonos un momento a platicar — lo llevó de la mano a una banca de la plaza.
—Es que no tengo nada qué decir, terminamos — le dijo con firmeza, con tanta seriedad que su cara ahora era de susto.
—¿Pero por qué?
—Miguel — suspiró, amaba a ese chico, aún podía sentir ese amor en su pecho, pero se amaba más él y eso valía más qué todas las palabras bonitas que Miguel le decía cuando estaba a punto de perderlo —, las cosas no van bien, me ignoras, me cancelas a último momento y luego ni te das el tiempo en llamarme para cancelar, eres celoso a un extremo enfermo y me mientes, dices que estarás estudiando pero te vas a las fiestas de tus amigos, a veces en la Universidad cuando nos cruzamos ni me saludas.
—Hiro es que tú no entiendes, no tengo tiempo para llamarte, la universidad me tiene de aquí y allá y es que eres bien bonito y la verdad no quiero que nadie te vea porque sé que soy insuficiente, sé que no valgo mucho, no como tú y me da miedo perderte — le tomó de la mano y la apretó suave, tal vez hacia 3 meses que no tenía ese gesto con él —, y si te digo que quiero ir a una fiesta me vas a regañar o me vas a decir que quieres ir conmigo y pues... Siempre estamos pegados y a veces quiero ir solo, con amigos, ya sabes... Y si no te saludo es que no te veo, perdón Hiro, perdón, la verdad es que pensarás que son excusas pero no, es la verdad — el mitad asiático suspiró levemente, ¿cuántas veces habrá escuchado esas palabras ya?.
—Agradezco todo lo que me diste — apartó su mano de las de Miguel —, porque fuí feliz, pero ya no lo soy — se levantó lentamente temiendo que unas lágrimas traicioneras cayeran para delatarlo, porque lo peor que podía hacer ahí era llorar.
—Hiro, piénsalo bien, dos años, dos años juntos.
—Lo pensé bien desde esa última vez que casi rompimos — silencio —, buenas tardes, Miguel.
—¡Chinga tu madre! — y el asceta cambió a José y la esposa de putifar, ese enfado oculto que dejaba salir cuando las cosas no iban bien.

Hiro lo amaba, aún sentía ese amor en el pecho por lo que le lloró, unas semanas tal vez, semanas en las que Miguel le mandaba mensaje de odio.

Jamás había conocido a alguien tan patético como tú.

No entiendo cómo me fijé en ti, de verdad que das pena.

Sólo desperdicié 2 años contigo.

Y otras cosas que prefería ignorar y aunque quería bloquearlo no tenía el valor para eso así que afrontó su amor con esos mensajes y con cada uno dejó de sentir un poquito más que lo amaba.

Después de un mes dejó de recibir ese tipo de mensajes para recibir unos completamente diferentes.

Ya chinito, perdóname, estaba dolido y aún lo estoy, es que no puedo creer que de verdad ya no quieras estar conmigo.

Hiro, aún te amo.

Hiro, contesta por favor.

Voy a cambiar, cambiaremos para estar juntos.

🎏 Drabbles H I G U E LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora