🎏 Drabbles H I G U E L

Siempre era

—Disculpa, ¿no sabes dónde está la facultad de música? — el negro de su pelo, el café de sus ojos, el lunar de su boca y la manera de hablar.
—Claro, sigue todo recto por la izquierda — la manera de caminar, el sonido de su voz y el color de su piel no eran de mi agrado.
—Muchas gracias — pero esa sonrisa, blanca y tierna no me permitieron decir lo mismo.

Miguel Rivera, 24 años, alumno de intercambio, mexicano y músico, una persona carismática y dedicada, responsable, inocente, extrovertido y amable, calificaba bien para entrar a mi vida.

Miguel Rivera, un chico que la gustaba ayudar, que se apasionaba con lo que hacía, que no le temía al fracaso y veía las cosas en un ángulo diferente.

Miguel Rivera, de labios dulces, de piel caliente, de manos grandes y ásperas, de cuerpo ancho y delgado, de olor a canela.

Era Miguel Rivera, distinto a todo pero familiar a mi recuerdo.

Era Miguel Rivera y aún así no lo veía como tal, para mí no era Miguel por más que me repitiera su nombre, no era Miguel, era la proyección de mi hermano en otra piel.

Era Tadashi Hamada, tierno, amable, responsable, apasionado, carismático y siempre veía las cosas desde otro ángulo.

Nunca fue Miguel Rivera, siempre fue Tadashi Hamada el que traía atorado en el corazón.

Nunca fue Miguel Rivera por el que moría de amor, nunca era ese chico por el que suspiraba, nunca era él por el que me levantaba todas las mañanas.

Siempre era Tadashi Hamada en la piel canela de otro extraño porque me recordaba a él, porque sentía a Tadashi a través de los latidos de ese chico.

Siempre era Tadashi, incrustado en el vientre de mi cuerpo como mariposas, incrustado en mi pecho con los golpeteos de mi corazón, incrustado en mi mente con sus recuerdos.

Miguel Rivera sólo me traía de vuelta el recuerdo de mi hermano.

Siempre era.