🎏 Drabbles H I G U E L

Sensaciones

—Hiro
—¿Qué?
—¿Has escuchado a LP? — pasó la siguiente hoja de su libro al mismo tiempo que sentía el peso de su pareja en su espalda.
—No, ¿es una banda? —el latino se acostó en la espalda de su pareja, miró el techo blanquecino e hizo una búsqueda rápida en su reproductor de música.
—No, es una cantante — le tendió un audífono y el Hamada lo agarró, puso un separador en la hoja que había estado leyendo y lo dejó de lado.
—¿Es buena?
—Tengo buen oído, creeme que es muy buena — se puso el audífono, acostó su cabeza en una de las cuatro almohadas y cerró los ojos, dejando que la música atravesara sus tímpano, la melodía era melancólica y raramente no era en el idioma natal de Miguel. La voz era hermosa, perfecta, rara en una buena manera y aún así logró moverle el sentimiento, hacer que su piel se erizara, que su corazón palpitar como si acabara de correr una cuadra, que tuviera una gran sonrisa en su rostro y viera colores con los ojos cerrados, tenía la piel chinita, incluso así la tenía después de que acabó.
—¿Lo sientes? — preguntó su pareja con una sonrisa igual a la de él, en un susurro como si no quisiera quebrar la sensación, con sus ojos iluminados, llenos de brillo y alegría.
—¿La piel de gallina?
—Sí, eso — Hiro asintió y los dos se miraron y sonrieron —. Me encanta esta canción.
—Bueno, ve poniéndola en nuestra lista de canciones favoritas.
—Sabía que te iba a gustar — con entusiasmo tecleó una cosas en su celular y Hiro sólo quiso pensar en la sensación que tenía en la piel después de ese momento, los pelos de punta con una voz tan hermosa, casi tan hermosa como cuando Miguel le cantaba.

Cuando Miguel le cantaba su piel reaccionaba, como si las notas acariciaran su dermis y la piloerreción se hacía intensa cuando Miguel le miraba embobado, con la misma sensación en su tez, como una sola.

Amaba esa sensación porque Miguel la solía provocar. Directa o indirectamente.

🏵

Calor, un terrible calor y un buen raspado de grosella con la sombra de un árbol frondoso, tal vez eso era el cielo.
—¿Has caminado descalzo por el pasto?
—No recuerdo — sorbió del jugo del raspado, tratando de hayar memorias de aquel evento.
—Se siente bien, deberías intentarlo.
—¿Justo ahora?
—Calor, el pasto está fresco, estamos sentados en él y hace bastante calor, por dos - Miguel dejó su vaso desechable a un lado y se arrodilló frente a Hiro para quitarle los tenis.
—¡¿Qué?! — se apenó por la intención del chico y forcejeó un poco.
—Vamos, te he olido las patas por dos años nueve meses, no debería de haber pena — y con bastante trabajo, empujones, arañazos, manipulación con palabras bonitas, gritos por parte de los dos, chistes sobre patas y un Hiro acostado con sus mejillas rojas, por fin pudo quitarle los tenis y los calcetines que fueron a parar con sus otras cosas —. ¿Ves?, no era tan difícil
—Cállate, ¡que vergüenza!— se sentó sin querer mirar a Miguel.
—Vamos, levántate — dijo esto mientras él mismo se levantaba y tendía su mano derecha para ayudar al amante de gomitas a levantarse.
—Lo haré si tú también te quitas los tenis y las calcetas — Miguel movió la cabeza negativamente y rápidamente se quitó lo que su novio le había pedido, sin ninguna vergüenza, sin ningún grito o forcejeo.
—¿Contento? — volvió a tender su mano.
—Bastante — tomó aquella mano morena y sintió el pasto hacerle cosquillas en la planta del pie y se sintió avergonzado por lo que sentía, pensaba que volvía a ser un niño.
—¿Se siente bien? — caminó por el pasto, apretandolo con sus dedos de los pies y rió sin ningún motivo y Miguel se contagió de aquella alegría y fue con él a molestarlo un poco, a pisarlo y sentir aquella piel desnuda bajo su planta. Corrieron por el pasto descalzos, juraron rudo, se tiraron rodaron y se besaron.

Hiro amaba esa sensación de caminar descalzo por el pasto, las cosquillas y frescura que te brindaba. Cuando menos lo esperaba Miguel le hacía hacer este tipo de cosas que no imaginaba que haría con alguien más.