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Andy Biersack, doce años.

Después de un tiempo, mis papás habían dicho que sería mejor cambiarme de escuela, y aunque al principio me quería negar, decidí no pelear con ellos y solo seguir con sus reglas sino quería meterme en problemas.

Podría decirse que me convertí en lo que ellos siempre quisieron que fuera. Un chico educado, con buenas calificaciones, y tal vez con un poco de popularidad.

Pero sobre todo, ellos querían que tuviera novia.

Las niñas ya no me desagradaba tanto como antes, incluso puedo decir que les tome cierto gusto, aunque claro, solo me gustan pero no he tenido una novia, yo todavía sigo creyendo que no son del todo necesarias a mi edad. Pero mis compañeros y amigos creen que tener novia a los doce años, es lo mejor que le puede pasar a cualquier niño.

Son estúpidos.

-¡Andy! Baja a desayunar. -Grito mi madre desde la planta baja.-

Tomé mi mochila y salí de mi habitación. En cuanto entre a la cocina me encontré con mis padres, ambos ya estaban en sus respectivos lugares, mi padre en la cabecera y mi madre a su derecha, yo tomaba mi lugar del lado izquierdo.

-Buenos días. -Fue lo primero que dije, antes de tomar un sorbo a mí vaso.-

-Cariño, hoy no estaremos en casa, pero te dejare la comida preparada para que solo la metas al microondas. -Sonrió mi madre.-

-Está bien.

La relación con mis padres no había vuelto a ser la misma, desde... Bueno, no hace falta recordarlo, simplemente puedo decir que las cosas habían cambiado mucho. Demasiado.

Y era mi madre quien más lo resentía.

A mi padre parecía darle lo mismo.


💜


Llegue al colegio y me dirigí a mi casillero para poder guardar algunos de mis libros. Durante el pequeño trayecto vi a algunos compañeros de clase.

Algunos de ellos eran tan descarados al momento de besarse con sus pequeñas novias ¡Tenían doce años! Era tan extraño, a esa edad era para que todavía siguiéramos jugando, no besándonos con niñas, las cuales eran bastante gritonas y empalagosas, algo completamente molesto.

Antes de continuar con mi caminata, vi como dos niños, tal vez eran un poco más chicos que yo, iban agarrados de la mano ¡Dos niños!

Apreté mis manos hasta formar un puño, intente calmarme, enserio que lo había intentando pero al verlos tan felices caminando por los pasillos, como si eso fuer normal, fue que me descontrole. Camine a pasos largos hasta donde ellos, y empuje bruscamente a uno de ellos, precisamente al que había tenido el descaro de darle un beso en la mejilla al otro.

-¿Qué te pasa? -Pregunto el maricon.-

-No ¿Qué te pasa a ti, maldito gay de mierda? -Fruncí mi ceño. -Eso que ustedes hacen. -Señale sus manos. -Esta mal, no deberían de ir tomados de la mano, y mucho menos estarse dando besos.

El más pequeño se encogió al escucharme decir eso. Poco me importaba, solo quería desquitarme con alguien.

-Nosotros no...

-¿No que? -Pregunte molesto. -¿No le hacen daño a nadie? Ustedes lo único que son, son un maldito error. -Escupi con odio. -Un intento fallido de la vida, son algo que nunca debió de existir, personas como ustedes deberían de estar muertas.


Kellin Quinn, diez años.

Tal vez estaba haciendo un berrinche por esto, pero no era justo, yo quería contárselo a mis amigos y a todo el mundo, pero mis papás no me dejaban, decían que no era el momento adecuado.

-Kellin, no te puedes molestar solo por eso. -Decía mi madre mientras servía el desayuno.

-Si puedo. -Respondí y me crucé de brazos.-

-Quinn, ya basta. -Hablo serio mi padre. -Mary, si tu hijo quiere contarlo, que lo haga. -Me miro serio. -Pero después no quiero que vengas llorando para decirnos que en la escuela te molestan solo porque te gustan los niños.

Quite mi ceño fruncido y miré más atento a mis padres, ellos no parecían estarme regañando, era lo contrario, pero ¿Por qué no podía decírselo a los demás? No era algo malo, solo se trataba de cariño.

Bajé la mirada y mordí ligeramente mi labio inferior, no entendía y eso me molestaba más, me molestaba no saber las cosas y mis padres no me decían el porque.

-Kells. -Llamo mi madre. -Cariño, esto lo hacemos por tu bien.

-Pues entonces mi bien, apesta.

-Hasta que lo reconoces. -Dijo mi padre y dejó salir una risita, mi madre lo miro molesta. -Kellin, lo que tu madre quiere decir, es que aunque desees poder decirle a los demás que te gustan los niños, no es posible, la gente no ve eso como algo normal, creen que son personas despreciables.

-¿Qué?

-No toda la gente acepta que a un niño le guste otro, y por eso mismo es que no queremos que hables, al menos no ahora.

-¿Cuándo podré hacerlo?

-Tal vez cuando tengas unos quince o dieciocho años.

-¡Falta mucho! -Grite alarmado. -Y-ya no veré a mis amigos, y ellos no lo sabrán nunca.

-Kells, hablas como si te fuera a ir al otro lado del mundo. 

-Si Kellin, exageras mucho. 

-Ustedes no lo entienden. -Murmure bajito.-

Ambos guardaron silencio unos minutos, en los cuales solo se miraban, sus miradas no eran como otras veces en las que se veían con amor, era todo lo contrario, parecía como si estuvieran discutiendo algo. Dejaron de mirarse para después mirarme a mi, parecían verse más tranquilos ¿Me dejaran decírselo a mis amigos? Eso si seria genial.

-Cariño, prométenos algo.

No, creo que no me dejaran.

-¿Qué cosa? -Murmure bajito.-

-No se lo digas a tu amigos, no es el momento. -Acaricio mi cabello. -Queremos que estés preparado para todo lo que se vendrá, y déjame decirte que no serán cosas buenas.

-¿Tan mala es la gente con niños como yo?

-Me gustaría poder mentirte. -Suspiro pesado. -Pero eso no es justo para ti.

-Kellin. -Hablo mi padre. -Hay personas que nunca aceptaran el hecho de que a un niño le guste otro, y por eso mismo harían lo que fuera para que no sean felices. -Me sonrió pequeño. -Es por eso que queremos que tú esperes más tiempo, para que tengas bases con las cuales defenderte en un futuro, y que la gente no te haga cambiar de opinión, solo porque no te gusta lo que a ellos.  

Entendía su preocupación, pero estaba seguro de que yo nunca conocería a alguien así.

H O M O F O B I A -Kandy-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora