6. El día de las compras.

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Por esos días, la primavera comenzaba a notarse al compás de un buen clima y color en cada jardín de la ciudadela. Todo estaba floreciendo a mi paso y realmente me sentía fascinada por tal espectáculo, tanto el que daba el Castillo de Ylisstol con todos sus jardines, como yo...

No lograba entender porque de pronto tanta felicidad me embriagaba día con día, aunque posiblemente, era el hecho de estar con Chrom en buenos términos, ya que cuando dejamos de hablar por el incidente del jardín "secreto", me sentía asfixiada la mayoría del tiempo. Pero, había algo más; algo que no lograba descifrar, aún así, estaba segura de que "eso", se encontraba presente.

Con mi día de descanso, el día para comprar alimento para la despensa se hacia presente desde temprano.

Un buen sentido de la responsabilidad ante todo, o si no, no comería en toda la semana...

— ¡Buenos días! — comenzó a escucharse en el mercado al aire libre que se situaba en el centro de la ciudadela. Provenía de parte de todos los comerciantes y algunos pueblerinos que por ahí rondaban.

— ¡Buenos días! — saludé de igual manera.

— ¡Tengo la mejor fruta para ti, belleza! ¡No seas tímida, acércate! — reí por tal comentario. Simón era el encargado de proveerme fruta de buena calidad, ya lo conocía, así que había confianza en cuanto a comentarios.

— Belleza... — repetí por lo bajo a la vez que negaba con gracia al acercarme al lugar de Simón.

"Belleza". ¿Por qué de pronto se me hacía extraña tal palabra? Ya antes Simón la había usado como otros comerciantes también...
En fin, por ese día, decidí olvidar mi actitud en cuanto a la mención cuando mis ojos observaron la fruta.

Llegando al último puesto del día con las manos ya cargadas, por algún motivo me quedé de pie mientras las personas seguían en lo suyo. Sonreí. Sonreí con ganas.

Entonces me di cuenta...

Era aquello, "eso" que estaba ahí. Eso indescifrable. La rutina, o más que eso, comenzaba a sentirme cómoda con la vida que llevaba hasta el momento. ¿Me había acostumbrado?

La vida en solitario; independiente.

Era bastante cierto que extrañaba mucho a mis padres y que anteriormente odiaba mi vida por todo lo que había tenido que trabajar completamente sola, pero por ese momento, me sentía bien conmigo misma. Realizada por tener un lugar al cual volver.

Por otra parte, estaba el Príncipe Chrom, la persona con la que había aceptado casarme. No me molestaba la idea, pero tampoco es como si me hubiera agradado en demasía.

— Te has sacado la lotería...

Eso es lo que diría cualquiera, pero por algún motivo, yo no sentía haberme llevado el premio mayor. Él era fantástico, pero el problema era yo.

Sobre mi relación con él, por ese momento teníamos días enteros sin vernos, como cinco si más no recuerdo, pero el último día que lo ví se le notaba raro, la palabra exacta es distante. Ni siquiera me había besado como ya había acostumbrado hacer cuando se marchaba a realizar sus pendientes.

Decidida nuevamente olvidar que los pensamientos existian en mi cabeza, escapé de mi burbuja para dirigirme al último puesto. El de carnes.

— Esto es fascinante — escuché como hablaban cerca mío. Reconocí la voz, pero no podía recordar a quien le pertenecía.

Voltee hacia la derecha, y ahí, recargado en uno de los barrotes que separaban los puestos, había un muchacho con unos pantalones grises y un abrigo delgado con la capucha puesta. Se estaba comiendo una manzana.

Un foquito en cabeza se iluminó al ver que se le estaban escapando pequeños cabellos blancos de la capucha...

— ¡Robin-sama! — mi sorpresa fue exagerada y él me mandó a callar. Por suerte, el dependiente del puesto estaba acomodando mis compras y no había escuchado.

¿Que hacía Robin fuera del castillo cuando se lo tenían rotundamente prohibido?

— Vas a hacer que las personas me reconozcan — me dijo después de hacer un "shhh" con su boca.

— Lo siento — me disculpé enseguida y voltee hacia mis lados para comprobar que nadie había escuchado.

Robin era lo suficientemente popular con las chicas de la ciudadela al igual que lo era Chrom.

— Aquí tienes, Caroline — el dependiente se acercó por fin — Espero que vuelvas la próxima semana. ¡Nos vemos!

— Hasta la próxima semana — yo también me despedí y comencé a avanzar lejos del puesto y Robin.

¿Como que lejos de él? Se preguntarán, bueno, pues a mí nada me inconvenia saber que estaba haciendo el albino en el mercado. ¿Como iba a saber yo que estaba ahí por mí? Ni siquiera le conocía tan bien.

— Oye, espera... — escuché como me hablaba, así que me detuve por educación. Él seguía siendo parte de la realeza y yo le debía respeto.

— ¿Que hace aquí, Robin-sama? Sabe que tiene prohibido abandonar el castillo — me atreví a decirle adivinando porque escondía su indentidad con esa capucha.

— Está bien, solo me escape un momento — parecía que todo tenía gracia.

— ¿Necesitaba algo de la ciudadela? Podría habermelo dicho — le dije sin bases, aún que si me hubiera encargado algo yo se lo hubiera llevado sin rechistar.

— No, no necesito nada — le dió otra mordida a la manzana que tenía entre sus manos — Solo quería salir — confesó un poco más serio.

— Entiendo, entonces me voy — le dije sin más y nuevamente comencé a avanzar por el camino de regreso a casa.

Pensé que me dejaría en paz, después de todo no quería estar cerca de él por la ya sabida confusión que tenía entre Chrom y su persona. Había salido completamente, me había dicho, pero aquello era solo porque ya no habíamos mantenido, si se le puede llamar así, una conversación.

— Caroline — escuché que me llamo aun en el lugar de antes — ¿Hay algún lugar al que te guste ir que quieras mostrarme?

Mi corazón palpitó con fuerza cuando hizo aquella pregunta mirándome fijo a los ojos.

Quería decirle que no. No existía tal lugar, pero era mentira. Al final, termine asintiendo, yendo a mi casa a dejar las compras, para luego encontrarme con el nuevamente y dirigirnos a aquel lugar especial para mí.

— De verdad te gustan las flores, ¿eh? — lo escuché decir cuando llegamos.

— Si — simplemente atiné a decir.

El lugar al que había llevado a Robin se encontraba algo lejos de la ciudadela, pero sin salir de las murallas. Era una pequeña montaña lo suficientemente alta para tener una buena vista de todo Ylisstol e incluso del castillo. Y en esta, había muchas flores incluyendo un césped tan verde como como la esperanza.

Era mi lugar especial y más en primavera. Solía ir ahí todo el tiempo cuando era más pequeña y no tenía mucho trabajo que me mantuviera ocupada. 

— Es bonito, debo admitir — escuché claramente como si aquello le hubiera sacado una sonrisa — Pero... — tras eso, se quitó el abrigo delgado y lo coloco en el suelo — No puedo ensuciarme.

Sin querer voltee los ojos al compás de su acción y terminé sentandome en el suelo sin colocar nada como él.

No hablamos para nada. Estuvimos mucho tiempo ahí sin si quiera mirarnos hasta que la puesta de sol dió inicio avisando que era hora de marcharse a casa.

Creo que sueno bastante repetitiva, pero lo que sucedió a continuación fue lo que definitivamente me enterró en el suelo un poco más de lo que ya estaba.

Sin querer, lo observé por un buen rato con los rayos del sol iluminando su bello rostro, hasta que él me devolvió la mirada y de pronto, se acercó lo suficiente a mi para besarme...

Cuando las Flores se Marchitan || Chrom y Robin || Fire Emblem.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora