7. Trampa para conejos.

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Sin querer, lo observé por un buen rato con los rayos del sol iluminando su bello rostro, hasta que él me devolvió la mirada y de pronto, se acercó lo suficiente a mi para besarme.

Fue extraño. En cuanto colocó sus labios sobre los míos le correspondí de una manera automática tal como si yo lo hubiera estado esperando con ansias.
No hubo momento para pensar en mí Príncipe azul en medio de aquel beso, solo hubo momento para disfrutar de sus adictivos movimientos. Robin era apresurado; brusco; apasionado... y eso me gustaba.

Al final él término por separarse de manera rápida dejándome totalmente confundida por la acción.

Toque mis labios al mismo tiempo en que dirigía la mirada al césped.

¿De verdad eso había sucedido? De inmediato negué aterrada cuando en mi mente apareció la imagen de Chrom sonriendo y después sus palabras resonaron fuerte hasta el punto de aturdirme.

- Quiero quedarme contigo lo que me resta de vida...

- Que podría esperar de una jardinera de la ciudadela...

Pero esas palabras, resonaron todavía más fuerte. Al subir la mirada, Robin estaba de pie viéndome hacia abajo. Su mirada despectiva me aterró aún más.

- ¿Que? - fue lo único que pude articular al no entender del todo sus palabras y esa mirada.

- No mereces que Chrom te amé. Mi mejor amigo no merece esto. Eres una pueblerina fácil que no tiene el derecho de ser amada por alguien tan especial como él.

Esas palabras tan llenas de asco está vez me dieron un dolor en el pecho. Comenzaba a faltarme el aire y por ende se me dificultaba respirar.

Me da cólera recordar aquella escena, pues había sido humillada por Robin con más que palabras. Había caído en su trampa ya que él solo buscaba poner en evidencia que solo era necesaria una acción para descubrir que todo el amor que tenía por Chrom era mentira. Aunque, mi amor no era mentira, nunca lo fue.

- Aléjate de Chrom antes de que lo lastimes - con eso me dió la espalda - O no te lo voy a perdonar.

Se fue dejándome sola.

Lo entendía, era raro, pero lo hacía. Robin solo buscaba lo mejor para su mejor amigo de infancia y claro que también por ser el próximo Venerable de Ylisse. Con ello en mente, excusé totalmente sus acciones y me dije que era yo la única culpable de todo lo que me sucedía.

Al siguiente día no fui a trabajar al Castillo. Estaba en debate constante para elegir mis acciones futuras.

Decirle a Chrom que en realidad no lo amo. Que sería mentir para que me dejara en paz por la amenaza de Robin, o simplemente seguir con lo mío arriesgando que Robin hable. Que sería mantener mi palabra ante Emmeryn-sama. Aquí ya era elección del Príncipe decidir que hacer.

Eran las únicas opciones que tenía a mi disposición, porque otra cosa no podía hacer, aunque la idea de abandonar Ylisse estaba vaga en mis pensamientos como una opción alternativa, pero era difícil solo pensar en ella.

Al siguiente día me presenté a trabajar, quisiera decir, con la mirada en alto, pero está no salía del suelo al compás de mi cabeza asintiendo cuando el encargado de los empleados me regañaba.

- Tranquilo, Teodoro, yo me encargo - escuché su voz y al instante quise huir. Esa desmedida confianza y tono grácil que lo caracterizaba se hacía presente mandando al carajo toda la determinación con la que había salido esa mañana de mi casa.

- Entendido, Príncipe - enseguida Teodoro agachó la cabeza.

- ¿Por qué ayer no veniste a trabajar? - me preguntó cuando nos quedamos solos en la habitación donde los empleados se arreglaban para sus diferentes puestos.

- Lo siento, no me sentía bien - mentí.

- Está bien, entiendo.

Tras sus palabras, levantó mi mirada con un dedo en mi mentón. Enseguida me sonroje. Chrom era bellísimo con esa sonrisa en el rostro.

- No lo haga... - me deshice del agarre y voltee la cara. Él tomó un semblante de no entender a que me refería - No me de un trato especial por nuestra relación. Debe dejar que me regañen y castiguen por mis fallas como se hace con todos los empleados de este lugar.

- Lo siento - está vez él se disculpó suspirando - Tienes toda la razón, pero no puedo evitarlo - río - Eres especial para mí.

Mi cabeza explotó en colores al escucharle decir aquello de manera suave, pero en ese instante, también recordé lo que había pasado con Robin en mi lugar especial.

- Tengo... tengo que ir a trabajar, con
permiso, Chrom-sama.

Huí al compás de su risa y con las ganas de decirle que también era especial para mí aún tras entender las consecuencias de mis acciones. Después de todo Chrom era mi primer amor como yo lo era el de él.

Pasados los días, cuando me encontraba arreglando el jardín secreto, Robin volvió.

- ¿Acaso no has entendido lo que dije? ¿Necesitas una explicación detallada? - me preguntó más que molesto, pues era seguro que sabía que los últimos días Chrom y yo habíamos estado cuidando de nuevo el jardín. Juntos.

- Va a disculparme, Robin-sama, pero no voy a dejar a Chrom.

Claro que no lo dejaría, ya se lo había prometido a Emmeryn-sama e iba a cumplir mi palabra casándome con él.

- Ya te lo he dicho - se acercó de manera peligrosa hacia mí y yo retrocedí al ver su semblante furioso - No mereces que Chrom te amé. En cualquier momento podrías volver a traicionar su amor y confianza. ¿No entiendes que puedes lastimarlo?

- No voy a volver a hacerlo. No voy a lastimar a Chrom - afirmé.

Me sentía muy segura de mis palabras, ya que no habría otra persona además de él con quién estuviera igual de confundida, pero por ese momento después de su acción, comenzaba a odiarlo con mi alma. Él era el culpable. Era por ello que no volvería a caer en ninguna de sus trampas para conejos.

- ¿Por qué no comprendes el lugar en el que estás? Eres una pueblerina que corrió con suerte al obtener trabajo en este castillo, deberías quedarte donde perteneces. Nunca estarías a la altura de un Príncipe como Chrom.

Sus palabras eran casi iguales a las que yo le había dicho al peliazul con anterioridad. No voy a mentir, me hizo sentir muy mal porque de antemano yo sabía en lo que me estaba metiendo, yo sabía a donde pertenecía; de donde venía, mucho antes de que él lo mencionara.

Robin solo decía la verdad y yo la acepté.

- Intente explicarle eso al Príncipe. Si lo acepta, entonces yo sé lo agradeceré a usted.

Terminé derrotada.

Su mirada furiosa no cambio ni un momento, incluso cuando se marchó con su libro entre las manos sus movimientos parecían molestos, tal como un niño haciendo berrinche.

Volví a lo mío actuando como si nada hubiera sucedido minutos atrás. Como si en realidad Robin no me hubiera lastimado con fuerza bruta, pero cuando me agache a revisar los bellos crisantemos amarillos en el suelo, una lágrima cayó por arte de magia sobre uno de ellos.

Terminé más que derrotada y tan solo por unas palabras.

Cuando las Flores se Marchitan || Chrom y Robin || Fire Emblem.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora