14. Las condiciones son agobiantes.

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El día de la mudanza llegó inevitablemente tan solo dos días después. Fue demasiado apresurado, pero seguía siendo la condición del Venerable y por lo tanto una orden que nadie debía desobedecer. Ni Chrom, ni Emmeryn-sama y mucho menos yo, que, llegando a ese punto, era imposible dar marcha atrar ni un paso después de lo que había elegido para mí.

La tarde de ese día, me encontraba recargada en la valla de mi casa observando cómo unos hombres se encargaban de sacar todas mis pertenencias hacia afuera y otros se encargaban de subirla en un carro liderado por dos caballos. No hacia falta decir la dirección que este tomaría nada más terminarán con su trabajo.

Suspire cansada.

Los últimos días después de la conversación con Chrom me había encerrado en mi casa con llave. Pero fue en vano, porque sabía exactamente lo que iba a pasar después.

— Señorita — escuché como me llamaban, así que me voltee al hombre que pedía mi atención — Todo está listo, lo llevaremos cuanto antes al castillo.

— Buen trabajo, muchas gracias.

Agradecí a pesar de que no quería hacerlo, pero ellos no tenían la culpa de mis decisiones. Enseguida me sentí culpable.

— Tengo entendido que también debemos llevarla al castillo...

— No, no se preocupe — le interrumpí enseguida y el hombre hizo una cara de no entender — Iré más tarde ya que tengo algunas cosas que hacer en la ciudadela.

Era mentira, pero él me creyó y pronto ya se estaban yendo directo al castillo.

Suspire nuevamente totalmente cansada, ya que había dejado de lado que algunos vecinos habían estado al pendiente de todo aquello. Algunos ni siquiera disimulaban. La mayoría eran mujeres que estaba segura se morían por preguntar porque me estaba mudando. Después de todo, había vivido toda mi vida en ese lugar y cuando me quedé sola no recibí más que poca ayuda de parte de una pareja que vivía frente a mí casa, poco después ellos se marcharon.
Así que tal como lo predije, mi vecina de a lado, una mujer joven recién casada llegó hasta a mí y se quedó de pie frente a la valla observando la casa como yo hacia.

— ¿Te vas? — preguntó.

— Si — respondí simple.

— ¿A dónde te vas? — preguntó. Se le veía muy interesada, pero no de la forma como si se estuviera llenando de información para después contarla.

— Me he comprometido hace poco con un hombre y este ya no quiere que viva sola — me limité a contarle.

No servía de nada mentir, estaba segura de que la relación que tenía con el Príncipe no siempre iba a ser un secreto para la gente, pero tampoco me ví con las fuerzas de contarle que era con él con quién me había comprometido. No era el momento.

— Suerte entonces con tu nueva vida — me deseó. Ella no se veía forzada a hacerlo y lo supe por su modo de decirlo tan natural, además, como ella  estaba recién casada supuse que me lo decía de buena manera.

— Gracias — de nuevo me encontré agradeciendo un tanto confundida por sus palabras. ¿Era todo? ¿No quería saber a dónde me iba?

Se fue sin más y yo le seguí la pista hasta que entró a su casa. Fue extrañó, pero no le di más vueltas al asunto y entre a mi casa que ya estaba totalmente vacía.

— Me voy — repetí palabras similares a las de la mujer y me deprimí al instante.

Esa casa me había visto crecer. Había sido testigo de todo lo que me había costado vivir. Era nuestro hogar, el de mis padres y mío, había recuerdos inolvidables justo ahí. Entonces ahora con la edad de diecisiete años estaba yéndome porque iba a casarme con el Príncipe de Ylisse.

Cuando las Flores se Marchitan || Chrom y Robin || Fire Emblem.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora