10. Cuando las flores se marchitan.

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— Entiendo — me hice a la idea — Puede ayudarme si gusta.

Después de esas palabras, Robin me estuvo ayudando por días con el jardín "secreto", pero no me era mucho de ayuda ya que a diferencia de Chrom, que sabía por lo menos que hacer, el albino no entendía nada. Además, cuando le dije que si, había olvidado lo delicado que era para hacer esos trabajos que parecía estarlo obligando.
Para comenzar, llevaba ropa no acordé para trabajar; siempre tenía guantes puestos; y un cubrebocas.

En muchas de las ocasiones quise decirle que su ayuda no me hacía falta y que se fuera, pero él seguía perteneciendo a la realeza de Ylisse y yo no podía hacerle una ofensa como aquella cuando se le veía se estaba esforzando a colaborar.

Aún así, pasaron pocos días cuando el jardín que estaba a punto de morir, comenzó a cobrar vida nuevamente.

— Parecía que te extrañaba — lo escuché decir cuando terminamos por ese día.

Me voltee a verlo, él se estaba quitando los guantes y el cubrebocas. Nuevamente le puse la mirada al jardín.

— Para nada, solo necesita a alguien que se haga cargo de él — contesté.

Aunque pensándolo bien, su idea no carecía de lógica si nos poníamos a pensar en que algunas personas intentaron arreglarlo y que cuando todos se dieron por vencidos, Chrom también lo intentó obteniendo cero resultados.

— Claro — habló con sarcasmo — Nos vemos, tengo que ir a estudiar.

Todos los días se marchaba diciendo lo mismo y a este punto ya me había acostumbrado a tenerlo en el jardín de ayuda, tal vez me recordaba a los días en que Chrom me acompañaba, pero era bastante obvio que no eran iguales y que tenía que dejar de pensar en eso. Compararlos sin motivo me estaba matando.

No pasó otro mes para cuando el Venerable y Chrom arribaron nuevamente a su reino.

Dije que me iría, pero ese día, muy temprano, me encontraba arreglando el jardín con Robin y no pude evitar escuchar que ya estaban ahí.

— Supongo que vas a irte temprano hoy — comentó el albino desde su lugar regando las rosas rojas, yo por mi parte estaba de cuclillas revisando las margaritas en el césped.

— Supone bien, señor.

— No tienes que hacerlo — de pronto dijo — Trabajabas aquí mucho antes de que Chrom y tú mantuvieran una relación, creo que puedes hacerlo nuevamente.

Parecía estar animándome, pero enseguida me negué. Además, ¿que había sido eso? ¿De verdad Robin me estaba diciendo algo parecido a un "quédate"?

— Estoy segura de que aunque no me lo haya dicho, el Venerable ya no me quiere ver más por aquí — afirmé sabiendo que eso era lo más seguro — No lo culpo, yo fui la que no respeto a la Familia Real.

— Prometiste venir periódicamente... — asentí regando solo un poco las margaritas que no me di cuenta que se había acercado hasta mí — No te perdonaré si dejas morir este jardín.

Coloqué la regadera en el suelo y me levanté para darle la cara.

— No morirá — le dije decidida — Los jardines me han dado más vida que la que me ha quitado cada decepción.

— No dejo de pensar en que tú vida está basada en libro de tragedia — de pronto me dijo.

— Nunca he leído uno, así que no sé de qué hablas — me atreví a decirle.

— Entonces te daré uno, mi favorito. Iré por el, espera en la habitación de los empleados — Robin comenzó la carrera dejándome sorprendida.

— No, espera, yo no... — me dejó con la mano estirada ya que quería detenerlo — No me refería a eso.

Totalmente avergonzada y suspirando, tome las herramientas y las acomode en su lugar en el cuartito del pasillo y después me dirigí directamente a la habitación de los empleados. Cuando llegue, está se encontraba vacía. Era de esperarse pues los empleados internos aún seguían en sus labores diarias.

Me senté en una de las tantas sillas que había ahí dandole la espalda a la puerta. Intenté relajarme y por poco lo consigo de no ser por las empleadas que comenzaron a hablar detrás de la puerta de una manera emocionada.

— Es muy bonita, ¿viste su cabello pelirrojo? Es sin duda una buena mujer para el principe.

Voltee mi cabeza hacia la puerta para encontrarmelas entrando a la habitación. La verdad es que nunca había tenido buena comunicación con las empleadas domésticas porque mi lugar de trabajo era fuera del castillo, pero conocía a algunas. Para mí mala suerte, estás eran las que hablaban a mis espaldas por haber sido contratada directamente por Emmeryn-sama.

— ¿Imagina a sus hijos? — le dijo la otra y poco después se dieron cuenta que yo estaba ahí escuchando todo.

— ¡Caroline, que sopresa! — se dirigió a mí la mayor y se acercó — Tenía un buen tiempo sin verte.

— Si, como tres meses — la otra mencionó.

— Si, es mucho tiempo — contesté avergonzada. La verdad quería que dejarán de hablarme.

— Pero ya que estás aquí... — siguió — ¿Adivina qué acabamos de ver?

Me lo tenía por bien sabido que era lo que habían visto y no queria volver a escucharlo, pero como nadie en este mundo me escucha a mi, ella lo soltó tal como una flecha que me atravesó el pecho sin consideración.

— El Príncipe Chrom regresó y trajo consigo a su prometida. Es muy bonita y al parecer es una Princesa de un reino vecino.

No entendía porque me hablaban, poco después supe que ellas sabían de mi relación con Chrom al haber estado de cotillas en nuestros asuntos. Por eso me lo decían. Con el fin de lastimarme aún más.

— Que maravilla, el Príncipe podrá tomar la corona nada más se casen — intenté sonar normal, pero se que no lo hice. Ellas intentaron no reírse, pero no lo lograron ya que vi esas sonrisas siniestras en sus rostros.

— Caroline... — por suerte, alguien había llegado a salvarme de milagro — Aquí está el libro, espero que te guste, ya dije que es mi favorito.

— Muchas gracias, pero no debiste — contesté.

La reacción de las mujeres fue agachar la cabeza en el instante en el que escucharon su voz. Suponiendo que vieron raro al joven futuro Estratega entrar por primera vez a la habitación de los empleados.

— Buenos días, Robin-sama — le saludaron al compás.

— Buenos días — él saludó un tanto cortés, pero enseguida volvió su atención a mí y ellas lo notaron.

La que me esperaba de chismes todavía peores que los de antes.

— Te acompaño a la salida, vámonos.

Robin me acompaño a la salida como había dicho, yo me despedí y me fui enseguida con el libro en las manos.

Al principio no lo acepté, me decía a mí misma que Chrom ya no importaba tanto como antes y que si se iba a casar, yo debía brindarle todo el apoyo y desearle toda la suerte que se merecía, pero a los días, no podía despertar sin ponerme a llorar nada más pensaba en esa mujer pelirroja a quien nunca había visto.

Esto era lo que yo quería, que el Príncipe se casara con una Princesa que realmente valiera la pena y que me olvidará. Se lo había repetido hasta el cansancio. ¿Por qué ahora me molestaba y entristecía tanto?

Durante unos días, me di un tiempo libre para echarle el ojo al libro que Robin me había prestado.

"Cuando las flores se marchitan".

Ese era el nombre de dicho libro y al parecer favorito de Robin, que con el tiempo, también se volvió mi favorito aún que nunca hubiese leído otro.

Cuando las Flores se Marchitan || Chrom y Robin || Fire Emblem.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora