17. La culpabilidad de la traición.

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— Detengase, por favor, no quiero escuchar más — le interrumpí.

Pronto, algunas lágrimas escaparon de mis ojos, pero no quise aceptarlo y las limpie enseguida. No iba a llorar frente a él.

— ¿Por qué quieres que me calle? ¿Te queda acaso un poco de dignidad? La verdad es que no creo después de haberte visto de primera mano llorando debajo mío...

Volví a interrumpirlo, pero esta vez no con palabras, sino que mi mano abierta golpeó su mejilla derecha tan fuerte que le hice voltear la cara hacia un lado.
Me arrepentí al instante y cuando lo escuché reír con gracia, coloqué una de mis manos en mi rostro para cubrirme.

Fue en ese momento donde más me arrepentí de haberle entregado mi inocencia a ese hombre tan cruel que tenía delante. Robin era una pesadilla, era algo más que estúpida por pensar que era diferente cuando me ayudaba a cuidar el jardín y me obsequio su libro favorito. Nunca debí dejar que la primera impresión que tuve de él se borrará por completo. Porque solo habría que recordar esa mirada llena de desprecio que me regaló cuando tenía apenas catorce.

— Insistes en no hablar del tema. No veo la necesidad de negar lo que sucedió entre nosotros. Fue tan placentero, al menos para mí — al terminar de decir, su mano fue a mi mentón y me levanto el rostro con rudeza. Tuve que quitar mi mano — Tú y yo, traicionamos la confianza del Príncipe, pero lo que nos hace diferentes es que yo no me voy a casar con él, en cambio tú, Caroline, tendrás que vivir con ello y recordarlo cada vez que me mires. Tendrás que recordar cada segundo que pasamos abrazados en tu misma cama.

Volvió a sonreír.

Yo debí defenderme, aunque nunca antes lo había hecho debí defenderme de sus palabras y no con bofetadas, sino con mis propias palabras, pero no tuve el valor porque era una cobarde. El solo pensar enfrentarme a él me hacía desear la misma muerte, porque entendía que si él así lo quería, me acabaría en un segundo y en más de un aspecto.

— Ve, Caroline, no te quito más tu valioso tiempo — me soltó y alejó considerablemente para darme la espalda — Si estabas buscando la habitación de Chrom, está justo a lado.

Huí de inmediato que al solo salir de la habitación me tropecé con mis propios pies por culpa del vestido. Me golpeé la cara contra la alfombra elegante por no querer arrugar en el proceso de caída, los papeles importantes que Emmeryn-sama me había encargado entregar a Chrom. Me recargue en una mano, senté sobre mis rodillas y golpeé tan fuerte como pude el suelo. Todo esto, soportando las inmensas ganas que tenía de llorar en alto y huir del castillo.

El albino me había humillado nuevamente.

Me ví a mi misma intentando comprender porque insistia en arruinar mi vida, pero todo concluía en que simplemente yo no le gustaba nada y odiaba mi más mínima presencia.
Por un segundo, pensé que no sería un problema, ya que todo estaba en no tener contacto aún viviendo juntos, incluso hacia mi trabajo más fácil al ni siquiera presentarse en la mesa para las comidas diarias, pero ya veía que no lo hacía por mí, sino por él.

No me quedo más que levantarme, quitarme las lágrimas y seguir avanzando hasta la habitación de Chrom. ¿Por qué no me equivoqué de pasillo en primera?

— Justo iba a verte — me dijo cuando abrió la puerta. Llevaba encima su típica sonrisa amable.

— Entonces hubiera esperado en el despacho de Emmeryn-sama — se me escapó como si nada y cuando vi su semblante le extendí los papeles — Ella me envió a entregarle esto — terminé.

— Te lo agradezco. Debió ser una molestia venir hasta acá, así que también me disculpo — me dijo apenado y negué enseguida.

— No, no lo fue — mentí — Igual no tengo mucho que hacer después de desocuparme con ella, así que está bien — le sonreí para no levantar sospechas.

— Entiendo — mencionó — Bueno, ¿te parece si vamos a pasear un poco por los jardines?

Asentí enseguida y él se metió dentro de su habitación para dejar los papeles que acababa de darle, luego salió y caminamos de la mano con dirección hacia donde había mencionado antes.

Fue un momento bastante relajante después de lo que había sucedido con Robin en su habitación. Definitivamente Chrom me hacía bien psicológicamente, pues no sé cansaba jamás de darme ánimos a la vez que cumplidos que me hacía sonrojar. Él era un ángel y yo no sabía cómo le había hecho para conseguir uno.
De Chrom no había manera, no creo que hubiera existido alguna otra palabra para definirlo, incluso hasta la fecha presente. Siempre me había estado repitiendo lo mismo, porque no era nada más que la verdad, aún así, cometí innumerables errores que sabía podían lastimarlo y aún a consciencia no medí las consecuencias.

Como estamos hablando de pasado, no es necesario saber que sucedió exactamente cada día en específico, sino lo más importante que nos llevó hasta dónde me encuentro ahora.

Como pequeños detalles, un día de aquellos, me había infiltrado sin permiso en la bodega donde guardaban mis cosas tan solo para recuperar "Cuando las Flores se Marchitan". El libro de Robin. Sabía que se tenía que quedar ahí, pero simplemente no soporte dejarlo llenarse de polvo sin nadie que por lo menos lo hojeara de vez en cuando. Me dije a mi misma que no lo hacía por el albino, pero no había otra explicación para ese acto tan temerario.

Otra situación dada en el castillo de importancia extrema, fue que la Venerable estaba en cinta esperando con ansias su segundo hijo. Cuando su barriga se hizo grande, la mayoría del tiempo me encontraba ayudándole.

Cuando cumplí los dieciocho y Chrom los veinte, los preparativos de la boda comenzaron ya que el Príncipe tendría que tomar la corona a los veintiuno respetando la moral de la familia. Como era de esperarse, ya tenía un buen tiempo residiendo en el castillo y por ende me había acostumbrado a todo lo que alguna vez había dicho que era imposible, más aún extrañaba la calidez de las calles de la ciudadela en donde me crié. No había tenido la oportunidad de salir.

Por suerte, durante ese tiempo, no ocurrió nada más entre Robin y yo, de hecho, eran contadas las veces en que lo había visto andar por el castillo. Él me evitaba y yo lo evitaba. No había de otra. Jamás se volvió a tocar el tema de nuestra traición a mí prometido y a su mejor amigo de infancia, pero tal como había dicho, al parecer yo era la única que recordaba tal acción y no era cada vez que lo veía a él, sino que cada vez que veía a Chrom, lo recordaba haciéndome sentir una basura completa.

Adoptando mis viejas costumbres, lo único que necesitaba era escapar.

Pronto se hizo oficial. El Príncipe Chrom del Sacro Reino de Ylisse iba a casarse, pero como temía el Venerable y yo desde hace tiempo, la noticia causó revuelo en cada reino y aún más en los vecinos.

Afortunadamente, las personas de la ciudadela lo aceptaron conociendo a su futuro Exalt y conociéndome, aunque tampoco hay que ignorar que les causo gran sorpresa y duda al principio.
Mas infortunadamente, los reinos vecinos comenzaron a pedir explicaciones sobre tal desición que veían descabellada para tratarse del Reino de Ylisse, en donde el Venerable tenía fama de ser razonable en cuanto a temas de familia y guerras.

— ¿Aún así sigues queriendo mantener tu capricho? — le había dicho a Chrom al enterarme de la situación.

— Aún así, voy a mantener nuestro capricho — solo me había respondido mientras me hacía a la idea de todos los problemas que estaba causándole.

Pero la peor reacción de todas, fue la explicación que pidió el reino de donde procedía la bella Marsella antigua prometida del Príncipe...

Cuando las Flores se Marchitan || Chrom y Robin || Fire Emblem.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora