Capítulo 5

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La forma en que sus ojos verdes me miraban me hacía sentir que en los míos había algo que encontrar. Es lindo que alguien se tome la molestia de conocerme como él. Sabía muy bien que ese chico de sonrisa perfecta me haría sufrir, pero aun así me encuentro con él sentada en los bancos, viendo su perfil sin descaro alguno. Su mirada era tan penetrante como si buscaba mi luz en ellos, pero desde hace tiempo esa luz creo que se había apagado, desde que mi hermano se marchó no quería encariñarme con nadie, porque cuantas mas personas dejes entrar, más vas a sufrir, y no dejar entrar a nadie,  ese era mi propósito hasta que tuvo que aparecer él.

Es que con él simplemente no me importa cuánto me llegará a ser sufrir, solo quiero seguir disfrutando el momento y sonreír a la vida, tanto como lo hace él donde se marcan esos perfectos y pequeños hoyuelos. Es un chico interesante y divertido y con miles de cualidades, pero no creo que sea el tipo de chico con que me case, porque no creo que lo haga, no me veo frente a un altar. Porque las personas son pasajeras, son fugaces y tarde o temprano se terminan marchando de nuestra vida, eso sí lo tenía muy claro. Pero ahora solo quería reír con él en cada momento que se presentara la oportunidad, reír a la vida y a los problemas.

—Ya que se está oscureciendo, bonita. Quiero llevarte a un lado —anunció con esa hermosa voz que me alejo de mis pensamientos para bajar la mirada tímidamente hasta mis dedos mientras mordía mi cachete.

—¿Vamos? —preguntó.

Subí la mirada y asentí nerviosa. Pero un terror pareció en mis pensamientos se estaba oscureciendo y era peligroso para ambos, sentí una extraña sensación que recorrió mis entrañas acompañado de un escalofrío, porque en las calles de Venezuela no estás a salvo, nunca lo estás ni de día, ni de noche.

—Es tarde. Además es peligroso estar en la calle —confesé nerviosa viendo a todas partes con cierto terror, por la oscuridad del lugar.

—Yo siempre cuidare de ti, bonita.

Sus palabras me hicieron sonrojar, y sentir un poco mejor, pero aún en cada esquina miraba a los lados, porqué nunca se sabe quién puede estar acechando en la oscuridad.

Se levantó y me ofreció su mano. La acepte encantada para caminar por las calles, todo se estaba tornando más oscuro y frío, que daban más escalofríos a mis entrañas. Había muchas licorerías repletas de personas tomando y bailando en plena calle como si no les importara nada, eso me indignaba, porque para estar viernes y sábados en estos lugares si tenían dinero, pero seguro sus hijos estaban solos pasando hambre, incluso sin pañales, es triste y frustrante esas personas que no concientizan.

Infle mis mejillas y deje salir el aire unos segundos porque no quería que nada dañara el momento. Con este cielo estrellado que se estaba asomando cada vez más, amaba ver cada una de las estrellas porque trasmiten paz. Lucas, intercambiaba muchas miradas y yo se las respondía porque una mirada siempre dice más que mil palabras, y creó que las mías dicen mucho.

Nos encaminamos para entrar a la estación del metro, yo no paraba de reír muy bajo porque me tomo de mis muñecas corriendo por toda la estación para alcanzar el metro que estaba por llegar, y justo al estar frente a él se abrieron las puertas, me hizo una reverencia con sus manos para que me montara primero. Lucas, me hacía reír tanto y comprendí que era cierto lo que decían, sobre que una persona puede hacerte sentir más cosas en un día, que una que está contigo en muchos años, y aunque yo no había estado con nadie a pesar de tener innumerables proposiciones, con él sentía que todo era diferente, mis sentimientos eran muy diferentes a su lado, me sentía capaz de hacer todo tipo de locuras.

—¿En qué estación nos quedaremos? —pregunte alzando la voz por la bulla de las personas a nuestro alrededor.

—¡Miranda, bonita! —exclamó y yo sonreí asintiendo. 

Un amor fugaz ©[✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora