Capítulo 6

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No había dormido tan bien desde hace mucho, ni siquiera desperté pensando que era tarde para ir al trabajo para darme cuanta que era domingo. Porque siempre los fines de semana me paraba asustada por esos pensamientos. Pero hoy no, hoy estoy preparara más que nunca para luchar por mis sueños y cumplir mis metas como me dijo Lucas; hay que soñar en grande. Y no importa lo mucho que me cueste lo lograré.

El sol como cada mañana se asoma en mi ventana para recordarme que no importa qué pasó ayer, o antes. Hoy es todo de nuevo y debo esperar que aventuras tocan a mi puerta.

Saliendo de mí cuarto tarareo una canción mientras doy vueltas como boba por toda la casa, pensando en él. Es increíble cómo una persona te transforma tanto, como te contagia su sonrisa.

En la cocina me encuentro con la mirada de mi madre que me mira con cierta curiosidad y picardía.

—Buenos días, mi amor ¿Cómo dormiste? —preguntó mi madre desde la cocina donde estaba terminando de hacer el desayuno.

—Mejor que nunca, mami. ¿Y tú? —contesté sentándome en la silla de la cocina con mis piernas cruzadas.

No pude evitar sonreír al recordar a, Lucas.

—Mmm hum — susurró mi madre —. ¿Y esa sonrisa? —preguntó burlona.

—¡Conchale*, mami!, ¿no puedo sonreír acaso?

Trate de morder mi mejilla para evitar sonreír más.

—¿Tiene que ver con el muchacho que te trajo anoche?

¿Cómo sabía? ¡Mierda!

Trague saliva y comencé a rascarme la cabeza de la incomodidad. Mi madre movía de lado a lado su cubierto esperando mi respuesta.

—Un amigo del trabajo —mentí mordiendo mi mejilla.

—¡Aja, amigo!—exclamó en risas —. Pero cualquier amigo que te haga sonreír vale la pena.

Me pico un ojo y no pude contener una sonrisa.

¿De veras me hacía sonreír tanto?

Pero la ignoré y me acerque para ver que estaba preparando tenía caraotas y queso rallado en la mesa.

—¿Conseguiste queso, mami? —pregunté agarrando un poco pero mi madre me pegó en la mano, a lo que hice una mueca de dolor.

—¡No toques, Camila! Y si, una amiga me regalo, por eso prepararé unas arepas de dominó* — anunció y yo aplaudí con mis manos porque me encantaban.

Mi mamá sabía cuánto amaba esas arepas, más las catiras* y peluas* que eran mis favoritas.

—¡Me encanta! —exclame feliz, de solo imaginarlas se me hacía agua la boca.

Tocaron dos veces a la puerta lo que nos hizo ver a mi madre y a mi sorprendidas, de seguro eran los vecinos para sus juntas comunales, donde nos venían a decir que no habían servicios básicos porque todo estaba dañado. Mi madre siempre asistía a todas las reuniones, pero solo pedían dinero y no solucionaban nada de los problemas, que según iban a solucionar.

—¡Ya voy! — avise mientras salía de la cocina a ver quién era.

Por favor que no sean las viejas cotorras, o las testigos de Jehová.

Al abrir rogaba a Dios que no vinieran a molestar desde temprano, pero de nuevo era el destino que tocaba a mi puerta, trague saliva y sonreír nerviosa ladeando mi cabeza de lado a lado porque de nuevo lo tenía en mi puerta, al único que tal vez quería ver.

—Buenos días, bonita — anunció mordiendo su labio inferior.

Estaba muy lindo con su cabello revuelto, vestía unos pantalones y un suéter negro y en sus manos traía algo envuelto en una bolsa.

Un amor fugaz ©[✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora