PRÓLOGO

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Nada mejor que un Vera Wang: Truly Pink, siendo un aroma floral para toda la noche y poder conquistar a ciertas personas que deambulan en esta apocalíptica ciudad con el fin de entretenerse un rato; siendo cazadores de pasión y lujo, placer y diversión, secretos y susurros; masturbaciones mentales.

Pero no, eso no es lo que busco en estos momentos.

Hoy es la noche donde, en vez de la pasión y el lujo, jugarán presumidamente la honestidad y la estrategia. Un caso difícil de ganar, pero no imposible.

Organizarme el cabello, lo único que puedo hacer mientras los nervios me invaden, pero no dejaré que me dominen; soy una abogada profesional, intocable, indomable, y éste caso no va a ser el primero en romper mi reputación. He tenido cientos de casos, quienes han jugado el incesto, el homicidio, la violencia intrafamiliar, el robo, las drogas, los estereotipos, el racismo, la homofobia, el delito informático, el machismo, la violencia, la xenofobia, la culpabilidad, el dinero, la mafia, el terrorismo, el suicidio, la venganza, el remordimiento, la esquizofrenia, la depresión, el sociópata, el psicópata, el acoso, la avaricia, la política, la religión, la educación, la tortura, el secuestro y el espiritualismo. Todos los he ganado, dejando a inocentes libres y culpables con una pena cómoda, donde se reduce la pena o la libertad condicional. Un caso donde se involucra el secuestro, la desaparición, el homicidio y una aguja por encontrar no me va a detener.

Dos toques en la puerta de la habitación, se abre, dejando entrar un cuerpo varonil con clase y actitud; el chofer.

—El auto ya está listo, dama —me avisa con mucha elegancia, como a mí me gusta.

—De acuerdo —me levanto de la silla, donde tenía al frente mi colección de maquillaje —. ¿Estás seguro de todo esto?

Suspira fuerte, mirando mis tacones de cuero negro, se queda un rato pensando para una respuesta, pero al final se diga en responder.

—Considero que esa pregunta debería de hacérsela a usted misma.

Y sin ninguna pena, se devuelve por su camino, dejándome sola en la habitación.

Tiene razón, yo fui quien acepté el caso y estoy dispuesta a sufrir todas las consecuencias que llegarán desde el momento que llegue a ese apartamento.

Salgo de la habitación y luego de la casa, para así caminar hacia el auto: un chevrolet cruze de color azul.

—Espero que no cometas ningún error en este caso —me dice el chofer mientras espera desde la puerta del copiloto a que entre.

—El único error que cometeré es haberte arrastrado hasta allá —susurro en el momento justo que paso al lado de él y entro al auto. Él no dice nada al respecto, solo cierra la puerta y rodea el automóvil, para así entrar y encenderlo.

—Sé que podrás —me dice cuando el auto ya está preparado y con ganas de ser manejado. Me agarra de la mano y me mira fijamente —. Lo lograrás.

Asiento a su motivación; sí, yo podré, estuve planeando esto durante días como para cometer un estúpido error.

Entonces empieza a arrancar.

Recorremos las calles de la ciudad; una ciudad con bastante privilegio, pero con bastantes casos legales, puesto que estamos en una civilización poco educada y humanizada, donde la tasa de personas que tienen como objetivo de ganarse la vida a su placer, omitiendo las normas legales del Estado, son altos. No me quejo en parte, pues esas personas me dan dinero y prestigio en mi carrera profesional. Billetes, reputación; cosas que muchos desearían en un mundo moderno como éste.

Desde hace tiempo había considerado irme del país, o al menos de la ciudad, con el fin de formar una vida mejor, como vendedora de flores o profesora de derecho en una universidad de buen respeto, pero desde que todo dio vueltas en mi vida personal, decidí en seguir respirando las calles injustas de esta patética ciudad.

Al paso de las horasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora