INTRO

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Corea del Sur, 2 de mayo del 2019, 2:40 a.m.

El chico avanza a trompicones por la acera y trastabilla de vez en cuando. Son más allá de las dos de la madrugada, la noche oscura se cierne a su alrededor. Las pocas personas que le ven pasar lo toman por un borracho que trata de llegar a casa.

Já, si ellos supieran que de allí es de donde huye.

Lleva ropas caras, aunque están hechas jirones. Se sujeta el brazo con la mano como si estuviera roto y, si alguien se dignase a acercarse, vería que su rostro está ensangrentado.

El chucheo lejano de un búho le hace saltar en su lugar. Está asustado. Está solo y tiene frío. Le han echado de casa, pero tiene miedo de que él se arrepienta y salga en su busca. Si le encuentra dando semejante espectáculo por la calle lo empeorará todo, le obligará a volver y luego tendrá que ir al hospital. ¡Eso haría que él se enfadara todavía más! Niega con la cabeza, lo mejor es volver mañana.

Es un chico inteligente y se ha informado, sabe que puede encontrar ayuda unas casas más hacia delante y eso le da ánimos para seguir. Aun así, las piernas le arden con cada paso que da. Va a caerse en cualquier momento. Cuando lo haga, no tendrá energías para levantarse.

Utiliza toda la fuerza que le queda para golpear la puerta. Le duele porque tiene las manos frías, y el escozor se extiende hacia arriba por todo su brazo sano, pero no le importa. Necesita que le abran la puerta. Cierra los ojos porque se está mareando y, desesperado, reza para que el dueño de la casa le oiga.

Lleva allí un rato y sus nudillos comienzan a sangrar, su visión a oscurecerse. No puede quedarse implorando al cielo toda la noche, están en mitad de una noche helada de primavera en Corea del Sur y morirá de frío. Impotente ante la negativa de una puerta maciza, se muerde el labio roto. Por lo menos, con las bajas temperaturas, sus heridas cicatrizarán mejor.

Eso es lo que él piensa.

Cree recordar que hay un vertedero cerca. Quizás allí pueda encontrar cartones para pasar la noche, pero el dolor en todo el cuerpo le está matando y las rodillas le fallan cuando intenta dar un paso.

No va a aferrarse a falsas esperanzas, ya sabe que ha gastado su última bala al llegar hasta allí. De nada sirve negarlo. El dueño de esa casa estará dormido o en otro lugar, quién sabe. No le oye. No puede ayudarle.

Entonces la puerta se abre. O quizás es sólo producto de su imaginación. No lo sabe, no puede saberlo. Su brazo deja de doler, sus piernas pierden definitivamente la fuerza para sostenerle, sus párpados de pronto pesan toneladas y se va tan rápido que ni siquiera siente el golpe contra el suelo.

(Próximamente)

Batterer 『TaeKook』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora