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Jungkook no era valiente.

De hecho, todo lo contrario.

Si miraba hacia atrás y recapitulaba, todas las decisiones importantes que había tomado en su vida habían sido para no tener que enfrentarse a lo que le daba miedo de verdad. Cuando se fue de su casa y se escapó con Yugyeom, cuando cedió ante él la primera vez, cuando se negó a ver a su padre en el hospital, cuando acudió a la ayuda de un desconocido una noche de mayo en lugar de ir al hospital... Todo. Todo, desde que nació, había sido alimentado por el miedo.

Miedo al rechazo, miedo a la soledad, al dolor, miedo a... Yugyeom.

Miedo.

Jungkook nunca se había avergonzado por tener miedo. Se avergonzaba por ser débil, pero no por temer. Desde pequeño había aprendido que tener miedo era algo sano que te enseñaba el tipo de persona que eres.

No le gustaba el tipo de persona que era.

Siempre, siempre, siempre había cedido ante el miedo.

Siempre había creído que las personas son lo que son y ya está, y que la posibilidad de un cambio no existe porque el instinto cobarde no puede desaparecer. Pero esa idea se la había inculcado Yugyeom. Se la había inculcado él mismo. Se la había inculcado el tiempo y las malas experiencias.

Taehyung llegó con nuevas ideas.

Taehyung llegó con pinceles, abrazos, cervezas y besos. Llegó con pasteles, palabras bonitas, amor y pasión. Y le maravilló. Y le hizo creer. Y le mostró que la poesía no son sólo palabras, que importa el momento, que importa el significado, y que el arte que ellos hacían no era nada que pudiera verse en otro lugar que no fueran sus ojos.

Taehyung llegó y le hizo valiente.

Y Jungkook quería conservar eso, como mínimo. Quería poder mirar hacia atrás en algún momento y enorgullecerse. Mirarse a sí mismo y saber que lo hizo bien.

Suspiró, con el corazón a mil.

Iba a hacerlo bien.

La casa estaba en silencio y parecía vacía en su totalidad, así que intentó no hacer ruido mientras iba hasta la habitación del dueño. Conocía ese lugar de pies a cabeza, por lo que la oscuridad no fue un problema. Lo único que de verdad le daba miedo era lo que podía haber en ella. Lo que estaba escondido en ella.

Cuando entró, la cama estaba vacía.

Vale. Vale. Pensándolo bien, quizás Taehyung hubiera recibido una llamada de última hora para hacer una guardia en el hospital. Eso sería convenientemente fantástico. Eso sería...

Un ruido proveniente de la cocina le hizo girarse de golpe, botando en su sitio del susto.

Q-Quizás Taehyung estuviera en la cocina. Quizás Yugyeom hubiera aparcado el coche fuera sólo para asustarle. Él nunca llegaría a hacer algo tan extremo como atacar a alguien en su propia casa, ¿verdad? No, eso era una locura.

Jungkook tragó saliva y, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, avanzó hasta el pasillo.

Allí, las luces se encendieron de golpe y la puerta de la cocina se abrió, dejando ver a un Taehyung despeinado y con el pijama puesto que revolvía un té distraídamente. Parecía acabar de levantarse de la cama.

Cuando cerró la puerta con el pie y levantó la mirada, sus ojos se abrieron como platos.

—¿Jungkook? —preguntó, mirándole de arriba a abajo como si no se lo creyera. —¿Qué haces aquí?

Batterer 『TaeKook』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora