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Jungkook gruñó con suavidad cuando se deslizó de un estado de inconsciencia total a uno simplemente somnoliento, arrebujándose entre las sábanas al recordar que, por un día, su alarma no estaba programada para sonar.

Después de pasarse el día anterior junto a sus tres amigos, no tenía nada que hacer hasta la reunión a las seis.

Sin embargo, al parecer, su cuerpo sólo deseaba quedarse en la cama cuando tenía que levantarse porque, en el momento en el que abrió los ojos, no pudo cerrarlos de nuevo. Probó todas las posiciones posibles pero, además de que algunas se habían vuelto incómodas debido a la tripa que estaba desarrollando, era como si su cuerpo se negase a dormir.

Se acarició el vientre distraídamente, sobando la protuberancia en la que ahora consistía. Le gustaba la sensación de llevar un bebé dentro, un bebé suyo, pero eso no evitaba que estuviera triste y asustado por el mismo motivo.

Si bien que un hombre se quedara preñado no era imposible, era infinitamente más fácil que una mujer lo hiciera. Dejando de lado el hecho de que los períodos de mayor fertilidad de las mujeres eran más largos y que su menopausia llegaba mucho más tarde que la de los hombres, para que un chico se quedara embarazado debían coincidir varios factores:

El primero, estar entre los quince y los treinta años, más o menos.

El segundo, tener relaciones sexuales durante sus únicos dos meses de fertilidad anual, que eran diferentes dependiendo de la persona y de su reloj biológico, cambiaban cada año y eran, en consecuencia, imposibles de predecir.

Ya que el cuerpo de un hombre está mucho más preparado para producir espermatozoides que óvulos, los que creaban solían salir defectuosos y no permitir la correcta entrada del otro gameto, por lo que el tercer y último requisito era que el momento de la fertilización coincidiera con un óvulo en buen estado.

Eso tan sólo si hablamos de la dificultad para quedarse embarazado, porque el cuerpo de un hombre tampoco estaba hecho para tener hijos. No era nada extraño que hubiera complicaciones difíciles durante los embarazos masculinos, a veces hasta el punto de perder al bebé por problemas que serían fáciles de solucionar de tener el cuerpo de una mujer.

Jungkook era un hombre embarazado y, como si eso fuera poco, soltero.

¿Podía ir mejor?

Bufó, suspiró e intentó sin resultados forzarse a dormir para no pensar en ello. Al final, mirando fijamente el techo de su habitación, encontró que el rumbo de sus pensamientos le llevaba hasta el beso de Kuyng.

No sentía nada, lo cual era normal teniendo en cuenta que Kuyng no le inspiraba nada más que amistad, pero no dejaba de hacer que pensara de más en las cosas.

No era de extrañar que, como casi siempre, terminase pensando en Taehyung.

El beso de Kuyng había sido... contacto. No había otra forma de explicarlo. Había sido contacto de labios con labios, como lo habría sido con cualquier otra persona, un simple beso.

Un beso con Taehyung cobraba un nuevo significado que arrasaba con todo a su paso.

Denso, profundo... Demoledor.

Jungkook se pasó la lengua por el labio inferior y lo apresó con los dientes recordando, quizás sin querer o quizás queriendo, su último beso con Taehyung.

Recordó el dulce tacto de sus labios mullidos, la desesperación, casi como si gritara "no me dejes ir", y la suave succión, el deslizamiento de labios húmedos sobre labios húmedos. Con una sensación agridulce en la garganta pensó en el contraste que podía llegar a haber entre la gran gama de besos que ese hombre le daba, desde el más inocente hasta el más rudo de todos, que le devoraba. Pensó en las caricias que siempre los acompañaban y la forma en la que hacían que el corazón le latiera en los oídos. Siempre.

Batterer 『TaeKook』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora