CAPÍTULO 2
Eran las tres de la tarde y ya tenía todo listo para poder comer con mi papá, las salchichas estaban fritas y el puré de papas seguía caliente, ponía esencia de vainilla y canela para poder darle un olor rico a la casa, solo esperaba a que llegara para poder servir las porciones.
Estar en la cocina de mi papá siempre me traía recuerdos. A mis pequeños ocho años había tenido que aprender a cocinar por obligación, para ese entonces a mi padre se le quemaba todo lo que tocara en la cocina y sobrevivíamos de pescado con patatas o sopas instantáneas, una comida no muy saludable para los londinenses. La señora Russell era una señora de unos ochenta años pero íntima amiga de nuestra familia, anteriormente ella y mis padres nos reuníamos los sábados para poder conversar y comer unas rebanadas de pastel de fresa, aquella señora fue como la abuela que nunca pude conocer; estuvo para nosotros cuando mi mamá murió, acudía a mis reuniones escolares e incluso ella misma había decidido llamarme "nieta". Cuando cumplí doce años, mi papá decidió hacer una pequeña reunión en la casa y estaba claro que la señora Russell estaría en la celebración. Ese mismo día la habían asesinado y yo la había encontrado, con las manos mutiladas y los ojos arrancados; ella estaba sentada en medio de su casa, había manchas de sangre por todo el lugar y el sentimiento de perder a alguien había vuelto a aparecer. Los policías encargados del caso nos habían comunicado que ese desastre había sido provocado por una pelea entre su nieto y unos mafiosos, el muchacho anduvo en malos pasos y al parecer la señora Russell tuvo que pagar por los errores de otro.
Escucho un par de voces muy animadas por fuera de la puerta principal y la cerradura es abierta dejándome ver a mi padre y a su acompañante muy animados, veo como le ayuda a quitarle el abrigo junto con su bolsa para ponerlos en el perchero y cuando su vista es alzada se da cuenta de mi presencia, en su mirada puedo ver algo de asombro y vergüenza, lo único que me queda es limitarme a arquear la ceja.
— ¡Mi vida! ¡Que gusto tenerte en casa! ¿Qué te trae por aquí, corazón? – el nerviosismo se le puede notar a kilómetros.
— Es martes papá, comemos juntos. – mi voz sale más tosca de lo que esperaba, era un tono de reclamo – Descuida, disfruta la comida con tu acompañante.
— ¡Oh! ¡No! ¡No! Harriet, no es necesario que te vayas, Jane y yo solo comeremos, hace mucho tiempo que no la ves.
— Harriet, querida, si te sientes incómoda puedo irme.– La pelirroja por fin habla y parece estar incómoda con esta situación.
Estaba a punto de volver a insistir en irme, pero los ojos de mi papá viéndome esperanzado hace que me quede.
— Comeremos los tres juntos.– Finjo la sonrisa y el tono de mi voz sale como si fuera arrastrado.
Durante la comida habíamos tocado temas irrelevantes, Jane me preguntaba cómo me iba en la universidad, ellos dos coqueteando, sus noticias laborales.
Hace un par de años me había visto en la necesidad de casi obligar a mi papá a que empezara a conocer a alguien, era un hombre maravilloso y no merecía estar solo lo que le resta de vida. Estaba tan emocionada cuando me di cuenta que empezaba a salir con alguien, sus recurrentes excusas para no comer conmigo y sus manía por estar más presentable de lo normal me hacían feliz, pero quise darme topes en la pared cuando vi que se trataba de Jane Mirrer.
Ella no era mala persona, todo lo contrario, era una mujer muy bondadosa y con un alma increíble, me recordaba tanto a mi madre que su simple presencia me daba coraje, ella y Jane eran idénticas. De niña pensaba que con su cabello rojo era el diablo y venía a arrebatarme a mi papá, sonrió por el hecho de acordarme de las estupidas ideas infantiles.
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Tropiezo. | H.S |. #Wattys2020
Fanfiction¿Las H son de problemas? Hay ciertas cosas que no te cuentas en las historias de amor, cosas negativas, destructivas, e incluso, enfermizas, y con las que uno carga día a día y eso lo tenía muy claro Harriet Loughty, tenía claro su final si seguía...