CAPÍTULO 23
Me inclino en el escusado para vomitar lo residuos del efímero desayuno. El estomago se me tensa mientras voy desechando el sabor agrio y amargo que pasa a través de mi garganta.
— ¿Harriet? – toca del otro lado de la puerta.
Puedo escucharlo preocupado.
— Ábreme, muñeca.
Tiro de la cadena del retrete en cuanto termino, busco un aromatizante para que quite el olor amargo del vomito. Intento ser rápida en lavarme los dientes y abrirle la puerta.
Su gesto está descompuesto al verme, soy consciente de que después de vomitar no soy precisamente la mujer más hermosa en esta habitación.
— ¿Estás bien? – acaricia mi mejilla.
Asiento. — Seguramente el desayuno me sentó mal. Fue lo que devolví.
— Cenaste mucho anoche. – sonríe. — Es lógico que todo quisiera salir de tu diminuto cuerpo.
Anoche, después de la increíble jornada de sexo, decidí que era buena idea servirme otra porción de comida para no dejar que Harry estuviera solo en la mesa. Las dos piezas de pollo frito y las siete cucharas de ensalada, están haciendo justicia a mi cuerpo esta mañana.
— Me retocare el maquillaje y te alcanzo.– aseguro.
Me inspecciona de arriba a bajo antes de asentir y desaparecer por la puerta. Comienzo a escuchar movimientos de platos y cubiertos. Agradezco que esté ayudándo a limpiar la cocina.
Mi reflejo en el espejo no es tan deplorable como me lo imaginaba, todo se mantiene en orden a excepción del labial corrido y unas cuantas gotas de agua por debajo de mis ojos, rojos debido al esfuerzo de expulsión. Frunzo el ceño cuando veo un par de brotes de espinillas amenazando con aparecer por mi nariz y mejillas. Nunca he sido una chica que haya tenido que lidiar con acné en su adolescencia, en cierto modo lo agradezco, estoy segura que si me hubieran salido tendría mi cara llena de marcas. Retoco el maquillaje líquido y aplico de nuevo el polvo para cubrir esas zonas rojas, me siento satisfecha cuando apenas son visibles al ojo humano.
Hecho el polvo compacto en la bolsa de mi chamarra negra de cuero, mi piel brillosa indica que voy a necesitarlo durante todo el día. Me enfado conmigo misma al amanecer con un cutis tan pesado y poco común en mi.
— Estas muy guapa.
Me espera bajo las escaleras examinando de arriba a bajo todo mi atuendo. Creo pensar que sus palabras son más alentadoras que provocadoras.
— Hago lo mejor que puedo.– acepto su cumplido.
Jala las solapas de mi chaqueta negra atrayéndome a su anatomía. — Esto te hace ver muy sexy. Y esto.– acaricia la tela de mis pantalones color azul menta con estampado de piña. — Remarca tú trasero. – me da una suave nalgada. — Pareces una Bonnie Tyler en los noventas.
Sonrío. — No te hagas mucha ilusión con mis curvas. Has dejado en claro que tengo un cuerpo pequeño.
Esta vez retira sus manos para rascarse su cabello rizado. Es precioso el color caoba de cada hebra en su cabeza.
— Hablando de eso... Tus pechos han crecido. – me sonrojo súbitamente. — También tu trasero.
— Harry. Cállate.– murmuro roja de vergüenza.
— No es que me moleste, créeme, no me molesta.– ríe esta vez.— Pero ha sido un cambio repentino. Un buen cambio.
Se apresura a decir en cuanto ve el ceño fruncido. Es tan vergonzoso hablar del tamaño de mis atributos, estoy casi segura que su crecimiento es casi invisible. Tal vez el castaño cuenta con un don en calibrar las cosas con sus manos.
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Tropiezo. | H.S |. #Wattys2020
Hayran Kurgu¿Las H son de problemas? Hay ciertas cosas que no te cuentas en las historias de amor, cosas negativas, destructivas, e incluso, enfermizas, y con las que uno carga día a día y eso lo tenía muy claro Harriet Loughty, tenía claro su final si seguía...