Capítulo 24.

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CAPÍTULO 24

— Vamos, Hattie ¡una vuelta más! – dice el castaño antes de desaparecer corriendo a través de la cuadra.

— ¡Ya te alcanzo! – casi grito. Es inútil el intento, Harry ya ha desaparecido a paso veloz.

A Harry se le ocurrió la magnífica idea de dar una carrera matutina para poder aliviar el estrés de mis pensamientos. Idea que descarto en lo absoluto como plan matutino después de las impactantes noticias.

Llegué a correr tres vueltas de dos kilómetros sin ningún problema, es más, aceleré mi trote en cuento sentí la brisa golpeando mi cara y me emocioné tanto en el momento que arrevase a Harry. El gusto me duro muy poco; tener el conocimiento de que algo se está formando dentro de mi me hizo disminuir el paso. Sin embargo, no había parado, le dije a Harry que me había cansado y al parecer se lo creyó porque él siguió corriendo como si nada.

Entre pláticas y comentarios viejos, sé que escuche decir a alguien que las caminatas largas eran buenas para las embarazas y ayudaban a la hora del parto. Más no las corridas. Doy un trompicón al distraerme pensando en el parto, en mi parto.

La noche anterior había tenido un sueño sobre lo que sería de mi en la sala de emergencias al punto de traer al mundo una vida. Me había quedado sin apetito tan solo imaginar la borrosa imagen de mi con las piernas abiertas en espera de que el bebé saliera. No era tan malo imaginarse mi parto, sé que lloraría en el momento que tuviera a ese pequeño ser en mis brazos, las circunstancias de la vida no ayudaban en la elección sobre tenerlo a mi lado. El estremecimiento de mi piel enfriándose por parar mis pasos van desde el pensamiento por la mañana en donde Harry me encontró con la náusea matutina y se enfureció con la excusa de que el doctor con el que había ido era un idiota, hasta el miedo que sentí cuando le pedí una ración doble de tiras de tocino y llegó a cuestionarme con su verdosa mirada.

Estoy siendo demasiado imprudente en cuanto a mis actitudes después de la visita con el doctor Grant. Tan imprudente que no medí mi reacción emotiva al momento de nuestro regreso a casa cuando vi una paloma dejando a sus polluelos llorando por su ausencia. Dentro de mi se alberga el sentimiento de incredulidad por haber derramado un par de lágrimas por un acto insignificante. Harry no tardo en preguntarme qué me sucedía y por qué lloraba, la única opción que tuve fue decirle que me había entrado una basura y que mis ojos estaban irritados por la falta de mis lentes. Tendría que empezar a buscar alguna excusa rápida creíble.

Ahora, ya en la universidad y en el descaso, después de un par de coqueteos en la ducha y en el camino hacia la universidad, nos encontramos en el receso entre clases en medio del césped verde que cubre la mayor parte del campus junto con Jourdan y Niall.

Las miradas de sorpresa por parte de los universitarios que nos conocen no pasaron desapercibidas a nuestra llegada, a Harry le había encantado recibir esa atención, es un narcisista, se paseaba por todos los pasillos desprendiendo sensualidad y una aura de sexo que le viene de manera inherente. Aunque insistí en que era mejor aparecer por separado, él no escucho y casi grita a todo Londres que le pertenezco y que no hay necesidad de esconderlo. Concordaba, pero las miradas de todos hacia nosotros era algo bastante incomodo que soportar, ya tengo suficiente con que Jourdan no quiera separarse en espera de nueva información y de jugosos detalles desde que me vio entrar con Harry.

— Abre la boca. – me ofrece un gran trozo de waffles bañados en miel. Que rico.

No me niego al mordisco. Justo como espero, el waffle está deliciosamente jugoso. Tendré que darle las gracias a la cocinera y a Harry por comprar tremendo postre.

— ¡No! ¡Harriet, no debes comer eso! – Niall grita histérico al verme pasar el bocado.

Termino de saborear con culpa la miel en mi boca bajo la mirada azul. Es espanto total hacia el movimiento de mi boca.

Tropiezo. | H.S |. #Wattys2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora