Capítulo 14

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CAPÍTULO 14

Abro mis párpados los más lento que se me permite, los siento tan pesados. Contraigo el cuerpo al estirarme, me siento a dolorida. Los huesos de los brazos y piernas me queman, es un dolor dolorosamente placentero.

Mis manos van a mi cabello, esta alborotado y enredado. Sonrío al recordar la actividad cardiaca a la cual fui sometida. El dolor en el interior de mi vientre aparece de forma abrupta cuando intento pararme de la cama. Me ha jodido muy fuerte.

Lo busco en la recámara y no hay rastro de él por ningún lado. Solo encuentro una nota en el buró de noche junto con una enorme sudadera color lila perfectamente doblada y una taza de lo que parece ser té.

"Te veías tan espléndida cuando dormías que me incitabas a volver a hacerte mía. Deje una sudadera a tu merced, si esa no te gusta puedes servirte lo que desees en el ropero.
Hay un ibuprofeno y un té que puede aliviarte.
No salgas del yate, muñeca."

No me sorprende que imagine lo adolorida que puedo encontrarme, el mismo sabe todo lo que ha causado.

Veo un espejo rectangular al fondo de la recámara. Camino desnuda hacia el espejo con la sudadera lila entre mis manos. Me observo detenidamente; estoy hecha un desastre. El rubio cabello está alborotado por todas partes, hay varios cardenales adornando mi cuerpo; en mis hombros, mis piernas, las clavículas tienen un tono rojizo apenas perceptibles que denotan la actividad tan ruda a la que fui subyugada. Pero lo que llama mi atención son sus pulgares marcados en los huesos de mi cadera, su color va a juego con la sudadera de mis manos, acaricio delicadamente la zona y los recuerdos de anoche vuelven a presentarse. Me excitan. Recuerdo cada roce de sus dientes en mi piel, los gruñidos en mi oído y su lengua saboreando cada parte de mi cuerpo.

Me pongo la sudadera lila y busco mis bragas entre toda la habitación hasta que las encuentro en una esquina hecha bola. Medio vestida voy hacia el buró a tomarme lo que ha dejado para mi. Me hubiera encantado despertar a su lado pero para alguien como él seguramente sería pedir demasiado.

La brisa me golpea cuando salgo del interior del yate. Y me doy cuenta que de nuevo esta aparcado en el muelle junto con los demás. Es un día bastante nublado y se siente bastante húmedo. Supongo que el día no va acorde con mi estado de ánimo.

Voy hacia la punta del yate, y aunque me cala el aire en mis piernas puedo disfrutar de su brisa. La vista es meramente típica.

Salto del susto al sentir unas palmas calientes acariciarme el trasero por debajo de la tela de la sudadera. Lo masajea de forma posesiva y lo aprieta fuerte. De manera inconsciente hecho mis caderas hacia atrás para sentir más su agarre. No tengo que siquiera voltear a cerciorarme de quien son las manos, los recuerdos de la noche llegan de golpe y es imposible olvidar cada tacto que me fue proporcionado.

Su nariz va directo a mi oído y suelta un gruñido como un suspiro arrebatador. Me abraza por la cintura y ambos nos dedicamos a ver todo Londres.

La gente va y viene, madres haciendo las compras, taxis transitando, señores en traje con portafolios en mano caminando a toda prisa, algunas que otras miradas se nos dedican. Para mucha gente es un día cotidiano, pero para mi es uno de los mejores despertares que he tenido. Estoy disfrutando cada segundo de este día y me aseguro a mi misma que así es como debe de transcurrir.

— Buenos días.– besa mi cuello.

— Buenos días.– me volteo para quedar frente a frente y pasó mis brazos por su cuello.

— ¿Sabes? – su dedo índice recorre de forma lenta mi mejilla hasta el borde inferior de la sudadera.— El lila está volviéndose mi color favorito.

Tropiezo. | H.S |. #Wattys2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora