Capítulo 5

71 1 0
                                    

CAPÍTULO 5

" — ¡Mamá! ¡Atrápala! – le lanzo la pelota morada con estrellas blancas y ella hace el intento de agarrarla con sus manos.

— ¡Allá les voy! – grita papá divertido mientras corre hacia nuestra dirección.

Es un día bastante soleado en Londres, mis papás y yo habíamos aprovechado para ir de día de campo en las afueras de la ciudad. Mi mamá decía que esto le servía a mi papá para que liberara toda la tensión y las preocupaciones que el trabajo le causaba.

Teníamos una pequeña cabaña en uno de los bosques de Londres y cada fin de semana nos dedicábamos a estar en la tranquilidad de este pequeño lugar.

En medio del pequeño bosque se situaba un espejo y me reflejaba mi persona siendo ya adulta, no era una niña de cinco años como hace unos instantes. Todo seguía con normalidad, mis padres seguían jóvenes, pareciera que la edad solo era consecuencia mía.

El sol nos daba directamente, el cabello de mi madre parecían rayos del mismo. Oro puro. La sonrisa de mi papá al verla reír con él era tan blanca como el cielo. En cambio, yo disfrutaba paseándome en los brazos de ambos, iba de aquí para allá plantando besos por donde fuera.

La tierra comenzaba a temblar y de un momento a otro yo era la única alejada de mis padres, la desesperación me ganaba e intentaba correr más rápido hacia ellos, mi mamá comenzaba a ser tragada por la misma tierra y lo único que quedaba de ella era su mano sobresaliendo de la tierra, intentaba con todas mis fuerzas empezar a rascar la tierra pero era imposible, todo se había desmoronado para que segundos después todo volviese a su normalidad.

— ¡Mamá! "

— ¡Mamá! – grito en medio de la oscuridad.

Mis ojos intentan acoplarse lentamente a la oscuridad del cuarto, no tardo en darme cuenta que estoy en la casa de mi padre, mi antigua habitación me acoge en estos momentos de duelo.

Me siento caliente, he sido arropada hasta el cuello con varias  cobijas para no pasar frío. Un saco de hombre y unos pantalones de pijama aterciopelados negros hacen de ahora mi pijama junto con una apariencia decadente.

Saliendo del cuarto puedo escuchar la suave música clásica proveniente del despacho de mi papá, era demasiado egoísta; él también sufría y no pude dignarme en verlo en este día, no cuando la culpa me carcomía viva.

Me sentía asfixiada en esta casa, necesitaba salir con urgencia de aquí, aun no estaba lista para responder las preguntas de Robert y necesitaba alejarme por la salud de los dos. No me llegaría a perdonar si se entera de la verdad.

Las calles de Londres comienzan a ser iluminadas con los distintivos colores de nuestro país, atraía las miradas de la gente cuando pasaba a su lado, me interrogaban con las miradas, me volvía cada más frágil en cada paso que daba. Al andar recibía todo tipo de expresiones, algunas de asco y otras de preocupación. Estoy consciente de que no tengo una de las mejores apariencias en este momento.

— Mamá...

Una mujer de cabellos rubios está en la esquina de la calle contraria, sujeta al brazo de un hombre que la acompaña, ríen  y se dan muestras de afecto; no puedo verla bien porque el hombre que le acompañaba es más alto y fornido y su silueta tapa en su mayoría la complexión femenina. Si mi mente no fallaba, la mujer cargaba el mismo bolso negro con el que mi mamá solía hacerlo. Uno de correa, de un tamaño mediano pero con el agarre descuidado y viejo. El corazón me late por el frenesí que está teniendo al solo imaginar que aquella mujer fuera mi madre.

Tropiezo. | H.S |. #Wattys2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora