Capítulo 7

84 1 0
                                    

CAPÍTULO 7

Apenas al llegar a casa le había puesto a todas las puertas seguro y cerrado todas las cortinas, en mi cuerpo todavía albergaba el nerviosísimo y estaba más que segura que alguien estaba vigilándome. Mi cerebro de estaba carcomiéndose con la idea de tener a alguien a mi asecho, no me entraba en la cabeza quién era el degenerado que se atrevió a sacarme fotos con Robert a mi lado.  

Me sumerjo a la regadera intentando que el chorro de agua fría logre espabilar todos mis miedos, en mi mente ronda la posibilidad de que fuera alguien de la universidad intentando vengarse de alguna humillación que le había hecho. Deseo con profundidad que solo se trate más que un juego de un universitario rencoroso.

Unos llamados fuertes a la puerta son anunciados en todo mi hogar interrumpiendo mi acto de ponerme la ropa para dormir, el reloj anuncia la una de la mañana y estoy segura que no es Robert de quien se trata. Si todo este circo se trataba de una broma, esta llegaba a su fin esta misma noche.

Tomo el arma de fuego automática y la enfundo en el elástico de mi pantalón de algodón negro. Por el orificio de la puerta veo a un hombre que apenas y puede sostenerse de pie, sus manos buscan con que agarrarse para no caerse, está a punto de caerse de cara, la maraña de rizos largos hacen palpitar mi cerebro anunciando lo familiar que me resultan. No demoro en abrirle la puerta.

Apunto de hablar y pedirle explicación alguna, el británico cae de bruces murmurando incoherencias, a como mis débiles brazos dan a entender arrastro a un empapado hombre fornido de un metro ochenta hacia el centro de mi hogar, no tardo de nuevo en cerrar la puerta y asegurarme de que estoy a salvo.

Me coloco de rodillas frente a él tomando su cara entre mis manos.— Harry, reacciona.– veo su rostro salpicado en sangre y con moretones rosas en sus pómulos.— ¿Qué te paso, Harry? – no puedo evitar que el tono de voz me salga en uno angustiado.

Mantengo la calma mientras le paso algodones esterilizados por su cara en los rasgos lastimados. No es la primera vez que estoy tan cerca de su rostro, pero si es un momento en donde él no está consiente. Mis manos piden a gritos para que toque todo su bello rostro, mis dedos pulgares van lentos a sus labios dando una suave caricia, son tan suaves como la tela de satén, sus pestañas negras, gruesas y tupidas dan una sensación de haber tocado una pluma y me aseguro que puedo quedarme minutos, horas incluso; observándolo.

— Deja de manosearme, Loughty. – habla con dificultad.

Sobresaltada quito las manos de su rostro, pero su sentido del humor me hace sonreír. Me sorprende que encontrándose en el estado que está pueda mantener una sonrisa.

—Que me metan a prisión.— mi voz en un susurro juguetón.

— No me hagas reír, muñeca.– veo una mueca de dolor cuando intenta controlar su risa.

Nos quedamos en silencio en lo que limpio los restos de sangre y paso ungüento para bajar la inflamación de sus pómulos. Con los ojos cerrados y permitiéndome que le hiciera lo que quisiera en su rostro me provoca algo extraño dentro de mi, se ve demasiado vulnerable.

— Ayúdame un poco.– le susurro para que pueda contener su peso e intentar llevarlo a una de las habitaciones para que pueda descansar.

Después de trompicones en las escaleras puedo llevarlo a una de las habitaciones vacías de la casa, lo siento en la cama y en el guardarropa busco algún pantalón de pijama de mi padre que a dejado con anterioridad cuando se queda en mi casa.

— ¿Puedes extender los brazos? – y con los ojos cerrados acata mi pregunta pero solo le es posible desplazarlos hasta la mitad.

Le desabotono la camisa de rayas blancas y negras dejando en primera plana su torso desnudó. Mi boca se vuelve seca al instante de admirar su torso, está levemente bronceado, sus pectorales definidos están a punto de llevarme a lo ilícito, el abdomen duro pero sin exagerar demuestra el sometimiento de su cuerpo a la actividad física, los tatuajes en su pecho traicionan mi raciocinio llevando mis pulgares a delinear los bordes de la tinta impresa en su piel.

Tropiezo. | H.S |. #Wattys2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora